Las filtraciones del ex analista de la CIA revelaron que Brasil fue el segundo país más espiado. La Casa Blanca no parece dispuesta a dar detalles sobre qué información fue recabada ni a pedir disculpas.
El problema es serio, porque las filtraciones del ex analista de la CIA, Edward Snowden, revelaron que Brasil fue el segundo país más espiado. Un golpe bajo a las relaciones bilaterales que, en oportunidad de la reciente visita a Brasil del vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, prometían "una nueva era". Pero cómo cooperar con un país que viola la soberanía de otros espiando a compañías, ciudadanos y sede diplomáticas.
Es este el telón de fondo de la visita del ministro de relaciones exteriores de los Estados Unidos, John Kerry, a Brasil. En declaraciones conjuntas con su par brasileño, Antonio Patriota, el tema de la mutua confianza salió con transparencia. "Estados Unidos no tiene mejor socios que nosotros en el combate contra el terrorismo, siempre y cuando las acciones se realizan de forma transparente" dijo Patriota. La respuesta de Kerry fue clara, las acciones de su país responden a la necesidad de prevenir acciones terroristas y para garantizar su seguridad y la del mundo.
Cuando faltan dos meses del viaje al país norteamericano de la presidenta Filma Rousseff, por lo tanto, la cuestión de la violación de la soberanía brasileña es un contencioso que está lejos de verse solucionado. La diplomacia de Brasilia reclama detalles sobre las pinchaduras de teléfonos de ciudadanos e instituciones por parte de las agencias de seguridad estadounidenses. En sustancia, se quiere saber qué tipo de información fue recabada. La administración de Washington está convencida de que la actividad de espionaje fue realizada respetando la legalidad. Una visión unilateral que, en realidad, sólo se fundamenta en el inmenso poderío de esta superpotencia y define con claridad la idea de que los demás países son subalternos más que socios de los Estados Unidos.
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