Como a menudo sucede, lo que
no acontece en Buenos Aires tiene escasa difusión. Pocos medios de comunicación
fuera de la región del Nordeste se hicieron eco de un importante congreso sobre
física atómica y molecular de elementos pesados, denominado REHE, realizado en
septiembre del año pasado en Corrientes. Sin embargo, ese evento fue un hito:
docentes de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) organizaron por primera
vez en América el más importante congreso en esa materia, en el que
participaron ochenta científicos del más alto nivel y de 23 países.
Ha sido éste el punto de
partida de la conversación con el doctor Gustavo Aucar, coordinador del
congreso, docente de la UNNE, miembro de CONICET y director del Instituto de
Modelado de Innovación Tecnológica, organismo de doble dependencia
CONICET-UNNE.
“Del congreso participó una
comunidad de científicos que ha desarrollado estudios sobre sistemas
moleculares que contienen átomos pesados, los de las filas más bajas de la
tabla periódica como mercurio, uranio, plomo, platino, etc. Los primeros
congresos se hicieron en Europa y en 2010 en Pekín. Yo participé de esta
comunidad desde el principio, desde que hice mi posdoctorado en Dinamarca,
entre 1992 y 1994”, explica Aucar. “Hemos aportado mucho con otros
investigadores del Nordeste y por eso cuando planteamos que el evento se
realizara en Corrientes la propuesta fue aceptada. Además –agrega– en la
Argentina son muy pocos los que trabajan en esta área y el nuestro es el grupo
más fuerte en toda América del Sur”. Y aclara también el apoyo recibido en la
organización del evento tanto por el gobierno de la provincia de Corrientes,
como por la UNNE, el CONICET y el FONCyT (Fondo para la Investigación
Científica y Tecnológica).
–¿Cuál es la incidencia
práctica de estas investigaciones?
–Para estudiar compuestos
que tengan oro, por ejemplo, y entender los procesos físicos y químicos que
producen tanto su luminosidad, como su dureza o su perdurabilidad, uno debe
aplicar una física denominada cuántica relativista. Si desde la teoría no se
incluyen los efectos llamados relativistas, no se entienden los fenómenos que
ocurren en este tipo de materiales. Por ejemplo, sin incluir los efectos de la
relatividad, el color del oro sería como el de la plata, o el mercurio no sería
líquido, sino que sería sólido. Entender estos fenómenos permite diseñar nuevos
materiales orientados a aplicaciones.
–¿Cómo se fue construyendo
este grupo de investigadores en Corrientes?
–Luego de mi posdoctorado en
Dinamarca, donde fui con toda mi familia, entre 1992 y 1994, tuvimos que optar
entre volver a la Argentina o quedarnos en Europa. En mi familia primó la idea
de devolver al lugar al que pertenecíamos lo que habíamos recibido: traer la
experiencia familiar y profesional adquirida en el exterior. Así que volvimos
para construir un grupo que pudiera competir y aportar a nivel internacional
desde nuestra región. Siempre digo que si los más capaces se ven obligados a
abandonar su lugar de origen, esto lo empobrece. La pobreza de una región es
proporcional al número de sus mejores recursos humanos que la abandonan.
–¿Fue una tarea fácil?
–Nunca habría imaginado que
sería tan difícil. En los noventa no existían las condiciones que hoy tiene el
país de apostar a la ciencia y la tecnología. En ese entonces era algo
“superfluo”, con escasos recursos y salarios muy bajos. En algunos casos había
que partir de cero. Creo que los primeros cinco años fueron de grandes
incógnitas acerca de la opción de volver al país. Pero, de a poco, algunos
alumnos brillantes se fueron incorporando al grupo, empezaron a formarse y el
motor así pudo arrancar. Puedo decir que recién ahora, después de tanto tiempo,
luego del congreso realizado, sentí que había regresado para esto. Advertí, en
cierto sentido, una vocación, un llamado muy fuerte en mí que me confirmó en la
decisión de trabajar aquí.
–La investigación está
recibiendo un fuerte impulso, incluso cientos de investigadores han regresado
al país...
–Sin duda. Hacía décadas que
la Argentina no contaba con un período tan importante para la ciencia y la
tecnología como los últimos siete u ocho años. Se han dado las condiciones para
que no sólo regresaran científicos, sino que se establecieron bases de un
desarrollo que va a ser muy difícil de modificar en el mediano plazo. No sólo
por los recursos a disposición, sino por la calidad de la estructura que se ha
implantado en el país, con la promoción de nuevos institutos, nuevas redes,
nuevos investigadores, instrumentos de promoción, proyectos, etcétera.
–Eso supone un sistema de
universidades que, evidentemente, son aptas para formar investigadores.
–Creo que la Argentina se
caracteriza por un nivel de instrucción básica muy marcada y por ser un crisol
de razas, que la hace peculiar respecto de otros países de la región. Además,
la universidad pública y gratuita hace que incluso quienes provienen de
sectores muy humildes logren estudiar y obtener títulos universitarios, lo que
amplía la base de recursos humanos intelectualmente bien dotados que distingue
el país. También es cierto que, en general, a nuestras universidades les cuesta
alcanzar el envión que estamos teniendo en ciencia y tecnología. Los recursos
humanos que ingresan en el sistema de Ciencia y Tecnología como el CONICET, a veces
no reflejan lo que ocurre en la universidad en general. Sin embargo, muchos de
estos recursos son de muy alto nivel, competitivos a nivel internacional.
–¿Cuál es el rol de la
investigación en un país?
–El Nordeste es una de las
regiones más pobres del país, y a mi entender eso tiene que ver con que los
recursos humanos de más alta calidad se van porque muchas veces no tienen
posibilidad de desarrollarse aquí, pese a que la región los necesite como el
agua. En el mundo actual, una región que no cuenta con una estructura
científico tecnológica que pueda decodificar lo que se conoce y se desarrolla
en otros lugares para aplicarlo localmente, termina por estancarse viviendo con
estructuras y modalidades de otros tiempos. En el mundo globalizado en que vivimos,
la investigación, que debe ser del más alto nivel posible, es uno de los
factores decisivos para el desarrollo local, tanto por lo que produce como
conocimiento volcado en aplicaciones, como por el estímulo de desarrollo humano
que despierta en las nuevas generaciones.
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