Pasados
los primeros momentos de impacto por las revelaciones de los Panama
papers (los documentos de Panamá), comienzan las preguntas que
surgen analizando más fríamente los hechos.
Es
sabido que los refugios fiscales atraen dinero de evasores,
corruptos, criminales y juegos poco claros. La condena, no de los
ricos y poderosos, sino de los ciudadanos de a pie y de parte del
mundo político es tajante. Sin embargo, cabe preguntarse quién y
cómo se difunde esta documentación, más allá de las explicaciones
del grupo de periodistas que ha trabajado en los Panama papers.
Nadie duda de que es un scoop periodístico lo que aparece
en las revelaciones. El tema, más bien, es lo que no dicen. Vamos a
hacer un ejercicio de reflexión.
Los
documentos difundidos en su momento por Wikileaks fueron 250.000
archivos. Nadie se imagina a alguien leyendo tantos documentos,
seleccionando y dando en el blanco con los más jugosos en medio de
11,5 millones de carpetas digitales, 46 veces las de Wikileaks. De
estar impresas, formarían una columna de papeles alta cientos de
kilómetros. Es claro entonces que fue necesario recurrir a un
software para buscar en este mar de datos que abarca desde 1971 a
2015. Lo explica el proprio International Consortium of
Investigative Journalists cuando presenta su labor. La pregunta
es ¿quién pone y cuáles son los parámetros de la búsqueda en
medio de tantos datos? Porque es llamativo que no aparecen nombres
vinculados con la más poderosa economía del planeta. Es raro,
siendo que el estudio legal Mossack Fonseca trabajaba en gran parte
de las plazas financieras mundiales. Cuando se avanza en el análisis
del proceso de divulgación de los datos, las dudas se incrementan.
Hubo una
mano anónima que, incluso gratis, envió esa masa de información al
diario bávaro Süddeutsche Zeitung. Este medio pertenece a una casa
editorial vinculada a los principales conglomerados editoriales
alemanes. Aun así, se trataba de una mole de trabajo inmensa, así
que la redacción recurrió al International Consortium of
Investigative Journalists (ICIJ), un red de 190 periodistas de más
de 60 países especializado en los escándalos financieros.
El tema
es que el ICIJ es una emanación del Internacional Center
for Public Integrity con sede en los Estados Unidos. Entre los
financiadores de esta última institución figuran las principales
fundaciones de grandes familias capitalistas, como los Rockefeller,
los Rothschild... la Open Society de George Soros, entre otros
filántropos de esta envergadura. Y aquí las dudas se intensifican,
porque es conocida la actividad especulativa en las finanzas de
Soros. Verlo entre los patrocinadores de un organismo de este tipo
supone más de un conflicto de intereses.
Existe
por tanto un vínculo entre la red de periodistas y un grupo de
grandes capitales, los que toman las decisiones claves en el mundo
todavía más opacas que los juegos ocultos desde los paraísos
fiscales. Y quizás eso explique la ausencia de firmas y nombres de
la economía estadounidense. Hasta el momento se
contabilizaron apenas 211 nombres, sobre millones de papeles
que, además, abarcan 40 años. Sin embargo, quienes salen afectados
por la filtración son adversarios o aliados de la política de la
Casa Blanca.
Si nos
concentramos un poco más sobre el estudio Mossack Fonseca, aparece
que el bufete se especializaba no sólo en el tema del reciclaje de
dinero y la evasión fiscal, sino también en actividades de evasión
de sanciones internacionales. Quizás eso explica, en primer lugar,
la ausencia de firmas y nombres de estadounidenses. No tenían
necesidad de evadir sanciones, siendo que son del país que suele
aplicarlas. Pero hay algo más.
Varios
años atrás, entre los asesores económicos de Barack Obama fue
convocada Christina Romer, una experta de la depresión surgida de la
crisis de Wall Street en 1929, la que siguió en los años sucesivos.
La tesis de Romer, es que para superar esa fase más que el famoso
New Deal, el aporte principal provino del flujo financiero que atrajo
los Estados Unidos a medida que se acercaba el drama del segundo
conflicto mundial. Es la razón por la que desde la gran potencia
global se intentan canalizar los capitales financieros
internacionales hacia los paraísos fiscales del área anglo-sajona.
Hasta hace poco, en efecto, los Estados Unidos encabezaba el ranking
de los paraísos fiscales, gracias a las facilidades ofrecidas por
estados como Nevada, Delaware y Wyoming a la hora de contar con un
sistema muy discreto y sin controles, que asegura el secreto bancario
y el anonimato en las firmas empresariales. La city de Londres es
otro refugio fiscal, como los son algunas de las islas bajo soberanía
británica. A su vez, por ley los abogados norteamericanos no pueden
revelar nombres de clientes, motivo por el cual un ejército de
legales figura como directivos de empresas más o menos fantasmas.
El tema
que en el fondo se pretende instalar, no es la eliminación de todos
los paraísos discales, sino los de ciertos lugares del mundo. El
golpe asestado contra Panamá tendrá sus repercusiones, así como
las tuvieron las presiones para franquear el secreto bancario de
Suiza. Es, además, bastante claro que la promoción del Tratado
Transatlántico de Libre Comercio (TTIP) es parte de esta
reorganización. Así como las sanciones aplicadas hasta el momento,
por diferentes razones aparentemente políticas, son a fin de cuenta
funcionales para dicha estrategia. No es casualidad, que las
filtraciones han golpeado hasta el momento a adversarios de la Casa
Blanca, como Putin (que, en realidad, no tiene ninguna cuenta ni
firma a su nombre, sino que las tienen sus amigos) o Assad, y también
a aliados como forma de advertencia.
Que los
oligarcas rusos pudieran frecuentar los paraísos fiscales a esta
altura no suscita asombro alguno. Como tampoco nadie puede asombrarse
que los rusos hayan tratado de evadir las sanciones internacionales.
Que lo haya hecho el entorno del presidente de Siria, Bachar al
Assad, era casi inevitable considerando el cerco que se cerró sobre
su Gobierno. Por otro lado, no deja de llamar la atención que
mientras en el Reino Unido estallaba el escándalo por las cuentas
del padre del primer ministro David Cameron, las portadas de los
diarios nacionales se ocuparon de reproducir las fotos de Putin, que
no posee cuentas.
La gran
ausencia de estadounidenses en los Panama papers, ha comenzado a
llamar la atención de varios medios. Desde la versión digital de la
BBC al porteño Infobae. Algunas explicaciones son interesantes, como
la que alega que "no se han podido leer todos los documentos".
Explicación un tanto ingenua, parece dudoso que, sin embargo, justo
aparecieron los documentos de los amigos de Putin. Otra sostiene que
hace tiempo que los norteamericanos no usan Panamá como refugio
fiscal. La pregunta es ¿hace cuánto tiempo? Porque resulta difícil
pensar que no lo hicieran en el pasado, puesto que los papales
abarcan los últimos 40 años.
Las
dudas, y algunos cabo atados, comenzaron a señalar algo de las
bambalinas de este nuevo entuerto. Wikileaks señaló directamente
que USAID y Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP)
han financiado lo que parece ser cada vez más un operativo. No era
una especulación. La confirmación llegó el jueves pasado del
segundo vocero del Departamento de Estado norteamericano, Mark Toner,
quien dijo que los periodistas recibían financiamiento de varias
fuentes, incluido el Gobierno de Estados Unidos. Y aclaró que USAID
figura entre las fuentes de financiación y, por si fuera necesario,
justificó que no fue para perseguir objetivos sino para garantizar
la independencia de la investigación.
Una
independencia acerca de la cual dudar comienza a ser un deber.
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