En
su intervención de este domingo en el encuentro organizado en Roma por
los Focolares, el Papa ha pronunciado algunas palabras que merecen
una profundización. Bergoglio habla, en efecto de gratuidad, y
sostiene que es una palabra fundamental para inyectar el amor en las
relaciones sociales: “Falta la amistad. En el centro del mundo hoy
existe el dios dinero, pero la palabra clave es ‘gratuidad’, para
hacer que este desierto se convierta en una selva”.
Una
de las herencias de la modernidad es que las leyes y los contratos
son los reguladores de la vida social e institucional. Este postulado
soslaya un elemento importante de la realidad: también el amor, es
decir, la gratuidad, es un regulador social. Lo dicen muchos
comportamientos “gratuitos” que tenemos a menudo: por ejemplo, la
participación a actividades de voluntariado, nuestra adhesión a
proyectos solidarios, muchos gestos caritativos o benéficos para los
más necesitados.
¿Qué
se entiende entonces por gratuidad? Son comportamientos y actitudes
que mantenemos no porque tienen un retorno inmediato. A veces incluso
son gestos aislados en medio de los comportamientos generales, como
los que tratan de no ensuciar una calle pública invadida por la
basura. Puede que generen una respuesta, también gratuita, y en ese
caso van generando comportamientos recíprocos que instalan
relaciones más profundas, valores, clima de cooperación, incluso
bienes relacionales.
La
imposibilidad de soslayar este aspecto, que deberíamos fomentar y
contagiar, es que si lo pensamos bien incluso para cumplir con leyes
y contratos se necesita de un elemento de gratuidad. El contrato
nunca podrá establecer con cuánta inteligencia realizar una tarea.
Muy a menudo, un trabajador de una fábrica aportará una excelente
idea que mejora un proceso productivo, porque gratuitamente
reflexionó acerca de cómo realizarlo mejor. Nadie podrá indicar
con cuanta empatía y no sólo cortesía atender un público, con
cuánta creatividad didáctica impartir una lección a nuestros
alumnos, con cuánta dedicación tratar a nuestros clientes...
El
sindicalismo sabe muy bien que el trabajo a reglamento es la mejor
manera de bloquear una actividad laboral. Si sólo cumplimos la letra
de las normas, y de las leyes, podemos bloquear una convivencia.
Porque no se genera colaboración, confianza recíproca, lealtad,
espíritu de iniciativa proactivo, actitudes de cuidado que son
imposibles de prever por las normas. Éstas siempre serán el mínimo
necesario pero no suficiente de una convivencia de cualquier tipo.
La
gratuidad es por lo tanto un elemento esencial para nuestra vida
social. Le da sabor, aroma, color... Así como la fraternidad
representa el límite y el contenido de los otros dos valores que
sintetizan la dimensión política y social de nuestra sociedad:
libertad e igualdad.
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