2.500 presos continúan la huelga de hambre comenzada el 8 de junio, para protestar contra el régimen carcelario de aislamiento. Para Amnistía Internacional, los presos viven en condiciones "estremecedoras". Algunas líneas de Zigmunt Bauman al respecto.
La huelga de hambre de 2.500 reclusos de la cárcel de Pelican Bay sigue pese a que, desde que comenzó, el 8 de junio, ha dejado de ser una protesta generalizada. Semanas atrás, hubo hasta 30.000 presos de las cárceles de California que adhirieron a la protesta por las condiciones de vida en las unidades de máximo aislamiento.
Para Amnistía Internacional (AI), las condiciones de reclusión en las cárceles de California son "estremecedoras", ya que los reclusos pueden llegar a pasar 20 años en aislamiento total. Los miembros de AI que visitaron Pelican Bay, pudieron comprobar que los presos permanecen en celdas de unos 8 metros cuadrados, sin ventanas y con luz artificial, durante 22 horas y media al día. El acceso al aire fresco y a la luz natural es un lujo. El patio de recreo está techado con plástico. No hay actividades de socialización ni programas de reinserción en las unidades de máxima seguridad. Los contactos humanos están limitados y sólo reciben cartas. Hay presos que no reciben visitas desde hace diez años y cuando se les permite recibirlas es a través de un vidrio.
Por cierto se trata de reclusos con graves delitos en sus prontuarios, a menudo con problemas comportamentales o alteraciones psíquicas.
Para AI, las autoridades del Departamento de Prisiones y Rehabilitación de California no han realizado las reformas prometidas. El régimen de aislamiento ha sido mejorado, pero sólo para algunos pocos, mientras que AI menciona que, según los parámetros de las Naciones Unidas, mantener aislado un detenido por más de quince días ya puede procurar trastornos psicológicos graves. A largo plazo, los efectos sobre la salud física y mental son devastadores. El suicidio es muy frecuente. El 42% de los suicidios en cárceles de California entre el 2006 y 2010 se cometieron en unidades especiales de seguridad, según datos oficiales.
La unidad carcelaria de Pelican Bay, situada en la frontera con Oregon, a cientos de kilómetros de lejos de los grandes centro urbanos, mereció algunas menciones en el conocido trabajo de Zigmunt Bauman, "La globalización. Consecuencias humanas", (Buenos Aires, 1999).
La idea de aislar totalmente a los individuos peligrosos, hacerlos literalmente desaparecer, es considerada por el autor como una muestra de la prescindencia de la valoración de la persona en la cultura actual.
"El aislamiento total aparece como un ideal", escribe Bauman, refiriéndose a los programas carcelarios que apuntan a reducir a 8 presos cada mil residentes californianos la cantidad de reclusos a fines de los '90. Citando una "entusiasta nota" de Los Angeles Time del 1 de mayo de 1990, el autor reproduce que "la cárcel está totalmente automatizada y diseñada de manera tal que los presos no tienen casi ningún contacto cara a cara entre ellos o con los guardias". Y reproduce los datos que preocupan a AI: "celdas sin ventanas, hechas de bloques de hormigón y acero inoxidable... No trabajan en talleres; no tienen contacto entre sí". Menciona que lo mismos guardias "están encerrados en garitas de control de vidrio, se comunican con los presos por medio de parlantes".
"La única tarea de los guardias es asegurarse de que los presos permanezcan en sus celdas, es decir en un estado de ceguera e invisibilidad, incomunicados. Si no fuera porque comen y defecan, uno confundiría sus celdas con ataúdes", concluye gélidamente Bauman.
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