martes, 25 de febrero de 2014

Venezuela y los riesgos de la democracia

La acentuada polarización impide ver con lucidez el cuadro general de un país en el que se contraponen diferentes visiones e intereses. La herramienta más adecuada es más y mejor democracia y no los atajos autoritarios.

No hay términos medios: para ciertos sectores dentro y fuera Venezuela está bajo un intento fascista de acabar con el proyecto chavista, como sostiene el propio presidente Nicolás Maduro, para otros estamos ante una mistificación ideológica que oculta un gobierno ineficiente y corrupto. Que haya intereses que se oponen a la revolución bolivariana y están dispuestos a sabotearla, es tan cierto como la contra sistemática que, en Brasil, ha llevado a cabo sectores industriales y mediáticos contra el gobierno del PT, sin que las instituciones democráticas tuvieran que lamentar sustanciales lesiones, como efectos de atajos autoritarios por parte del oficialismo.

Es casi inevitable que por los intersticios de las libertades democráticas se cuelen actitudes incoherentes con sus principios como, por ejemplo, la manipulación mediática. Del mismo modo, hay delincuentes que aprovechan de las brechas de la ley para evitar la Justicia. En ambos casos, no hay mejor camino que el perfeccionamiento de las herramientas al servicio de la democracia y la justicia.

El chavismo en Venezuela ha puesto en marcha el empoderamiento de sectores desde siempre postergados en un país gobernado durante décadas por una democracia corrupta. Sin embargo, esta claro que hay sectores, ese 49 por ciento que votó por la oposición, que visualizan un modelo que ha reducido ese empoderamiento en algo mas bien simbólico. Un descontento acentuado por una inflación galopante y una inseguridad a los niveles más altos de la región.

Encerrarse en la propia postura, es un error que fácilmente desemboca en el rechazo del diálogo político, como está sucediendo en Venezuela, como si el propio sector pudiera ser el único verdadero representante de todo el país. No asombra, lamentablemente, que el saldo de estas posturas sea la violencia por la que se deben lamentar una quincena de muertos.

Sin embargo, desde el ejercicio de gobierno cabe una mayor responsabilidad, precisamente porque se disponen de las herramientas legales e institucionales para velar por la convivencia pacífica entre los ciudadanos. No es la hora de avivar el fuego, sino de pacificar los ánimos.

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