En setiembre, debido al conflicto del agro, su popularidad se había desplomado. Algunos precisos golpes de timón, en política exterior y en el manejo del proceso de paz con las FARC, han sido bien recibidos por la opinión pública.
Los cambios en la estrategia de gobierno del presidente colombiano Juan Manuel Santos están dando resultados incluso a nivel de popularidad. Un reciente sondeo de la encuestadora Gallup muestra que la imagen favorable de Santos repuntó al 43 por ciento, luego de que bajara al 34 por ciento durante el pasado mes de setiembre, cuando el gobierno se vio arrinconado por un duro paro agrario, mal manejado en su comienzo. En ese momento, la popularidad de Santos llegó a desplomarse al 21 por ciento. La imagen desfavorable del mandatario llegó al 72 por ciento de los encuestados. Un dato realmente preocupante para alguien que aspira a un segundo mandato. El presidente tiene todavía un mes de tiempo para decidirse, mientras que las encuestas indican un leve repunte en las calificación positiva que la ciudadanía otorga a la acción del Ejecutivo en materia de empleo, de economía y en el tema de la crisis del agro.
Muy posiblemente, la imagen del gobierno mejoró debido a la postura asumida ante el fallo adverso de la Corte Internacional de Justicia de La Haya en el diferendo fronterizo con Nicaragua. Colombia perdió unos 75 mil kilómetros cuadrados de mar que el tribunal consideró ser parte del territorio nicaragüense. Santos cuestionó el fallo y defendió la soberanía sobre el archipiélago de San Andrés y Providencia alegando que éste es inaplicable en cuanto va en contra de la constitución nacional. La mayoría de la opinión pública e incluso desde sectores de la oposición el presidente cosechó apoyos.
Otro motivo que parecen haber fortalecido la imagen de Santos, ha sido el de la defensa del proceso de paz comenzado hace más de un año con la guerrilla de las FARC. Pese a que los avances recientes han sido pocos y que apenas uno de los seis puntos de la agenda ha sido resuelto positivamente (el de la reforma agraria), Santos trató de dejar bien en claro que se trata de la política más conveniente para el país. Sin embargo, el presidente también utilizó argumentos más enérgicos para imponer un ritmo más acelerado a las negociaciones, que hasta las mismas FARC consideraban estancadas.
Pese a que, según el Centro Nacional de Consultoría, la desaprobación de su gobierno está en 58 por ciento y el 60 por ciento considera que el país va por mal camino, el futuro de Colombia depende mucho de la solución de un conflicto que dura desde hace casi medio siglo. El triunfo electoral de algún abanderado de la solución militar podría significar regresar a un pasado que nadie quiere. Por otra parte, avanzar en este proceso supone buscar soluciones que distarán de ser perfectas tanto en el plano político, como en el plano de la justicia. La soluciones óptimas suelen ser frecuentemente enemigas de lo bueno o, como se diría en política, de los posible. Santos lo sabe y sabe que le queda poco tiempo para consolidar este proceso y, con él, sus chances de reelección.
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