jueves, 9 de mayo de 2013

Nueva condena contra Berlusconi


Las artimañas legales no pudieron impedir la confirmación en segundo grado de una condena por fraude fiscal. 

“En nombre del pueblo italiano” es la fórmula con la que comienzan las sentencias que emite un juez en Italia. Y en nombre del pueblo y en el respeto de esa ley ante la cual todos deberían ser iguales, Silvio Berlusconi ha sido condenado en segunda instancia por el delito de fraude fiscal.

Condena leve, si se quiere: cuatro años con la pena accesoria de no poder ejercer cargos públicos durante otros cinco, quizá el aspecto más preocupante para un hombre que ha cumplido las 77 primaveras y que todavía aspira a cargos públicos importantes.

Hasta aquí la noticia cruda que, en realidad, dice poco, mucho menos de lo que dos tribunales han dado por probado: mientras ejercía su actividad política, la que lo llevó en tres oportunidades a ser Jefe de Gobierno, el grupo mediático de Berlusconi organizó una maniobra evasiva de impuestos por varios millones de euros, adquiriendo películas en el exterior para, inflando los precios, crear un sistema de recompra de las mismas entre las diferentes empresas del grupo al punto tal de constituir en cuentas en otros países capitales en negro por cientos de millones de dólares.

La gente se pregunta que pasará. En realidad, afirma Ezio Mauro, director del diario La Repúbblica, “habría que preguntarse qué pasó”, cómo pudo suceder esto mientras Berlusconi actuaba desde la cúpula del poder político. “¿Qué se hacía con ese dinero en negro?”, interpela el periodista.

Los jueces, por otro lado, no tienen dudas de la culpabilidad de Berlusconi, al punto que han aumentado la pena solicitada por el fiscal, considerando que dentro del sistema no había otra persona por encima de él que pudiera ser el responsable de la maniobra, el demiurgo de este colosal movimiento de dinero en negro.

El vice ministro Kiciloff deberá ser más prudente cuando querrá citar Italia entre los antecedentes de amnistía fiscal para blanquear dinero, porque estas maniobras, la última aplicada precisamente por el gobierno de Berlusconi, han favorecido el lavado de ríos de dinero de proveniencia sospechosa, y cuando no mafiosa.

La gran preocupación del líder de la centroderecha italiana hoy no es la de terminar en la cárcel. De los cuatro años sentenciados, tres ya han sido indultados. Habrá que esperar primero la instancia de casación, que no entrará en el mérito de la sentencia, sino en eventuales vicios procesuales, y como ya el proceso duró una docena de años, entre tecnicismos y frenos aplicados por sus legales, con delitos que han sido prescriptos, luego de modificar a su gusto los términos aprovechando de disponer de los votos necesarios en el Parlamento, es muy difícil que Silvio Berlusconi, termine como cualquier hijo de vecino entre rejas.

La anómala situación del sistema político italiano, hace que en este momento desde el partido de Berlusconi se pongan los gritos en el cielo por esta sentencia que atenta contra la “pacificación” acordada entre derecha e izquierda para dotarse de un Ejecutivo, luego del impasse que duraba desde mediados de febrero. Como si la paz social incluyera poder violar impunemente la ley.

Y es precisamente ésta la teoría que Berlusconi pretende imponer a una justicia recalcitrante violando los principios elementales del del Estado de derecho: él no es igual a los demás. Investigarlo, procesarlo y condenarlo es un imperdonable pecado de una magistratura propensa al odio y “comunista”. Cabe imaginarse la cara de perplejidad de Alessandra Galli, miembro del tribunal de apelación que lo acaba de condenar e hija de un magistrado asesinado precisamente por los terroristas de izquierda. 

La condena cae en el momento en que el ex hombre fuerte de Italia está tratando de hacerse designar al mando de una comisión que deberá reformar la Constitución italiana. Un importante antecedente que podría incluso obtenerle el visto bueno para ser Presidente de la República. Para Berlusconi sería una garantía de impunidad. Para el país sería la confirmación definitiva del desprestigio en el que ha caído su sistema político.

En Alemania un ministro renunció porque se descubrió haber plagiado una tesis de posgrado. En Italia, Berlusconi pretende presentarse como padre constituyente, pese a la cantidad de delitos cometidos pero caídos en prescripción y pese a los procesos en los que es imputado, entre ellos, el de favorecer la prostitución de una menor.

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