La alianza electoral de centroizquierda registró la mayor cantidad de votantes, más del 70 por ciento, al tiempo que apenas un tercio de los electores fue a legir el candidato de la derecha. Pablo Longuira, será el principal adversario de la ex presidente Michelle Bachelet.
Si bien apenas el 22,6 por ciento de los ciudadanos del padrón electoral concurrió a las primarias presidenciales que se celebraron este domingo 30 de junio en Chile, la alianza de centroizquierda puede leer con satisfacción los números de estas elecciones. Los ciudadanos que fueron a elegir el candidato presidencial de la centroizquierda, triplicaron a los que intervinieron a favor de la derecha, unos 800 mil ciudadanos.
Pero mientras que el ganador de la interna de la derecha, Pablo Longueira, de la Unión Democrática Independiente (UDI), se afirmó por un estrecho margen sobre su adversario Andrés Allamand, de Renovación Nacional (RN), el partido del presidente Sebastíán Piñera, cosechando el 58 por ciento de las preferencias sobre el 48 por ciento de su contrincante, Michelle Bachelet reportó un triunfo aplastante obteniendo el 73 por ciento de las preferencias. Sus tres adversarios juntos, no llegan al tercio de los votos logrados. Lo cual habla del rotundo respaldo al proyecto político de Bachelet, quien obtuvo, previo a estas elecciones, el resultado de que el Partido Comunista chileno se sumara a la alianza de centroiquierda, la Concertación, para conformar una alianza, Nueva Mayoría, que en los papeles debería aumentar las chances de triunfo en las presidenciales del año que viene.
“Tenemos que trabajar sin descanso para ojalá ganar en primera vuelta en noviembre”, dijo Bachelet, quien sigue siendo la candidata con mayor chances de lograr un nuevo mandato presidencial, con un alto nivel de apoyo en las encuestas, pese a haber estado ausente del país durante los últimos tres años, desempeñándose como directora de ONU Mujeres, en New York.
Para el oficialismo el dato de las internas agrega un nuevo matiz de preocupación, ya que el precandidato del partido del presidente Piñera llegó segundo.
Hasta hace poco, dentro de la alianza oficialista de derecha, los líderes realizaron un gran esfuerzo para evitar que se instalara la convicción de que el oficialismo perdería en las presidenciales, frente a la imagen abrumadoramente positiva de la ex presidenta.
"Bachelet tiene mejor comunicación e imagen que capacidad de gestión", me confía un viejo militante de la Democracia Cristiana, cuyo precandidato, Claudio Orrego, quedó lejos con menos del 9 por ciento de los votos, señalando acaso el talón de Aquiles de la candidata de la centroizquierda. Su propuesta, todavía por afinar detalles, se centra en una fuerte apuesta redistributiva: aumentar los impuestos a las ganancias de las empresas y reducir la carga impositiva sobre los asalariados. También plantea reformar la constitución mejorando el sistema electoral e instalar un sistema de educación gratuita.
Son ideas que tienen un fuerte arraigo en las clases medias y bajas, descontentas por el alto nivel de desigualdad en el país, entre los más altos de América latina. Pero la economía chilena muestra signos de enlentecimiento. La gestión de Piñera en estos años, gozó de una etapa de bonanza que parece estar terminando, en medio de la crisis global y del freno que piza la economía china. Por lo que, dar forma a la propuesta electoral de Nueva Mayoría no será tan simple, con el riesgo de sembrar descontento en un electorado de por sí crítico con la cúpula de la centroiquierda, considerada elitista y poco abierta al recambio generacional.
La derecha tendrá a su favor los logros de una gestión ordenada en la que hubo expansión económica. Y siempre podrá cuestionar a la centroiquierda el no haber actuado las mismas reformas que plantea ahora durante los veinte años que estuvo gobernando el país.
Se abre un período tan intenso como apasionante.
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