Guatemala es una tierra de contrastes. Una naturaleza generosa y de
particular belleza, un clima benigno que en la zona del altiplano no
conoce ni fríos ni calores extremos.
El café y el turismo – estamos en el corazón de la cultura maya –,
son algunas de sus riquezas, además de sus emprendimientos mineros e
hidroeléctricos. Pero al mismo tiempo, Guatemala es parte del triángulo
de mayor inseguridad mundial, que integra junto a Honduras y El
Salvador, con índices de asesinatos por cada 100 mil habitantes
altísimos, desde 60 hasta 70, 80 y más.
En Ciudad de Guatemala y alrededores hay una suerte de toque de queda
tácito, pues a partir de las seis de la tarde (cuando comienza a
oscurecer) la gente trata de no salir de casa si no es indispensable. El
nivel de delincuencia es muy alto: se extorsiona no sólo a los ricos
sino también a los pobres. En las barriadas humildes, un docente, el bus
de pasajeros, el comercio de la esquina, el abogado de la cuadra pagan
por la seguridad.
Los 40.000 miembros del ejército y de la policía son superados
ampliamente por la seguridad privada que ocupa a 60.000 vigilantes. Un
negocio, el de la seguridad, con empresas israelíes y de los Estados
Unidos. No es casual ver con cierta frecuencia, andando por las calles
de diferentes barrios, comercios de armas y que el último jefe de la
policía haya terminado preso en Suiza. La violencia ha persistido a lo
largo de 36 años de guerrilla y de feroces dictaduras, cuyos acuerdos de
paz fueron firmados en 1996.
Sin embargo, pese al fin de la guerra, la economía no logra despegar.
Hay 14 millones de habitantes en el país y otros 2 millones en el
exterior. Pero no es la pobreza, que afecta a la mitad de la población,
la que induce a emigrar sino la violencia. En otros departamentos del
país, las extorsiones, la prepotencia de los patrones de las empresas y
la trata de personas empujan a muchos guatemaltecos a salir del país. En
el interior sigue impactando el fenómeno de los secuestros de menores
para extraerles órganos que luego serán utilizados en el primer mundo.
Uno de los comercios más atroces.
Pese a estos índices, la atención del gobierno no está en la
educación. Apenas el 17% de las escuelas secundarias son estatales, el
resto son privadas. El presupuesto de 2013 del Estado prevé una
reducción del gasto en educación, en cambio en defensa se gastará un 23%
más.
Se destina a la educación el 3% del PBI, cuando haría falta invertir
en torno al 7-8% anual. Pero, en realidad, toda la región
centroamericana registra un déficit importante en materia educativa, el
más bajo de América latina, pese a la demostrada correlación entre
disminución del delito y aumento de la inversión en escuelas.
Esto deja ver la importante la oferta de formación que brindan
numerosas organizaciones, como "Fe y Alegría", una red educativa que
nace de la Compañía de Jesús. A nivel de formación docente,
particularmente débil en Guatemala, donde basta el título de la
secundaria para ser maestro, "Fe y Alegría" capacita a 8 mil maestros en
todo el país.
También aquí la sociedad civil organizada es clave para contribuir al
desarrollo de un país con oportunidades, pero con un gran déficit de
cohesión social.
No hay comentarios:
Publicar un comentario