El viaje oficial quedó suspendido sin fecha porque no aparecieron las explicaciones del presidente Barack Obama sobre el espionaje realizado por la NSA interviniendo las comunicaciones de la mandataria, violando la soberanía de Brasil.
¡Así no no va! A la presidenta de Brasil no le tembló el pulso primero para exigir explicaciones por escrito al mismo presidente Barack Obama y en el plazo de una semana, luego de confirmarse nuevas revelaciones acerca del espionaje por parte de los Estados Unidos de las comunicaciones de la mandataria y de su grupo de asesores. Las explicaciones deberían haber llegado en la semana en que se realizó la cumbre del G20 en Rusia, pero desde Washington no llegó nada y la respuesta de Rousseff fue tan tajante como la primera reacción: el viaje oficial a Estado Unidos previsto para octubre quedó postergado sine die (en latín, sin fecha).
Hubo unas primeras filtraciones del ex analista de la CIA, Edward Snowden, que revelaron meses atrás que el gobierno brasileño y su sede diplomática en los Estados Unidos había sido espiados por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). No sólo, sino que, en el marco de un actividad de espionaje que prácticamente incluía a muchos de los mismos aliados occidentales de la Casa Blanca, como Alemania, el país sudamericano contaba con el dudoso privilegio de ser el segundo más controlado por la NSA. En ese momento, el incidente se desarrolló en el marco de las típicas reacciones protocolares, con explicaciones exigidas a la diplomacia estadounidense, que las brindó verbalmente.
Pero no sólo no fueron explicaciones convincentes, sino que decepcionaron el gobierno de Brasilia, que tradicionalmente había logrado mantener sus puntos de vista sin entrar en polémica con Washington. Las sucesivas revelaciones de los documentos difundidos por Snowden provocaron la reacción de la mandataria de Brasil que, de este modo, quiso protestar con firmeza por la violación da la soberanía nacional por parte de un gobierno que se considera amigo.
Los sondeos dicen que la postura de Rousseff recibe el apoyo de gran parte de la opinión pública y que de haberse mantenido la visita oficial a Estados Unidos, ésta habría sido vista como un acto de debilidad. Si se considera que el gesto de la mandataria acontece en un marco regional en el que ya son pocos los que guardan cierta obsecuencias con la Casa Blanca, no se puede sino concluir que han terminado los tiempos de la América latina considerada como “patio trasero” de Washington, por la torpeza de su diplomacia y sin demasiada razones que validen sus posturas, como en el caso del espionaje revelado por Snowden.
Como hábil política que es, a Dilma Rousseff no se le escapa que su gesto tiene también un valor político interno, que mejora su imagen dañada por los últimos meses marcados por la protesta ciudadana contra la mala política y la corrupción. Y es muy posible que el tema figure en la agenda de la campaña electoral por la reelección. En América latina nadie perdió votos por tomar distancias de ciertas actitudes del gobierno de los Estados Unidos. Y menos cuando asisten sobradas razones.
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