jueves, 18 de julio de 2013

No hay pruebas de llamadas desde los aviones



En base al análisis de la versión oficial sobre los atentados del 9/11, no hubo llamadas desde celulares ni hay registro alguno de las mismas.



La versión oficial sobre los atentados del 11 de setiembre de 2001 no convence. Demasiada preguntas quedaron sin respuesta y demasiadas otras tuvieron respuestas insuficientes. Ante eso, se han multiplicado en el mundo versiones y especulaciones, a veces fruto de adictos a las teorías conspirativas, otras veces del estudio serio y apasionado de quienes exigen una verdadera investigación sobre un hecho que ha condicionado, y condiciona, la política internacional.

Una de las iniciativas que va en esta dirección, es el grupo de trabajo 9/11 Consensus Panel (www.consensus911.org) que reúne a diferentes expertos alrededor de un consenso sobre algunos de los puntos que la versión oficial no aclara acerca de los atentados.

Más recientemente, el panel se ha interesado de las llamadas telefónicas realizadas desde tres de los cuatro aviones que se estrellaron el 9/11. En una nota que aparece hoy en el diario italiano “Il Fatto Quotidiano”, el periodista y diputado al parlamento europeo Giulietto Chiesa, comprometido en una verdadera cruzada por la verdad, se encarga de resumir los puntos esenciales del análisis por el grupo de trabajo sobre la base de la versión brindada por el “9/11 Commission Report” (1).

Chiesa señala que entre las tantas incongruencias figura la llamada de Todd Beamer, quien supuestamente participó del levantamiento de los pasajeros del vuelo UA93, que se estrelló en un campo, luego de arrebatarle el mando a los secuestradores. Según la telefonista que recibió el llamado, Beamer aparecía demasiado tranquilo por tratarse de una persona en peligro de vida. Hablaba en modo “metódico y racional” durante los 13 minutos que duró su comunicación. La telefonista, señala además que le llamó la atención que en esa circunstancia no se cortara la comunicación, como a menudo sucede cuando las líneas se recargan. 

Y más singular todavía resulta ser que la línea telefónico siguió conectada luego de que el avión impactara en el suelo durante otros 15 minutos. Jefferson también planteó a Beamer comunicarlo con la esposa (embarazada de cinco meses), pero el hombre dijo que no quería “turbarla sin motivo. Sólo quiero hablar con alguien para que se sepa lo que está sucediendo”, añadió. Ni las dos operadoras que hablaron con Beamer grabaron la conversación, ni se hizo desde el Airfone Operation Surveillance Center. “Lo suficiente para un centenar de interrogantes”, concluye el autor de la nota.

El FBI, durante el proceso contra Zakharias Moussaoui, en 2006, vinculado con los atentados, declaró que todas las llamadas telefónicas – menos dos – no se realizaron desde celulares. Las dos excepciones serían sendas llamadas realizadas simultáneamente por dos asistentes de vuelo desde el UA93 a las 9,58 de la mañana. En ese momento, el avión estaría a una altura que, según las posibilidades técnicas de ese entonces, era posible realizar llamadas. El problema, explica Chiesa, es que “tampoco estas dos llamadas fueron realizadas desde celulares, de ellas no hay rastro en los tabulados, ni del horario, ni de las conversaciones ni de los números llamados.

Otra llamada clave es la de la anunciadora de televisión Barbara Olson a su marido Theodore Olson, en ese momento Fiscal General de los Estados Unidos. Media ora antes de que el avión precipitara sobre el Pentágono, Olson recibió dos llamadas de su esposa. Olson dijo que la mujer lo llamaba desde un celular. Fueron éstas conversaciones la fuente de la versión por la que los secuestradores estaban armados con corta papeles. 

La primera llamada fue de un minuto, la segunda de 3-4 minutos. Sin embargo, para en 2004 el FBI aseguró que todas las llamadas realizadas desde ese avión fueron realizadas con el sistema telefónico de a bordo. Durante el proceso contra Mossaoui, un funcionario de American Airlines declaró que antes de setiembre de 2001, ningún Boeing 757, el avión que se estrelló contra el Pentágono, poseía teléfono detrás de los asientos, por lo que “los pasajeros usaron sus celulares”. Por otro lado, el manual de servicio de esos aviones indicaba que el sistema telefónico para pasajeros había sido desactivado.

Sin embargo, no hay nada que certifique la existencia de una llamada de Olson a su marido: ni en la compañía de su celular, ni en el Departamento de Justicia, donde estaba trabajando su esposo en ese momento; tampoco en los tabulados que registran los movimientos de su celular. El mismo FBI, certifica la existencia de una única llamada de Barbara Olson a su marido, pero que duró cero segundos.

¿De qué manera, pues, la anunciadora televisiva podría haber explicado que los 60 pasajeros eran controlados por dos terroristas armados de corta papeles, físicamente diminutos, mientras que otros dos piloteaban el avión? Uno de los pasajeros era un pesista, ex boxeador, Charles Burlingame, por lo que la versión que sesenta personas fueran controladas en ese modo tampoco resiste mucho a un análisis crítico de la versión oficial.

De los documentos, concluye el autor de la nota, resulta que las llamadas no podían provenir del vuelo AA77. “Si hubo llamadas, no fueron desde los aviones. Si no fueron desde los aviones, ¿quién las hizo y por qué motivo?” (2). Es por eso que se reclama una verdadera investigación.


(2) Tiempo antes del 11 de setiembre, el Secretario de Estado de ese entonces, Colin Powell, quedó muy entretenido por un ingenioso software que le presentaron los servicios de inteligencia, en base al cual, partiendo de una grabación de la voz de una persona, el programa estaba en condiciones de descomponer y aislar las palabras para reformular un discurso totalmente distinto. Una conversación de Powell fue utilizada como prueba y al número uno de la diplomacia se le hicieron decir auténticas barbaridades, provocando sus risas.

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