viernes, 5 de abril de 2013

Posibles estrategias al filo de la navaja

¿Efectivamente el régimen de Pyongyang podría desencadenar un ataque, en realidad, suicida? ¿Qué es lo que está en juego? Hipótesis sobre una nueva guerra fría. 

En estas horas se discute acerca de si son reales o no las amenazas del régimen de Corea del Norte. Los titulares aparecidos en los medios de comunicación, hablan de que la administración de los Estados Unidos estaría convencida de la proximidad y, por ende, de la capacidad de desatar un ataque por parte de Pyongyang. A su vez, se ha sabido que el gobierno norcoreano está invitando a las embajadas presentes en la capital a considerar la evacuación del personal, luego de que un segundo cohete de mediano alcance fuera desplegado cerca de la costa.

El misterio acerca del real potencial bélico de los norcoreanos y de la vida de sus líderes, comenzando por la de su conductor, Kim Jong-Un, impide saber si estamos ante un amague destinado a fortalecer la imagen del joven líder, quien heredó el cargo paterno no por sus propios méritos sino por pertenecer a la familia en el poder, o si efectivamente se trata de algo más que declaraciones belicosas.

Lo cierto es que una desgraciada decisión de apretar el botón para el lanzamiento de algún misil nuclear o convencional que sea, abriría la puerta al suicidio de la clase gobernante norcoreana, que sólo en el caso de un delirio incontenible podría pensar que tendría finalizar con éxito un ataque a Corea del Sur, Japón o a los Estados Unidos. La situación interna no es nada fácil y puede que el motivo del reclamo es lograr mayores ayudas, la principal fuente de ingresos de Corea del Norte, puesto que un cuarto de los niños del país padecen las consecuencias de insuficiente alimentación. A pocas cuadras de las luminosas avenidas de la capital, Pyongyang, las calles siguen de tierra. La conducción del país, durante décadas ha quemado en proyectos inconclusos los pocos recursos disponibles, llevando a la gente a la desesperación. La hambruna de fines de los noventa, de hecho, provocó un millón de muertos.

Entonces ¿a qué se está jugando?

Todos los años, Corea del Sur y los Estados Unidos realizan maniobras conjuntas. Y cada año, puntualmente, esos ejercicios provocan la reacción de las autoridades norcoreanas. La envergaduras de las maniobras de este año, insólita, puede que esté siendo la causa principal de tanto nerviosismo.

Otra posibilidad es que el joven dictador quiera legitimar ante la cúpula militar su liderazgo y por eso la escalada estaría respondiendo más a cuestiones de carácter interno.

No hay que descartar, entre las hipótesis, la necesidad de concentrar hacia un enemigo común, en este caso Estados Unidos y Corea del Sur, la atención de una población permanentemente afectada por la escasez alimentaria. Pero la presencia de un enemigo es cómoda para todos, incluso para los Estados Unidos que han podido aprobar planes para nuevos misiles, una imprevista inyección por parte del Pentágono de mil millones de dólares en beneficio de la industria bélica nacional. Acaso esto podría explicar tanta atención por parte de la administración de Washington.

Finalmente, puede que el juego sea todavía más sutil. La suerte de nueva guerra fría, no declarada, la que se oculta tras las declaraciones oficiales y las normales relaciones, dice que el Mar de China y el Pacífico en general es el más importante teatro del enfrentamiento entre China y los Estados Unidos.

Es clara la política de Washington de limitar lo más posible la expansión del coloso asiático. Varios países africanos que se estaban acercando demasiado a Pekín, han sido prontamente neutralizados (Libia y República Centroafricana). Puede que Pyongyang esté actuando un papel de malo sugerido por China – desde donde suelen salir importantes convoyes de ayuda hacia Corea del Norte –, una suerte de advertencia para que a Washington no se le vaya la mano con su acción de contención.

Oficialmente, China es crítica con el régimen norcoreano, pero también es cierto que es su principal aliado y proveedor. Y que la caída del comunismo en el norte de la península, absorbida por un aliado tan condescendiente con los Estados Unidos como Corea del Sur, significaría una frontera directa entre los dos bloques.

El problema es que estas políticas se llevan a cabo sobre el filo de la peligrosa navaja de un error que podría desencadenar un conflicto de proporciones.

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