Ubicada entre dos mares, Pacífico y
Atlántico, América latina debería ver las dos riberas como trampolines para su
desarrollo comercial. Para ello, se necesitan obras de infraestructura como los
corredores bioceánicos.
América latina mira hacia dos mares, el Atlántico y
el Pacífico. Una verdad de Pedrogullo que a menudo se desconoce cuando se habla
de integración regional. La integración es un proceso que apunta a superar obstáculos
comunes, cada país brindando fortalezas que otros no poseen. En el caso de
América latina hay que incluir la fortaleza que supone disponer de las riberas
atlántica y pacífica.
En efecto, las experiencias de integración en marcha,
Mercosur a la cabeza, convocan a los países que miran al mismo mar, pese a que
toda la región tiene intereses comerciales al otro lado de los dos océanos
(Europa, las dos costas de los Estados Unidos, África y, sobre todo, con las
emergentes potencias económicas de India y China). Falta instalar en la visión
estratégica de la región la necesidad de mirar a las dos riberas como un mutuo
trampolín al servicio de la región.
Una mirada al mapa sudamericano permite comprender
estas afirmaciones. Los exportadores de Argentina, Paraguay, Uruguay y sur de Brasil para enviar sus productos a
Asia deben realizar un viaje largo para llegar al Pacífico. Lo mismo les pasa a
los productores de Chile o Bolivia que quieren exportar a Europa, Medio Oriente
o África. Por otro lado, está claro que el importante desarrollo de India,
China sobre todo, pero también de otros países asiáticos, está ofreciendo a
todos inéditas oportunidades de comercio. Ricardo Lagos, ex presidente de
Chile, país que mira al otro lado del Pacífico desde hace mucho tiempo, no duda
en afirmar que “el siglo XXI será del
Océano Pacífico”, en el entendido de que “allí están ahora las grandes
corrientes de comercio mundial, los flujos financieros principales y los países
de crecimiento más rápido”.
Eso supone la necesidad de desarrollar obras de
infraestructura, es decir corredores terrestres y puertos que achiquen
distancias, o eviten circunnavegar el Cono Sur, utilizando los puertos de una
ribera o la otra. El año pasado fue presentado en Las Heras, provincia de
Mendoza, el corredor Bioceánico Aconcagua que prevé un túnel por debajo del
nivel de nieve que unirá la localidad de Los Andes con Mendoza (ver recuadro),
sería un típico ejemplo de infraestructura destinada a facilitar el tránsito
comercial y turístico de toda la región.
El reciente nacimiento de la Alianza del Pacífico,
integrada por Chile, Perú, Colombia y México, al tiempo que Costa Rica y Panamá
son todavía observadores, debería ser visto desde esta perspectiva y no, como
algunos han sugerido, en términos de contrapeso del Mercosur (que con la
presencia de Venezuela vive una etapa de relanzamiento) o de la expansión
comercial de Brasil. Explica Lagos, respaldado por el presidente de Colombia
Juan Manuel Santos, que esta Alianza no pretende rivalizar con ninguna otra.
Por el contrario, tal como Venecia y Rotterdam en épocas diversas fueron
puentes para la llegada de Occidente al resto del mundo, así la región debería
mirar a la Alianza, como puente para ir al otro lado del Pacífico.
La lógica dice que bien puede haber reciprocidad
entre una ribera y la otra en un marco de trabajo mancomunado de desarrollo de
infraestructura. Y que así podemos ser vistos desde los países que exportan
hacia nuestra región. “Se requiere una política amplia para entender que a
veces importan más las visiones comunes que las definiciones geográficas”,
agrega no sin cierta dosis de sabiduría el ex presidente Lagos. Y se diría que
el actual es un buen momento para visiones comunes. La actual crisis financiera
global invita a transformarla en una oportunidad para rediseñar el rol y los
vínculos de nuestra región de acuerdo a sus intereses. En este sentido, ayuda
la mejor predisposición existente entre los diferentes gobiernos para superar
divisiones y recelos. Cabe destacar al respecto la rapidez con la que el
presidente colombiano Santos ha recuperado la dañada relación con Venezuela, o
la voluntad manifestada por los presidentes de Chile y de Perú a acatar el
próximo fallo de la Corte Internacional de la Haya sobre los límites marítimos entre
los dos países. Voluntad estimulada por el “Llamado a la Concordia” firmado por
intelectuales peruanos y chilenos, convocados por los escritores Mario Vargas
Llosa y Jorge Edwards.
Si nuestros dirigentes saben estar a la altura de
este desafío, América latina podrá esperar en un más rápido desarrollo.
El corredor Bioceánico Aconcagua
Una obra de alto impacto
Con sus 52 kilómetros de largo, el túnel del
corredor Bioceánico Aconcagua, que alguien ha definido como el canal de Panamá
de Sudamérica será el tercero más largo del mundo. La obra espera el llamado a
licitación de la Entidad Binacional a cargo de su realización. El proyecto
posee tres mil millones de dólares de capitales privados provenientes de la
Corporación América, que reúne a compañías de Chile, Argentina, Italia y Japón
y se estima que la realización completa comportará una inversión de cuatro mil
millones de dólares. Esta infraestructura permitirá que los actuales 7 millones
de toneladas de mercadería que transitan por los pasos entre Chile y Argentina
se transformen en 20 millones de toneladas en la fase inicial, para alcanzar y
superar las 70 millones de toneladas una vez realizada la obra que comprende
varios túneles, ferroviarios de trocha única y para vehículos. Al ser realizado
por debajo del nivel de nieve, el corredor no se verá cortado por las nevadas
invernales y será una alternativa importante, también en tiempo de recorrido,
al paso Los Libertadores (también llamado Cristo Redentor).
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