En los últimos años más de 8.000 indocumentados que intentaban cruzar en embarcaciones precarias los 113 km que separan las costas italianas de África perecieron en cientos de naufragios. El cementerio de la pequeña isla de italiana de Lampedusa se encuentra desbordado. Para el Papa es una vergüenza lo que sucede.
El Papa Francisco no podía usar una palabra más eficaz para describir la indignación ante la muerte de más de 200 personas en el incendio y el vuelco de una de las tantas chatarras flotantes que intentan franquear los 113 km de mar que separan África de las costas de la isla italiana de Lampedusa: vergüenza . Los medios de comunicación utilizan un lenguaje edulcorado y presentan una parte de los hechos, el del conteo de las víctimas y el esfuerzo de algunos voluntarios, otros medios incluso hablan de una operación rescate, pero la realidad es que quinientas personas naufragaron a pocas distancias de la costa italiana y 350 de ellas perecieron o quedan desaparecidas ante la inoperancia de las autoridades italianas que, literalmente, se quedaron mirando.
El barco había salido del puerto líbico de Misrata cargado, como a menudo sucede, de inmigrante indocumentados que dejaban a sus espaldas los dramas de Somalia y de Eritrea, con la esperanza de encontrar un mejor destino en Europa. A media milla de la costa el barco comenzó a hundirse y para señalar la situación de peligro, alguien decidió prender un fuego utilizando trapos que había en el puente. Solo que las prendas y el piso estaban empapadas de combustible, por lo que en minutos el barco quedó envuelto por las llamas y finalmente zozobró. Había muchos niños y mujeres embarazadas entre los migrantes.
La pequeña isla de Lampedusa es la puerta de ingreso al Viejo Continente y hasta allí los traficantes de personas llevan muy a menudo a los miles de desesperados luego de quedarse con sus últimos dineros. Se estima que en estos años ha habido más de 8 mil muertos en el intento de alcanzar la isla. No es infrecuente que los contrabandistas, en realidad, echan al mar a los inmigrantes una vez que se encuentran distantes del puerto de salida. Hace apenas una semana, 13 inmigrantes eritreos perecieron a pocos metros de la playa, navegando en un barco colmado con cientos de personas.
El tema es que la ley italiana, exigida por los aliados de Silvio Berlusconi durante uno de sus gobiernos, ha transformado en delito ingresar al país indocumentados violando sin consideraciones por la situación de los miles de refugiados que buscan asilarse en Italia, aunque en realidad es Europa la meta de su viaje. Y ya ha habido a pescadores procesados por haber socorrido a las víctimas de un naufragio en el mar que separa Italia de África, a esta altura un verdadero cementerio.
Es lo que sucedió anteayer, ya que según algunos sobrevivientes tres pesqueros pasaron de largo sin prestar ayuda. Pero otros voluntarios que salieron valientemente a rescatar a los náufragos denunciaron en las redes sociales la inoperancia de la guardia costera que no intervenía en espera de “instrucciones de sus superiores” mientras a su alrededor la gente se ahogaba. La sofisticada instrumentación de la que es dotada la armada, puede tener bajo control el fenómeno de los inmigrantes e intervenir con eficiencia.
La intendente de Lampedusa hace poco escribió a las autoridades de la Unión Europea denunciando dramáticamente: “¿Cuán grande debe ser el cementerio de mi isla”. Italia es parte de la Unión Europea y hace falta una normativa más clara al respecto, pues difícilmente la región puede cerrarse tan duramente al ingreso de extranjeros.
Durante el rescate de los que fue posible salvar, varios socorristas lloraban ante tanto sufrimiento y ante tanta injusticia. Los partidos de derecha responsable de la ley que impide incluso tener piedad, acusan cínicamente de “buenísmo” a aquella parte de la sociedad civil se pide derogar la ley, crear un corredor humanitario y considerar bajo el régimen de asilo político a los miles de inmigrantes. Acaso a eso se refiere el Papa cuando habla de vergüenza.
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