Barack Obama ha logrado un segundo mandato presidencial. El
conteo final de votos le da una ligera ventaja sobre Mitt Romney, pero
se trató de un resultado reñido en términos generales. Menos reñido es
el resultado de los votantes del colegio electoral, ya que la elección
del presidente es indirecta. Allí el ganador debía conseguir 270
votantes sobre los 540 del colegio.
Obama obtuvo 332 contra los 206 que consiguió su adversario,
superando a los republicanos en estados clave como el de Florida, donde
desde hacía seis elecciones los republicanos se aseguraban los 29
electores en juego. Fue allí que en el año 2000 Al Gore perdió frente a
George W. Bush por unos 500 votos, pese a haber totalizado la mayor
cantidad de votantes del padrón electoral nacional.
De todos modos, más allá del resultado final, los demócratas y el
mismo Obama deberán analizar a fondo estas elecciones de las que salen
ganadores pero con el voto en contra de una parte consistente del
electorado, gracias al apoyo de sectores como, por ejemplo, los
inmigrantes latinos. Obama accedió a su primer mandato con una victoria
más holgada, que había suscitado muchas esperanzas. Era nada menos que
el primer presidente de color en la historia del país.
Sin embargo, su gestión trajo muchas desilusiones, comenzando por los
inmigrantes que no pudieron ser beneficiados por todos los proyectos
que fueron anunciados a su favor pero que nunca se concretaron. Por
cierto, el presidente Barack Obama tuvo que enfrentarse a la peor crisis
financiera en décadas, consecuencia directa de un sistema económico que
ha hecho de la desregulación de los mercados y de su libertad su
emblema, además de un gasto público y un nivel de endeudamiento muy
elevado. Su reforma del sistema de salud llegó a ser aprobada, pero
recortada por enmiendas que limitaron su impacto.
Acaso en materia de relaciones exteriores Obama ha desilusionado más
que en su propio país, pues muchos esperaban un cambio sustancial de la
política de los Estados Unidos que no se produjo. Con algunas sacudidas y
signos de decadencia, el liderazgo de esta superpotencia sigue siendo
determinante en el plano global, pero basado en la combinación de su
fuerza militar y su poderío económico. Guantánamo sigue siendo una
ofensa a los derechos humanos, la lucha contra el terrorismo presenta
más sombras que resultados, pero a pesar de esto, la postura de Romney
en materia de política exterior habrían significado un grave retroceso
hacia un preocupante unilateralismo del que el mundo probó las
consecuencias en Iraq y Afganistán.
La cuestión es que el electorado de los Estados Unidos elige a su
presidente concentrado en los temas internos. Romney perdió por su
incapacidad de seducir a los sectores más progresistas y de las clases
media y media baja, precisamente los más afectados por ese capitalismo
que acentúa las desigualdades y premia a los que más tienen, del que él
mismo es un defensor y mentor.
Obama insiste en que la economía está dando signos de recuperación y
su discurso incluyente, sensible a la dura realidad de los menos
favorecidos, ha terminado por convencer. En sus palabras, la
reactivación será posible si el sistema tributario hará pagar más a los
que más tienen. Sin embargo, no le será fácil, pues ha logrado la
mayoría en el Senado pero no en la Cámara baja que sigue siendo
controlada por los republicanos y éstos han demostrado ser tenaces
opositores, especialmente de ideas tan “extremistas” en materia
tributaria.
Los próximos cuatro años dirán si los demócratas sabrán alcanzar
resultados que permitan una continuidad en el gobierno o si a la Casa
Blanca volverán los republicanos. Dependerá mucho de cómo se podrán
sortear los efectos de la crisis y si efectivamente el país logrará dar a
todos más oportunidades.
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