miércoles, 27 de febrero de 2013

Cuando la indignación es una virtud

Falleció Stephane Hessel, el intelectual francés que fue una suerte de ideólogo para el movimiento de los "indignados". 
 
A los 95 años de edad, falleció el 27 de febrero el intelectual francés Stèphane Hessel, quien fue una suerte de ideólogo de los "indignados", la movilización espontánea de la sociedad civil que en los últimos dos años ha dado la vuelta al mundo. Sus primeros y más significativos pasos se dieron en España, como reacción a los feroces ajustes fiscales aplicados desde el estallido dramático de la crisis financiera comenzada en 2008. La protesta se opuso a las medidas del gobierno que ha trasladado sobre los sectores asalariados el costo monetario y social de errores cometidos y tolerados por los sectores políticos y de la alta finanzas.
La patente injusticia con la cual se ha procedido en el Viejo Continente para encarar la crisis motivó el libro en el que Hessel recogió sus ideas y que en francés se titulaba justamente "Indignez-vous" (¡Indígnense!, en español).
El movimiento de los indignados ingresó en la arena política de la primavera árabe y tuvo otras de sus expresiones en el movimiento "Occupy Wall Street" en referencia de los piquetes realizados en la más famosa plaza financiera del planeta, y sus ramificaciones llegaron a Grecia, Italia, Portugal, Irlanda, además que en la misma Francia, entre otros países.
Si hay algo que subraya la labor de Hessel y de los indignados es precisamente la virtud de saberse indignar. Porque lo que está aconteciendo en gran parte del planeta es literalmente indignante. Lo confirma la lectura que hacen de cómo está siendo encarada la crisis por parte de los muchos y autorizados observadores del fenómeno, desde economistas como Stiglitz, Krugman, Napoleoni a sociólogos como Bauman, para citar algunos nombres.
Luego de la fiesta de dinero virtual generado por las más descaradas especulaciones financieras que se haya visto en la historia, luego de que los sectores políticos han cerrado un ojo sobre el problema, pocos de los responsables del descalabro han pagado los platos rotos. Cabe recordar la... indignación del mismo presidente de los Estados Unidos ante los estratosféricos beneficios cobrados por los mismos que provocaron el problema, altos ejecutivos de entidades financieras. Mientras en Estados Unidos, España, Grecia e Italia el desempleo alcanzaba niveles inéditos, el peso fiscal cayó sobre los asalariados que, en promedio, tienen una carga fiscal que ronda el 40 por ciento de sus ingresos, mientras que la renta financiera sólo recientemente está comenzando a tener impuestos en torno al 25 por ciento.
Indignarse, es bueno recordarlo, es cosa distinta de odiar y menos todavía de recurrir a la violencia. Es, por cierto, un sentimiento y en ciertos casos también una virtud, porque supone no sólo denunciar una situación de patente injusticia, sino también de hacerse cargo de ésta.
Hay muchas cosas que deberían indignarnos, desde la desatención con la que a menudo la política desatiende los reclamos ciudadanos, a la escandalosa persistencia de la pobreza, a las desigualdades que terminan avalando la existencia de mundos paralelos e incomunicados, el de la exclusión y el del bienestar. Debería indignarnos la incapacidad de los sectores dirigentes de interpretar los cambios de este mundo desde la perspectiva del bien común y no de los intereses particulares.
Los cambios climáticos en curso están provocando nuevos futuros pobres y más miserias entre las poblaciones más vulnerables, pero demoran las medidas gubernamentales y en el plano de los oasis os multilaterales como la ONU, con tal de no perjudicar quienes hacen negocios con los combustibles fósiles, entre los principales responsables del calentamiento global, o con las otras industrias más contaminantes.
Hessel, quien en su juventud conoció la guerra y la deportación, supo Indignarse, así como lo hizo Gandhi, Muhammad Yunus, fundador del microcrédito, como Francisco de Asís y como el mismo Jesús, quien por cierto no fue tierno con los ricos. No por el mero hecho de serlo, sino acaso por sentirse tan seguros, protegidos por su buen pasar, que habían perdido la capacidad de indignarse ante la pobreza de los demás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario