jueves, 7 de enero de 2010

Chile ante el balotaje

Faltan 13 días para la segunda vuelta electoral y los sondeos indican a Sebastián Piñera como el próximo presidente de Chile. Si Eduardo Frei logrará revertir este pronóstico habrá merecido su triunfo y dispondrá de mucho crédito político para ejercer ese cargo. Y en ese caso la Concertación, la coalición de centro izquierda de la que es candidato, podrá hablar de milagro.
Sí, porque los números dicen otra cosa. La primera vuelta en diciembre marcó una rotunda derrota de la Concertación. Su candidato no pudo alcanzar, aunque por muy poco, el 30% de los votos, mientras que Piñera se ubicó en el 44%. Un tercio del 20% cosechado por Marcos Enrique Ominami, si se confirman las tendencias, debería pasar a integrar el caudal electoral de Piñera en el balotaje del próximo 17 de enero. No será suficiente, pues, que el 6% que votó a favor de Jorge Arrate - el cuarto candidato a la presidencia en diciembre -, se vuelque a favor de Frei, como aparece lógico.
Sin embargo, los números dicen también otra cosa cercana a la paradoja. Pese a todo, la centro izquierda sigue siendo una opción mayoritaria en Chile. Tanto Ominami como Arrate provienen de la Concertación, de la que han salido intentando provocar un cambio de programa y de método político. Arrate reivindicando las históricas posturas progresistas de la Concertación, Ominami apelando al recambio de sus líderes y a una mayor democracia interna. Si se suman los votos de Frei y de sus dos ex compañeros de coalición la suma da el 56% de los votos, frente al 44% de la derecha.

Pese a que eso se de en otro orden de cosas, no se puede soslayar que la presidenta Bachelet en diciembre recibía el apoyo de casi el 80% de los chilenos por su gestión, habiendo más que duplicado ese porcentaje desde el comienzo, por cierto no fácil, de su presidencia.
¿Cómo se explica entonces tan rotundo fracaso electoral? El escaso carisma de Frei, acaso un candidato que no fue la mejor opción para la Concertación, no lo explica todo. Quizás parte de las causas hay que encontrarlas en el desgaste provocado por 20 años de gobierno ininterrumpido - en los cuales Democracia Cristiana y Partido Socialista han alternado sus figuras al mando del poder ejecutivo -, en el escaso recambio de sus líderes, en los casos de corrupción que han aparecido  - fenómenos mal tolerado en la sociedad chilena - y, por sobre todas las cosas según los críticos más agudos, en el renunciamiento a sus postulados históricos de mayor justicia social.
En efecto, pese a su continuo crecimiento, a su solidez macroeconómica, y al mejoramiento de los índices de pobreza, Chile sigue siendo uno de los países con mayor desigualdad del continente, acaso superado sólo por Brasil. El tradicional clasismo, aceptado a menudo con cierto grado de fatalismo por muchos ("siempre fuimos así", es el comentario más frecuente), ha puesto severas barreras a la movilidad social. En efecto, una parte de la Concertación reconoce que en veinte años no se han producido sino tímidos cambios en la estructura económica y productiva del país, que sigue los carriles fijados por el gobierno del ex dictador Augusto Pinochet. Para el filósofo André Monares, también la centro izquierda ha comprado el paquete neoliberista que ha vendido el "modelo exitoso" chileno, dejando a un lado la necesidad de una mejor redistribución del ingreso. "Ser pobre significará para muchos chilenos seguir siendo pobre", comenta el sociólogo Felipe Portales, en un país donde hay una gran mayoría de asalariados que vive con grandes sacrificios. El acceso a la universidad para los estudiantes se convierte en una hipoteca que durará años. Frecuentar tanto la universidad publica como la privada cuesta entre 6.000 y 8.000 dólares anuales, y algunas carreras son más caras que otras. Los estudiantes trabajan para pagar los intereses del préstamo al cual podrán acceder gracias al aval estatal y que pagarán una vez que comenzarán a trabajar. "Tengo 42 años, gano bien y mi esposa y yo terminamos de pagar el prestamo hace dos meses", comenta un docente de la Universidad Católica. Y eso es un freno importante en una sociedad muy competitiva, en la cual existe una gran presión para ser excelente a nivel de estudios, tarjeta de ingreso cada ez más indispensable para el mundo del trabajo. No son pocos los estudiantes chilenos que realizan sus estudios en las universidades argentinas, aprovechando del sistema gratuito. 
"Es demasiado pronto para un análisis acabado - confiesa con sabia prudencia al otro día del revés electoral de la Concertación en diciembre  Mireya Dávila, docente de Ciencias Políticas de la Universidad A. Hurtado -, hará falta estudiar a fondo este resultado".
Pero sobre esta base, la posible victoria de Piñera es indicativa de que no son muy probables cambios en la conducción del país. Continuidad, por lo tanto y estabilidad,  aunque habrá que lidiar con una muy posible protesta social. Y Piñera, a su vez, deberá demostrar a los chilenos que sabrá hacerlo mejor que sus predecesores.

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