Hoy y mañana lunes los italianos votan para llegar a un nuevo gobierno. Pero, en medio de una crisis que sigue azotando el país, hay serias dudas sobre la gobernabilidad.
Entre las tantas peculiaridades del sistema político italiano, está también la celebraciones de los comicios electorales que abarcan el domingo y el lunes hasta las 14,00 hs. Los electores de la península, sin embargo, tendrán entre hoy y mañana la ardua tarea de despejar algo del sombrío panorama político y económico. De hecho, ninguno de los partidos que muestras chances de acceder al gobierno podrá hacerlo, con toda probabilidad, con los votos suficientes para gobernar. Ni la centro izquierda, ni la propuesta del último jefe de gobierno, Mario Monti, ni Silvio Berlusconi y ni Beppe Grillo, un humorista televisivo pasado a liderar un movimiento reformador de la política, dan muestra de poder alcanzar los votos suficientes para gobernar. Hará falta una coalición que se anuncia débil. En efecto, no falta quien hable de nuevas elecciones en octubre.
Las angustias políticas de los italianos no son pocas: el gobierno entrante heredará una deuda pública que casi llega al 130 por ciento del Producto Bruto Interno. La fragmentación política ha alcanzado niveles inéditos, pese a la tentativa en los ‘90 de reducir la cantidad de partidos políticos, al tiempo que una seguidilla de escándalos por corrupción salpica todos los sectores. El más antiguo banco italiano, el Monte dei Paschi di Siena, ha sido sacudido por las denuncias de uso ilegal de los fondos. La Liga Veneta, del secesionista Umberto Bossi, hoy paga el precio de haberse creído impoluta, hasta descubrir el caprichoso uso de los fondos del partido por parte de la familia de su mismo líder. Berlusconi, cuyo regreso a la política es considerado una catástrofe por los mismo aliados de Italia en la Unión Europea, está demostrando un nivel surreal de desfachatez. En un país donde el consumo ha bajado un nivel nunca alcanzado desde el fin de la Segunda Guerra Mundia, ha cerrado su campaña con declaraciones de un populismo insultante. Luego de proponer elevar las jubilaciones mínimas y devolver a los italianos la tasa sobre los inmuebles, una suma sideral, y ante el costo de la maniobra, espetó públicamente: “Pero ¿qué son al fin y al cabo 4.000 millones de euros? (4.000 millones de dólares)”, y prometió sostener al erario público con su propio patrimonio. “Como es valuado en 4.500 millones de euros, si me quedo con 500 millones tendré lo suficiente”.
El fenómeno nuevo de estas elecciones es el crecimiento del “Movimento 5 Stelle” de Beppe Grillo. Surgido sobre la onda del hartazgo por la política corrupta y los escándalos que la han envuelto en estos años, la propuesta del ex cómico es de un cambio radical, una suerte de “que se vayan todos”, comenzando por los legisladores procesados por la justiciay llegando a recortar los privilegios que se ha concedido la casta de los representantes del pueblo y los funcionarios públicos de alto rango. Sin embargo, el problema del país es el de una gobernabilidad que asegure estabilidad y no sólo figuras probas en el gobierno.
En este sentido, no termina de seducir la propuesta del centro izquierda liderado por el Partido Democrático, que recoge tanto a ex comunistas como a ex socialistas y sectores de centro, que en estos años no se ha caracterizado por decir algo nuevo acorde a sus ideales partidarios de justicia social.
Finalmente, una característica común a los gobiernos de cualquier que se han sucedido en los últimos 30 años es no haber sabido afrontar con determinación el cáncer de la mafia, cada vez más expendido a todo el país. Y eso supone un precio muy alto, ya que los negocios mafiosos contribuyen a mantener sumergida la economía del sur, inundan el país de dinero reciclado y facturan en torno a los 150.000 millones de euros al año.
Un fin de semana electoral incierto, por lo tanto, y un futuro que lo es todavía más. Siempre y cuando las urnas no reserven a los italianos alguna sorpresa, por improbable que sea.
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