Las partes seguirán reunidos sin pausa hasta definir la participación en la política de la guerrilla una vez que se inserte en la vida civil.
El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos le ha exigido a los negociadores del gobierno en La Habana regresar con resultados concretos, porque el proceso de paz con las FARC no puede seguir estancado. Por ese motivo, de acuerdo con los líderes guerrilleros, nadie se levantará de la mesa de discusión hasta haber encontrado una solución al tema de la inserción de los subversivos en la vida política del país una vez que las FARC acepten desmovilizarse. Puede que en pocos días habrá novedades al respecto.
Luego de meses de estancamiento, con mutuas acusaciones de frenar el proceso de paz, las negociaciones registran una aceleración impulsada también por el impacto de las fotos de líderes guerrilleros tomando el sol caribeño en un barco o paseándose por la capital cubana.
Hasta ahora el ritmo de las reuniones preveía once días de trabajo seguidos por otros tantos de pausa. Los representantes del gobierno regresaban a Bogotá y los guerrilleros en Cuba para que cada grupo trabajara separadamente. Algo, dentro de todo, normal en un proceso complejo como el de lograr la paz en Colombia, tal como lo puede ser un paseo por las calles de La Habana puesto que nadie trabaja las 24 horas del día.
Pero la política no conoce razones y los tiempos políticos en Colombia, en vista de las presidenciales del año que viene, dicen que es momento de definiciones. Las fotos de los guerrilleros en momentos de relax dispararon nuevas críticas por parte de quienes, como el ex presidente Álvaro Uribe, se oponen desde el comienzo al proceso de paz. Si a esto agregamos que buena parte de la opinión pública tiene sus buenas dudas acerca del proceso de paz, y que luego de lograr un acuerdo sobre apenas uno de los seis puntos en agenda, el de la cuestión agraria, se comprende que a este punto tanto a las FARC como al presidente Santos les conviene traer novedades de Cuba.
Para la guerrilla el riesgo de que las elecciones sean ganadas por la oposición representada por Uribe, significa volver a la opción militar. La mano dura ha sido la característica de Uribe en su gestión, pese a que con tal de presentar resultados, hubo militares que asesinaron a cientos de civiles inocentes presentándolos como guerrilleros.
Por cierto, este proceso cuenta con la anomalía de que se lleva a cabo en ausencia de una tregua militar. Es difícil aceptar que se tiendan emboscadas mientras se discute la paz. Pero también es cierto que luego de casi medio siglo de conflicto no es fácil confiar los unos en los otros.
Por otro lado, cabe preguntarse si es preferible la perspectiva de que en el conflicto siga, o si no es mejor que la actual anomalía tenga, al menos, la perspectiva de que se llegue a poner punto final a esta eterna guerra interna.
Todo proceso de paz siempre cuenta con situaciones imperfectas, en el plano de la justicia como de la política y del tejido social que queda dañado. La paz nunca es un laboratorio en el que los experimentos se llevan a cabo en circunstancias ideales. Por lo tanto, se consigue la paz posible, más que la deseada. Y difícilmente Colombia verá un resultado diverso, luego de décadas de violencia e injusticias. Será un gran resultado tan sólo haber puesto fin al enfrentamiento, aunque ello no responda en plenitud a las expectativas de los que más lo han padecido.
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