Mientras se acerca la cumbre del G20 en San Petersburgo, el presidente ruso Vladimir Putin criticó la ilegitimidad de una intervención militar sin el mandato de la ONU. Desde Suecia, camino a la cumbre en Rusia, Barack Obama volvió a insistir sobre la “elevada certeza” del uso de armas químicas por parte del gobierno sirio.
Camino a la cumbre del G20 que se llevará a cabo este fin de semana en la ciudad rusa de San Petersburgo, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, volvió a recalcar desde Suecia sobre su convencimiento de que el régimen del presidente sirio Bachar al Assad utilizó armas químicas en el conflicto interno que azota el país desde hace dos años.
“Creemos con una elevada certeza que se usaron armas químicas y que Al Assad fue la fuente. Mi credibilidad no está en juego, es la credibilidad de la comunidad internacional la que está en juego”, dijo el mandatario norteamericano, quien está intentando reuniur el apoyo de otros gobiernos para conformar una coalición que intervenga militarmente en Siria.
Su par ruso, el presidente Vladimir Putin, no se quedó callado aludiendo a que su gobierno “también tiene sus planes” en caso de una intervención militar en Siria. Putin volvió a argumentar que carece de lógica acusar a Assad de usar armas químicas en momento en que la ofensiva de su ejército estaba teniendo éxito y sabiendo que serviría como pretexto para que se le apliquen sanciones. Es mucho más lógico que hayan sido quienes están en retirada”. Son los argumentos que los rusos han presentado incluso en el Consejo de Seguridad de la ONU, junto a fotos captadas por sus satélites que indican que el día del supuesto bombardeo químico en los suburbios de Damasco, el ataque provino de posiciones rebeldes.
Por otro lado, Putin defiende el principio que sería ilegal cualquier intervención que no tuviera un mandato de las Naciones Unidas, sobre la base de pruebas contundentes y convincentes. "Cuando las cuestiones relacionadas con el uso de la fuerza se resuelven fuera de la ONU y el Consejo de Seguridad, surge el temor de que esas decisiones ilegales puedan ser aplicadas a cualquiera y con cualquier pretexto", afirmó el presidente ruso.
Las declaraciones de los dos mandatarios, hacen prever que el tema del conflicto sirio entrará en la agenda del G20, por diferentes razones: Obama buscará convencer a los demás países para ampliar su coalición, hasta ahora limitada al apoyo prometido por Francia. Putin intentará convencer de que las evidencias no parecen incriminar al gobierno de Damasco.
Mientras tanto, el Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense votó a favor de la intervención militar. Obama condicionó al voto favorable del Congreso la eventualidad de recurrir a la fuerza. De los 17 votos emitidos, hubo 7 en contra y sólo 10 a favor, y entre los que se opusieron figuran dos senadores del mismo partido del presidente, el demócrata. Si bien, es probable que el Senado termine por aprobar la intervención, en la cámara Baja las cosas están más complicadas, ya que los demócratas no tienen la mayoría. Por otro lado, la intervención aprobada por el Comité del Senado, tendría un límite de 90 días y no contemplaría acciones terrestres.
A todas luces, el apoyo que está cosechando Obama está lejos de representar a la comunidad internacional, como pretende convencer desde su discurso. El parlamento del Reino Unido, tradicional aliado de la Casa Blanca, negó su apoyo, y varios otros países expresaron tibiamente que sólo colaborarían en caso de un mandato de la ONU, que debería provenir del Consejo de Seguridad, donde Rusia y China se han manifestado contrarias hasta ahora. Alemania no se embarcaría en una costosa aventura militar que podría revelarse ilegítima y con fundamentos de dudosa consistencia.
Putin, que en su momento fue el hombre fuerte de la inteligencia soviética, la KGB conoce muy bien el mundo de las agencias de inteligencia. Sus argumentos tienen muchas más solidez de los de Obama, quien no ha presentado una sola de las evidencias en sus manos con la excusa de que son secretas. A esta altura, lo que pretende el presidente norteamericano es un verdadero acto de fe para intervenir en un conflicto que no sólo ha sido instalado artificialmente en Siria, sino que ya ha provocado 100 mil muertos y 6 millones de personas desplazadas, de las cuales 2 millones tuvieron que refugiarse fuera de su país.
Es demasiado lo que pide este premio Nobel de la Paz, líder de un país que, hace 12 años, atacó a Iraq sobre la base de pruebas que sus mismos funcionarios, luego, admitieron ser falsas.
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