lunes, 11 de enero de 2010

Banco Central y la desprolijidad en política

Se podría decir que el tema de fondo, o uno de éstos, que se oculta tras la cuestión de la crisis entre el Gobierno il el presidente del Banco Central es la autonomía de esta entidad respecto de la gestión de gobierno.
La cuestión no es nueva. Los bancos centrales  controlan la emisión de moneda y nacen sobre todo a partir de la experiencia traumática de la crisis de 1929 y años sucesivos.
Para los que adhieren a la lectura neoliberista de la economía, la total autonomia de los bancos centrales respecto de la polítia del Poder Ejecutivo es casi un dogma. Pero esta postura es coherente con la idea de que la intervención del Gobierno en materia económica es un estorbo y violenta las dinámicas del mercado que tiene que ser dejado en la más total libertad.
Ahora, si en cambio se está de acuerdo en el rol que tiene un gobierno respecto de la economía y de la necesidad de intervenir para corregir las distorsiones que se producen en el mercado, y que se transforman en desigualdad y pobreza, es inevitable preguntarse si es razonable que la política del Banco Central sea ajena a la gestión de gobierno. Una cosa es gozar de cierta autonomia, otra cosa es pretender que la política económica de un gobierno no involucre también al Banco Central. En en ese caso estaríamos creando un cuarto poder que la Constitución no prevé, ni en la letra ni en el espíritu.
Lamentablemente, no es éste el debate de fondo. Y la tormenta que azota el panorama político nacional desde hace una semana es más bien fruto de desprolijidades y de rencillas internas y, cuando no, de cálculos polícos.
La oposición ha transformado en paladín de la institucionalidad a Martín Redrado, quien en realidad dista mucho de ser el defensor "del dinero de la gente" y de la autonomía del Banco Central. Por el mero hecho de que hasta ahora ha sido un obediente ejecutor de las indicaciones del Ejecutivo. ¿O nos olvidamos que era presidente de la entidad cuando, en otra circustancia política y económica, el gobierno decidió el histórico pago de la deuda con el FMI? En sa oportunidad, la Argentina pagó un monto superior a los 9.800 millones de dólares utilizando sus reservas.
Podríamos discutir si fue o no oportuno, justo o conveniente ese pago. Y sería una discusión más que legítima. Pero sería otro tema, aunque no menos importante.
Por lo tanto, si Redrado no comparte el enfoque económico del Gobierno lo lógico hubiese sido que presentara su renuncia, sin transformar la cuestión en una crisis institucional, como en su momento lo hizo su antecesor Aldo Pignanelli.
Lamentablemente, el matrimonio Kirchener tiene un alta propensión para complicar también aquellas cosas que podrían ser más sencillas,  y  con demasiada frecuencia  soslaya que el respeto por las instituciones y sus formas es un principio indispensable para el sano funcionamiento de una democracia, porque significa también control y participación de los demás actores políticos para estar a salvo de la arbitrariedad y la discrecionalidad en el uso del poder. Por lo visto, desde el Gobierno no se tolera que las instituciones fijen "formas" y "momentos" para ejecutar las disposiciones de sus autoridades. De ahí las continuas crisis con las demás instituciones y demás poderes ue el Ejecutivo pretende domesticar.
Una lástima, pues como dice el dicho: se cazan más moscas con una cucharita de miel que con un barril de vinagre.

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