jueves, 22 de noviembre de 2012

¿No hay alternativas?

"No hay alternativas". Lo repite el gobierno español de Mariano Rajoy, pero de ello están convencidos gran parte de los gobernantes europeos, quienes están practicando un ajuste tras otro en una Europa azotada por la crisis financiera. Y eso sin que nadie logre permitir entrever una perspectiva de salida.
Lo repitió ayer un ministro español ante las multitudinarias manifestaciones en su propio país y a pocos días del suicidio de una mujer que se vio acorralada por el desalojo forzado de su vivienda. La noticia impactó y los desalojos fueron suspendidos por dos años. Es decir, al menos una alternativa había.
Esta misma frase se escuchaba hace treinta años. Solía repetirla la "dama de hierro", la primera ministro británica Margaret Thatcher, en los debates por las privatizaciones, cuando siguiendo los principios de la economía neoliberista que imponían el Estado mínimo, miles de mineros quedaron en la calle como efecto de un ajuste llevado a cabo sin contemplaciones. La expresión fue condensada en una acrónimo TINA formado por las iniciales de las palabras en inglés (there is no alternative). El ex primer ministro aleman Schröder lo tradujo a su idioma:  “Es gibt keine Alternativen”.
Esta ausencia de alternativas ha provocado pocas mejoras, mucha desigualdad y mucha exclusión. En los países pobres supuso el comienzo de la época del problema de la deuda externa y los ajustes estructurales del FMI y el Banco Mundial. Hoy estas mismas recetas se aplican en Europa, porque en los países pobres de América latina, por ejemplo, se demostró que había una alternativa: la combinación de comercio en condiciones de igualdad con potencias económicas como China e India y políticas de transferencias de recursos y mejor redistribución del ingreso dieron los resultados esperados. De hecho, lo admite el mismo Banco Mundial, en la región la clase media creció un 50 por ciento en menos de una década.
En Europa hoy aparecen los efectos de las políticas de los ochenta. Hay barrios enteros de Londres poblados por familias que viven de los subsidios y de madres solteras. La exclusión fácilmente se torna resentimiento y tanto en la capital británica como en París ya ha habido brotes de violencia en repetidas oportunidades.
Se repite que no hay alternativas mientras que las medidas de ajuste combinadas con la crisis han destruido 250.000 mil empresas en España, al tiempo que el desempleo ha alcanzado el 25 por ciento de los trabajadores. El mismo guarismo alcanzado en Grecia. Con el agravante de que entre los jóvenes el desempleo llega al 40 y 50 por ciento. En toda Europa más del 11 por ciento de los trabajadores está sin empleo.
Sin embargo, repasando las medidas adoptadas por el gobierno español, entre las cuales figura el aumento del IVA, reducciones del gasto público en general y también en salud y educación, congelamiento de salarios públicos, etc., no se encuentra una sola tentativa de tasar las rentas financieras, de hacer pesar el mayor costo del ajuste sobre quienes más ganan. Ningún gobierno, por ejemplo, ha querido reducir el peso de la deuda pública reestructurándola con una quita indispensable a esta altura, o reteniendo durante unos años esos títulos pero a una tasa mínima. Eso no se toca. Sí se tocaron las viviendas de gente que no tiene ninguna responsabilidad de esta crisis claramente provocada por una elite política irresponsable. Se prefirió escuchar el dictamen de los mercados financieros, corresponsables del descalabro.
Se equivoca ese ministro español: alternativas hay, lo que no hay es coraje para aplicarlas.

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