jueves, 15 de noviembre de 2012

La mecha encendida en Gaza

Gaza es nuevamente teatro del enfrentamiento entre los palestinos de Hamas y los israelíes. El ejército de Israel respondió a los lanzamientos de centenares de misiles que se han producido desde hace meses con bombardeos realizado por aviones con y sin tripulación (drones), buques de la armada y tanques que han aparecido en la Franja de Gaza. Esta semana se recurrió a la eliminación selectiva de exponentes de Hamas y fue muerto en su auto el jefe militar de Hamas, la organización bajo cuyo dominio ha recaído el angosto territorio de Gaza (en los territorios de Cisjordania el control está en manos de Fatah).
Se cuentan varias decenas de civiles muertos por los bombardeos del ejército de Israel, algunos de los cuales bebés y niños, al tiempo que al menos tres ciudadanos israelíes perdieron la vida por el lanzamiento de cohetes, algunos de los cuales llegaron hasta las inmediaciones de Tel Aviv.  Se están usando cohetes medianos con un alcance de 75 km, de hecho sus instalaciones han sido blanco de los ataques de las fuerzas israelíes.
El contexto político en el que recrudece este interminable enfrentamiento es complejo. Por un lado los palestinos han solicitado un pronunciamiento de las Naciones Unidas a los efectos de ser reconocidos como Estado, lo cual genera un elemento de tensión sobre todo porque una parte de sus territorios, precisamente la franja costera de Gaza, es controlada por Hamas, sector más radicalizado. Durante el trascurso de este mes debería votarse la resolución. Por otro lado, se aproximan las elecciones anticipadas en Israel y los sectores que quieren imponer la lucha frontal contra Hamas.
El ejército y los servicios de inteligencia tienen mucho peso y lo están utilizando. A su vez, en el mundo árabe los cambios producidos en los últimos dos años todavía no han alcanzado un punto de equilibrio. Los Hermanos Musulmanes, hoy con propuestas políticas más moderadas, han ido ganando las elecciones pero el crecimiento de los sectores salafitas, más fundamentalistas, está complicando los equilibrios en muchos países.
Esto ha producido una fractura en Hamas, desde siempre vinculado a los Hermanos Musulmanes, entre los partidarios de una postura más moderada, cercana por ejemplo a la del presidente egipcio Morsi, y los más radicalizados partidarios de la solución armada. En efecto, el presidente Morsi ha enviado una delegación ministerial al territorio de Gaza, precisamente con el objetivo de evitar una escalada militar. En el medio, influyen también los temores suscitado por los planes nucleares de Irán, argumento que desde siempre enciende la mecha de las tensiones en la región.
En realidad, en el medio está la población civil, de un lado como del otro. La que suele pagar el precio más alto. Muertos y heridos, la permanente tensión, el miedo a una explosión que modifique tu vida para siempre.
La Franja de Gaza es una lengua de tierra de unos 51 km en su lado más largo y de 11 km en el punto más ancho, en la frontera con Egipto. Podemos imaginarla como desde Avellaneda hasta La Plata, con un ancho irregular que se reduce a un par de kilómetros en los puntos más angostos. Allí viven un millón y medio de palestinos, la gran parte refugiados que perdieron sus casas desde el surgimiento del conflicto con Israel.
Una llaga que nunca se ha cerrado. El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ha anunciado a la prensa el uso de “bombardeos quirúrgico” para destruir las plataformas de lanzamiento de los cohetes, algunos caseros aunque no por eso inocuos. Pero se trata de un eufemismo al que nadie puede resignarse: lo dicen la veintena de muertos causados por las represalias del ejército israelí, entre ellos dos bebés de menos de un año, varios niños, chicos que jugaban en una canchita de fútbol, un enfermo mental que se acercó demasiado a la línea de frontera... Los heridos son más de 150 en hospitales precarios, donde se da prioridad a casos más graves, aunque abundan heridas de bala, amputaciones traumáticas, etc. Por momento falta la energía eléctrica cortada desde territorio israelí.
Un rol fundamental en esta coyuntura puede ser precisamente la del presidente egipcio Morsi quien podría aprovechar la oportunidad para apaciguar los ánimos y, de paso, disminuir las relaciones con Israel que se han tensado mucho. Una postura más radicalizada para salvar diferencias internas en Hamas, pero aportaría muy poco y echaría nafta al fuego de una situación explosiva. Sin embargo, no es de descartar esta actitud. La comunidad internacional no aparece como un actor que en lo inmediato puede actuar eficazmente. La única chance para que cesen las hostilidades es que las partes comprendan que con las armas nunca jamás podrán resolver un conflicto que ya ha durado demasiado.

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