La ex presidenta ha regresado al país y el 30 de junio competirá en las internas partidarias como pre candidata a la presidencia. Las encuestas indican que es líder con más chances de ocupar la Moneda. No se conoce su programa todavía. ¿Qué tan progresista podrá ser?
Hasta los partidos adversarios están convencidos de que la ex presidenta Michelle Bachelet es el candidato con mayores chances de ganar las próximas elecciones presidenciales de 2014. Las encuestas lo vaticinan desde hace mucho tiempo, ya que aún lejos del país -durante dos años y medio, hasta marzo pasado, residió en New York como directora ejecutiva de ONU Mujeres- y fuera del ruedo político nacional, seguía gozando de un alta valoración positiva en la opinión pública.
Dentro de la oficialista coalición de derecha, fue necesario intervenir con energía para intentar superar la opinión corriente de un derrota en caso de tener que lidiar con Bachelet en una campaña electoral.
Desde su regreso al país, la ex mandataria ha privilegiado el contacto con la ciudadanía, más que con las cúpulas partidarias, que sufren de la desconfianza y del desprestigio fruto de no haber sabido comprender los reales problemas de la gente. Basta ver el nivel de desigualdad del país y las dificultades que tiene la ciudadanía para asegurarse un buen nivel de salud y de educación, dos grandes preocupaciones para cualquier familia chilena
Falta un mes para las internas partidarias y Bachelet no ha revelado los que posiblemente serán los ejes de su campaña electoral, es decir, las reformas que pretende realizar si llega nuevamente a instalarse en el Palacio de la Moneda. El 28 de marzo, en efecto, al anunciar su pre candidatura, también se refirió a los cambios ocurridos en el país en su ausencia y se comprometió a combatir la desigualdad. Hizo mención a algunos ámbitos en los que deberían realizarse cambios, como ser la educación, el sistema tributario y la Constitución. Pero se trató nada más que de titulares. Qué pretende hacer Bachelet y cómo no se sabe todavía con precisión.
Las especulaciones oscilan entre el reformismo moderado (para algunos tímido) practicado por la alianza de Centro izquierda durante los 20 años que estuvo en el poder, y cambios más radicales que podrían sacudir todo el arco político, incluidos los aliados.
No es para menos, si se piensa la reacción confusa y ambigua de la centroiquierda ante el masivo movimiento estudiantil cuyo reclamo, apoyado por gran parte de la opinión pública, que cuestionó en sus cimientos el sistema educativo, fuertemente caracterizado por la selectividad y sus altos costos y el negocio de los ateneos privados pese a que la ley no prohibe que el lucro en esta área. Un caballo de batalla que debería haber atraído la izquierda, pero que en realidad asustó más que recibir apoyos.
La misma reforma de la Carta Magna impuesta al país por el ex dictador Augusto Pinochet Constitucional, antes de dejar el poder, que aseguró a la derecha la presencia en el parlamento gracias a un sistema binominal - pues cada distrito tiene asignadas dos bancas, una al partido que coseche más votos la otra al que llega segundo, para que un partido consiga las dos bancas en ese distrito debe alcanzar el 60 por ciento de los votos, cosa bastante rara -, provoca rispideces en la coalición de centro izquierda que no supo o no quiso cambiar esta normativa durante dos décadas. En efecto, el sistema beneficia a los líderes que desde hace años ocupan las bancas en el Parlamento con una reiteración de apellidos que llama poderosamente la atención en todo el arco partidario.
¿Avanzará Bachelet en el tema de la gratuidad universal de la educación? Hay señales contradictorias al respecto. En un país sumamente cuidadoso en el manejo de sus recursos, en un contexto que marca cierto freno en la actividad comercial de China en la región, la locomotora de la economía latinoamericana y una disminución del precio del cobre, uno de los ejes para las exportaciones chilenas, la discusión pasaría a ser cómo financiar un cambio tan radical.
En el plano tributario el tema será cómo combatir la desigualdad y mantener el crecimiento económico. Su equipo habla de medidas que estimulen el ahorro y la inversión, aclarando que se debe terminar con el mito de que la reforma tributaria reduce la inversión.
Michelle Bachlet ¿tendrá la fuerza y el respaldo político para terminar con las desigualdades y los abusos del modelo capitalista que hicieron estallar el conflicto social en 2011? ¿Podrá enfrentar el poder del empresariado que ha defendido con uñas y dientes sus jugosos márgenes de ganancia en un sistema laboral que prácticamente desconoce el aguinaldo (que en el mejor de los casos corresponde a un 10 por ciento del salario)? ¿Tendrá oportunidad para morigerar el afán de ganancias del sistema bancario que con muy baja tasa de inflación, presta dinero a más del 20 por ciento anual, al tiempo que las tasas de interes para los ahorristas son casi simbólicas?
Con el actual sistema electoral, no es suficiente ganar las elecciones, es clave poder contar con las bancas necesarias en el congreso para apoyar desde el Legislativo la labor del gobierno y las reformas que se pretenderá impulsar.
Será otra incógnita sobre el programa progresista de Bachelet. También porque habrá que ver a quién votarán los varios millones de jóvenes que por primera vez podrán votar en las presidenciales. Mientras tanto su popularidad bajó del 73 por ciento al 56 dede que llegó al país.
La carrera de Bachelet para regresar a la Moneda será larga.
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