El
petróleo es un recurso que tarde o temprano se acabará. ¿No sería conveniente,
concentrarse mientras tanto en el desarrollo de fuentes de energía menos
contaminantes y renovables?
El planteo es sencillo: puesto que los combustibles fósiles
contaminan y están destinados a agotarse, ¿porqué no acentuar la investigación
y el desarrollo de fuentes de energía renovables? La impresión es que, la
industria petrolera influye para explotar el negocio del crudo lo más posible.
Hoy su precio hace que esta actitud sea conveniente, pese al costo en términos
ambientales y sociales. Tanto es así que en el mercado están haciendo su
aparición hidrocarburos no convencionales (en inglés, shale oil y
shale gas), conocidos desde hace décadas, sólo que en el pasado
su explotación era demasiado costosa.
¿De
qué se trata?
A
menudo, el petróleo y el gas no convencionales se encuentran en los mismos
yacimientos que hasta ayer se consideraban agotados. Un yacimiento no es una
suerte de tanque desde el que bombeamos el crudo o el gas. Muy a menudo se
trata de un sector del subsuelo parecido a una esponja: la parte más fácil de
atrapar es bombeada en la superficie. En el pasado, se sabía que había crudo y
gas atrapados por las rocas o las capas de arcillas. Sin embargo, primero no
existía la tecnología para extraerlo, luego esa tecnología era demasiado
costosa. No obstante, como el crudo ha alcanzado un precio elevado que incluso
en las próximas décadas debería manternerse en torno a los 125 dólares el
barril, las reservas no convencionales serán explotadas incluso más que las
fuentes renovables. El Departamento de Energía de los Estados Unidos estima que
en 2035 éstas fuentes representarán apenas el 3 por ciento del consumo
energético.
Según
algunos estudios, entre los Estados Unidos y Canadá es posible reunir una
cantidad de reservas no convencionales parecidas a las convencionales de Arabia
Saudita. Eso permitiría a los Estados Unidos ser autosuficiente, sin tener que
depender de las importaciones de áreas como Medio Oriente, Asia Central,
Venezuela que, a juicio de la Casa Blanca, son inestables. De 50 pozos no convencionales
que había en 1989, hoy en los Estados Unidos se ha pasado a 6.200. Y en los
últimos cinco años, los hidrocarburos no convencionales han pasado de 0 a
representar el 25 por ciento del mercado energético del país. Pero shale
gas y shale oil no están sólo en el Norte de América.
Aunque menos, hay en Europa, Asia y América Latina. Se habla de que el
yacimiento de Vaca Muerta, en la cuenca Neuquina, podría valer unos 200.000
millones de dólares.
Pero...
¿Son
todas buenas noticias? No exactamente. La tecnología para acceder a estos
yacimientos es muy agresiva y exige enormes cantidades de agua. Primero se
realiza una excavación vertical, luego otras horizontales para sucesivamente
inyectar a presión altísima cantidad de agua con arena y un mixto de productos
químicos (cada petrolera tiene su receta entre 260 sustancias, de las cuales
unas 60 tóxicas) que sirven para fracturar (fracking, en inglés) la roca
y extraer el gas o el líquido. Las operaciones acontecen a gran profundidad, no
menos de 1,2 km, pero igualmente hacen que penetren en el subsuelo sustancias
peligrosas que luego pueden contaminar la superficie y las fuentes de aguas. En
Wyoming, Pennsylvania y Texas (EE.UU.), por ejemplo, hay graves casos de
contaminación. Por otra parte, la cantidad de agua necesaria para el fracking,
es grande: en 2002, la industria extractiva de estos hidrocarburos utilizó en
Estonia el 91 por ciento de toda el agua usada en el país. Otros plantean el
problema de eventuales efectos de tipo sísmico debido a la modificación del
subsuelo. En la británica región de Lancashire fueron documentados pequeños
sismos y lo mismo pasó en Ohio, Estados Unidos.
¿Quién
controla al contralor?
Otro
problema es que los grandes grupos petroleros, como también en el caso de la
minería, no son ajenos a recurrir a todo tipo de método con tal de realizar un
negocio que mueve mucho dinero. La corrupción es uno de ellos. Donde hay mucho
dinero, se necesita también tener un control político si los métodos usados se
alejan de la ley o directamente si se quiere supeditar el interés colectivo
defendido por las leyes a un interés particular como los de estos grandes y
poderosos grupos.
Desde
la década del '70, la legislación y los controles sobre el impacto ambiental de
la actividad petrolera se volvieron más estrictos. En el mundo desarrollado,
donde es más fuerte la conciencia colectiva de la defensa del medio ambiente y
de los partidos "verdes", episodios como el desastre ecológico
provocado en 1989 por el derrame de la petrolera Exxon Valdez, que volcó ante
la costa de Alaska 257.000 barriles de crudo, hicieron que la normativa de
seguridad fuera más estricta todavía. Sin embargo, en el Tercer Mundo las
mismas empresas fueron menos "sensibles" al cuidado ambiental. En
efecto, se estima que la contaminación provocada por los pozos de petróleo en
el Delta del Río Níger, Nigeria, es equivalente a un desastre al año como el de
la Exxon Valdez... ¡desde hace 50 años!
Durante
la gestión del presidente norteamericano George W. Bush, el lobby del entonces
vicepresidente Dick Chenney, como el del propio Bush
y parte de su gabinete, vinculado con la industria petrolera, logró que el
Congreso aprobara una ley sobre política energética que prohibe a la Agencia
Federal para el Ambiente (EPA) regular el uso del fracking, en base a
una normativa anterior. Además, las 490 empresas petroleras que trabajan en
este negocio, ya han armado su lobby político que bajo el eslogan: "Vote 4
Energy", que será particulamente activo en la próxima campaña electoral
estadounidense. La lógica de la campaña es muy simplista: ¿queremos o no
energía?
Sin
embargo, sabemos que el problema es otro y debería prescindir del businnes
del crudo: ¿cómo producir energía menos contaminante y más renovable? ¿Como
concentrar las investigaciones en vista de un futuro relativamente cercano sin
petróleo?
Acaso
es uno de los problemas que a nivel internacional debería ser al menos
afrontado, si no resuelto.
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