La candidata de centro izquierda obtuvo el 62 por ciento de los votos. Sn embargo, el nivel de abstención fue récord: sobre 13 millones de votante, casi ocho millones, el 59 por ciento se quedó en su casa.
Michelle Bachelet, pediatra de 62 años, ya presidenta entre 2006 y 2010, hija del general Alberto Bachelet, muerto torturado durante el régimen dictatorial de Augusto Pinochet, volverá a asumir el cargo presidencial el próximo mes de marzo de 2014. Ayer gano el balotaje que la oponía a la candidata de la derecha, Evelyn Matthei, cosechando el 62 por ciento de los votos. Su adversaria, apenas pudo rozar el 38 por ciento de las preferencias.
En embargo fue una victoria que si vine fue contundente, queda empañada por un histórico nivel de ausentismo de los electores, que ayer alcanzó el 59 por ciento. En la primera vuelta, en el pasado mes de noviembre, el 51 por ciento de los 13 millones de ciudadanos votantes prefirió quedarse en su casa.
Podrá objetarse que jugó a favor del alto nivel de ausentismo la percepción de que todo ya estaba definido, ya que la candidata de la alianza electoral de centroizquierda, Nueva Mayoría, contaba con una amplia ventaja de 25 puntos conseguida en noviembre. En efecto, desde antes que Bachelet aceptara volver a competir por la presidencia del país, la gran parte de los analistas consideraban que sería la ganadora.
Y esta percepción acompañó el desarrollo de una campaña electoral con perfil bajo, sin muchos entusiasmos, en la que la derecha pareció empeñares a perder. Desde la renuncia, por motivos de salud, del candidato surgido de las elecciones internas, al escaso apoyo con el que contó su abanderada, elegida a tres meses de las primera vuelta.
Sin embargo, los partidos deberán tomar nota de este mensaje indirecto de un electorado distante de las discusiones políticas y desencantado, que entiende que la solución de sus problemas no pasa por los resultados de las elecciones. "En veinte años de gobierno de centroizquierda y en cuatro de la derecha, no he visto cambios. Una vez en el poder, hacen lo mismo", comentaba ayer una docente que justificaba su decisión de no concurrir a votar.
La palabra clave de Chile es la desigualdad. En un país en el que para vivir dignamente se necesitan más de 500 mil pesos mensuales (unos mil dólares) la mitad de los trabajadores del país gana 251.000 pesos. La brecha salarial entre un gerente general de una empresa y el trabajador que menos gana supera las cien veces. La semana laboral sigue siendo de 45 horas, el aguinaldo representa, cuando va bien, apenas el 10 por ciento del sueldo. A nivel sindical no hay contrataciones colectivas, al tiempo que las familias con menos ingresos no tienen seguridad de poder garantizar la cobertura de salud y una mejor educación a todos sus hijos. Viven tratando de pagar sus deudas, con la ulterior desventaja: las mujeres reciben salarios un 30 por ciento más bajos.
El programa electoral de Bachelet contempla tres ejes: reforma constitucional, reforma tributaria para mejorar la redistribución (el 1 por ciento más rico se queda con el 31 por ciento del ingreso), reforma del sistema educativo, la verdadera fabrica de la desigualdad en el país, para llegar progresivamente a la enseñanza gratuita y de calidad.
No hay dudas, el resultado de su segunda gestión del país se medirá en términos de niveles de inclusión.
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