La semana pasada el régimen de Damasco fue acusado de usar el gas sarín. Pero la ONU encontró evidencias que sugieren todo lo contrario. Mientras tanto se teme por un rediseño del mapa de Siria y del vecino Iraq.
La noticia del uso de armas químicas por parte del ejército regular sirio olía mal de entrada. Para los gobiernos occidentales, que en medio del silencio general están trabajando para derrocar al presidente Assad, debía ser un elemento que catalizaría el rechazo de la opinión pública.
Pero el tema es demostrar primero el uso efectivo de esas armas, cuyas evidencias distaban mucho de serlo. En segundo lugar, había que probar que eso fue dispuesto por el gobierno de Damasco y no la decisión desgraciada de algún oficial aislado. Un hecho que no se puede descartar.
El flanco débil de la noticia comenzó a notarse a partir de la existencia de fuentes sólo cercanas a los rebeldes, cuyo abastecimiento y apoyo por parte de los Estados Unidos, por intermedio de sus aliados, es notorio. En efecto, ahora que las Naciones Unidas han comenzado a ingresar en el tema por intermedio de la comisión que investiga las violaciones a los derechos humanos en el conflicto sirio, la teoría del uso de armas químicas tomó un rumbo bastante parecido al clásico tiro que sale por la culata.
Para la investigadora suiza Carla del Ponte, fiscal en los tribunales penales internacionales para la ex Yugoslavia y Ruanda, hay evidencias que inducen a pensar que las milicias rebeldes sirias hayan recurrido al gas sarín. No hay pruebas concluyentes, declaró del Ponte en una entrevista a un canal televisivo de su país, pero "hay sospechas fuertes y concretas del uso de gas sarín" (que es un agente nervioso mortal), por el modo que tuvieron que ser atendidos heridos internados en hospedales de países vecinos a Siria.
En rigor, el gobierno de Assad denunció el 19 de marzo un bombardeo que provocó 25 muertos y unos 100 heridos luego de que cayera un misil cargado de una sustancia que produjo síntomas de asfixias.
El presidente Barack Obama había declarado que el uso de armas químicas provocaría una intervención de los Estados Unidos. No dijo qué pasaría en caso de que esas armas fueran usadas por los rebeldes. Así como pocas reacciones hay desde la Casa Blanca en el caso de las matanzas y de las ejecucione sumarias y robos protagonizados por las milicias rebeldes.
El conflicto ha provocado más de 70.000 muertos, llegó la hora de que el manejo de este tema no responda más a los intereses de algunos países occidentales y que haya una intervención internacional, bajo la égida de la ONU, para que los sirios resuelvan sus cuestiones internas.
El riesgo de la inacción por parte de la comunidad internacioanl es el del rediseño del mapa de Oriente Medio. Se teme, en efecto que las regiones de Siria que han quedado bajo el control de los rebeldes, cuyos éxito militares se deben en el 80 por ciento de los casos a la presencia de las brigadas qaedistas y salafitas, puedan unirse a las regiones de iraq limítrofes, que no están bajo el control del gobierno central del primer ministro Nuri al-Maliki. Desde la salida del ejército de los Estados Unidos de iraq, ha retomado fuerza una organización que ha sido rebautizada como Islamis State of Iraq and Greater Syria (Estado Islámico de Iraq y de la Gran Siria).
El nombre de la entidad constituye todo un programa, que con sus variantes podría aplicarse en Somalia, como en Mali, en Nigeria como en Chechenia. El sueño de un califato bajo el gobierno de sectores fundamentalistas podría tener efectos explosivos, en la región y no sólo.
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