Varias noticias preocupantes han aparecido en estos días.
Desde hace meses, varios de los Gobiernos de la región han corregido hacia la baja sus previsiones de crecimiento o, directamente, de recesión. Colombia, Ecuador y Chile figuran los que ajustaron sus expectativas de crecimiento a niveles más bajos. Brasil en cambio, tuvo que admitir que su nivel de recesión se incrementa. La Argentina casi no está en condiciones de realizar un pronóstico claro para este año.
Al mismo tiempo, algunos informes de CEPAL y la ong OXFAM, señalaron que en 2014 y 2015 el número de pobres de la región se incrementó de 168 a 175 millones, luego de diez años de una importante reducción que en varios casos permitió cumplir con el Objetivo del Milenio de reducir a la mitad la pobreza. Otro documento indica la escasa propensión de los sectores más ricos de América latina y el Caribe de pagar impuestos sobre sus rentas. El 10 por ciento más rico no sólo posee el 71 por ciento de la riqueza, sino que en promedio abona al fisco el 5,4 por ciento de impuestos sobre sus rentas. En algunos casos se llega a pagar apenas entre el 1 y el 3 por ciento de esos ingresos. En Europa y Estados Unidos el aporte fiscal de los más ricos varía respectivamente entre el 20 y el 14 por ciento. Se estima que en la región se evaden impuestos por 320.000 millones de dólares.
Algunos datos sobre la persistencia de la desigualdad: en 2014 el ingreso per cápita de las personas del 10 por ciento de mayores ingresos fue 14 veces superior que el del 40 por ciento de menores ingresos. Si en la región el índice promedio de desigualdad, medido con el coeficiente Gini (1 es el máximo de la desigualdad y 0 la condición ideal), se ubica en torno a 0,48/0,49, cuando en Colombia lo medimos teniendo en cuenta la tenencia de la tierra, el índice supera 0,8, es decir muy próximo a la perfecta desigualdad: todo en manos de poquísimos.
Los datos de la desigualdad corren un manto de argumentos falaces cuando desde sectores financieros e industriales se critican las políticas sociales aplicadas durante estos años. El problema verdadero, es que los sectores más pudientes quieren preservar su nivel de beneficios, pese a que éstos sean notables con respecto al promedio de ingresos en los diferentes países.
Sin duda, hubo corrupción (que no es nueva) y un mal uso de los recursos públicos, que debe corregirse. Pero en ambos casos estamos por debajo del monto astronómico evadido por los sectores pudientes, que también es un síntoma de corrupción. No tapemos el sol con un dedo: el verdadero desarrollo es el desarrollo de todos y no de algunos. Y el resultado de eso es la mayor armonía y cohesión social. Pretender mantener las actuales desigualdades es querer perpetuar una injusticia que sólo corroe el tejido social.
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