lunes, 17 de junio de 2013

En Irán eligen a un presidente moderado


Hasan Rohani se impuso, en la primera vuelta, con un abrumador respaldo popular, triplicando los votos de su adversario más directo y superando el 50 por ciento de las preferencias.

El triunfo electoral de Hasan Rohaní, el nuevo presidente de la República Islámica de Irán, es muy importante en un momento delicado de las relaciones internacionales, desde que el país persa, se quiera o no, ha asumido un rol determinante en los frágiles equilibrios de Oriente Medio. Tanto el conflicto en Siria, como la estabilidad de Líbano, como el contrapeso al poderío militar de Israel tienen en el régimen de los ayatolá un elemento de mucha influencia.

Rohani es conocido como un líder moderado y dialoguista, dotado de habilidad política. No es poco, si se piensa en los chisporroteos verbales de su predecesor, Mahmud Ahmadineyad, permanente fuente de irritación y de rechazo a nivel internacional por sus posturas radicalizadas. Su victoria, apoyada por otros sectores moderados, principalmente los de Rafsanyani y Jatami, indica también que en el país hubo una confrontación política con los ambientes más radicales y que los primeros se impusieron holgadamente. Rohani, en efecto, ganó en la primera vuelta, superando el 50 por ciento de los votos, el triple de los apoyos recibidos por quien llegó en el segundo lugar, el ultraconsevador intendente de Teherán Mohamad Bagher Qalibaf.

Desde que en 2009, los ultraconservadores ganaron las elecciones, en medio de acusaciones de fraude por parte de la oposición, coparon el poder con pocas contemplaciones respecto de los opositores. Una conducción poco abierta al diálogo, tanto hacia afuera como hacia dentro, que ha aislado progresivamente el país. Y la economía iraní, pese a ser uno de los mayores productores mundiales de gaz y petróleo, registra graves signos de crisis, efecto directo del modo con el que la cúpula político-religiosa ha gestionado el poder. Los efectos del embargo comercial son severos, inflación y desempleo son otros de los problemas que deberá afrontar el nuevo gobierno.

Conviene tener presente, de todos modos, que en el régimen de los ayatolá, el presidente de la república es el número dos, ya que el rol principal lo detenta el líder los clérigos, el ayatolá Alí Jamenei. En materia de programa nuclear, tema del que Rohani es experto por haber negociado en su momento el proyecto, y de política exterior, Jamenei tendrá la última palabra. Cabe esperarse entonces una negociación entre moderados y ultraconservadores, en la que Rohani contará con un respaldo político y popular importante y una legitimación que no tuvo su predecesor.

¿Es de esperarse un giro radical del país en política exterior? Parece difícil que se llegue a eso. Rohani es apenas una pieza de un mecanismo bastante más complejo que actúa a más niveles: por un lado, el enfrentamiento que en Medio Oriente se está dando entre el movimiento chiita y el movimiento sunita, en ambos casos en sus versiones más radicalizadas, lo cual se vincula con la acción expansiva de Irán que pretende afirmarse como potencia regional en Medio Oriente y Asia Central.

Por otro lado, Estados Unidos y otros países de Occidente, formalmente tratan de frenar el surgimiento de Irán como potencia nuclear, en violación de las normas internacionales. Sin embargo, los persas se han transformado en una suerte de "cuco" que oculta otros enfrentamientos estratégicos entre Estados Unidos, Rusia y China.

Parece difícil que los modales más civilizados y las posturas dialoguistas de Rohani puedan cambiar radicalmente este escenario. Pero tener un interlocutor con el cual discutir racionalmente sobre estos temas parece ser un primer, y no secundario, avance.

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