sábado, 1 de septiembre de 2012

Un nuevo negocio


El petróleo es un recurso que tarde o temprano se acabará. ¿No sería conveniente, concentrarse mientras tanto en el desarrollo de fuentes de energía menos contaminantes y renovables?

El planteo es sencillo: puesto que los combustibles fósiles contaminan y están destinados a agotarse, ¿porqué no acentuar la investigación y el desarrollo de fuentes de energía renovables? La impresión es que, la industria petrolera influye para explotar el negocio del crudo lo más posible. Hoy su precio hace que esta actitud sea conveniente, pese al costo en términos ambientales y sociales. Tanto es así que en el mercado están haciendo su aparición hidrocarburos no convencionales (en inglés, shale oil y shale gas), conocidos desde hace décadas, sólo que en el pasado su explotación era demasiado costosa.

¿De qué se trata?
A menudo, el petróleo y el gas no convencionales se encuentran en los mismos yacimientos que hasta ayer se consideraban agotados. Un yacimiento no es una suerte de tanque desde el que bombeamos el crudo o el gas. Muy a menudo se trata de un sector del subsuelo parecido a una esponja: la parte más fácil de atrapar es bombeada en la superficie. En el pasado, se sabía que había crudo y gas atrapados por las rocas o las capas de arcillas. Sin embargo, primero no existía la tecnología para extraerlo, luego esa tecnología era demasiado costosa. No obstante, como el crudo ha alcanzado un precio elevado que incluso en las próximas décadas debería manternerse en torno a los 125 dólares el barril, las reservas no convencionales serán explotadas incluso más que las fuentes renovables. El Departamento de Energía de los Estados Unidos estima que en 2035 éstas fuentes representarán apenas el 3 por ciento del consumo energético.
Según algunos estudios, entre los Estados Unidos y Canadá es posible reunir una cantidad de reservas no convencionales parecidas a las convencionales de Arabia Saudita. Eso permitiría a los Estados Unidos ser autosuficiente, sin tener que depender de las importaciones de áreas como Medio Oriente, Asia Central, Venezuela que, a juicio de la Casa Blanca, son inestables. De 50 pozos no convencionales que había en 1989, hoy en los Estados Unidos se ha pasado a 6.200. Y en los últimos cinco años, los hidrocarburos no convencionales han pasado de 0 a representar el 25 por ciento del mercado energético del país. Pero shale gas y shale oil no están sólo en el Norte de América. Aunque menos, hay en Europa, Asia y América Latina. Se habla de que el yacimiento de Vaca Muerta, en la cuenca Neuquina, podría valer unos 200.000 millones de dólares.

Pero...
¿Son todas buenas noticias? No exactamente. La tecnología para acceder a estos yacimientos es muy agresiva y exige enormes cantidades de agua. Primero se realiza una excavación vertical, luego otras horizontales para sucesivamente inyectar a presión altísima cantidad de agua con arena y un mixto de productos químicos (cada petrolera tiene su receta entre 260 sustancias, de las cuales unas 60 tóxicas) que sirven para fracturar (fracking, en inglés) la roca y extraer el gas o el líquido. Las operaciones acontecen a gran profundidad, no menos de 1,2 km, pero igualmente hacen que penetren en el subsuelo sustancias peligrosas que luego pueden contaminar la superficie y las fuentes de aguas. En Wyoming, Pennsylvania y Texas (EE.UU.), por ejemplo, hay graves casos de contaminación. Por otra parte, la cantidad de agua necesaria para el fracking, es grande: en 2002, la industria extractiva de estos hidrocarburos utilizó en Estonia el 91 por ciento de toda el agua usada en el país. Otros plantean el problema de eventuales efectos de tipo sísmico debido a la modificación del subsuelo. En la británica región de Lancashire fueron documentados pequeños sismos y lo mismo pasó en Ohio, Estados Unidos.

¿Quién controla al contralor?
Otro problema es que los grandes grupos petroleros, como también en el caso de la minería, no son ajenos a recurrir a todo tipo de método con tal de realizar un negocio que mueve mucho dinero. La corrupción es uno de ellos. Donde hay mucho dinero, se necesita también tener un control político si los métodos usados se alejan de la ley o directamente si se quiere supeditar el interés colectivo defendido por las leyes a un interés particular como los de estos grandes y poderosos grupos.
Desde la década del '70, la legislación y los controles sobre el impacto ambiental de la actividad petrolera se volvieron más estrictos. En el mundo desarrollado, donde es más fuerte la conciencia colectiva de la defensa del medio ambiente y de los partidos "verdes", episodios como el desastre ecológico provocado en 1989 por el derrame de la petrolera Exxon Valdez, que volcó ante la costa de Alaska 257.000 barriles de crudo, hicieron que la normativa de seguridad fuera más estricta todavía. Sin embargo, en el Tercer Mundo las mismas empresas fueron menos "sensibles" al cuidado ambiental. En efecto, se estima que la contaminación provocada por los pozos de petróleo en el Delta del Río Níger, Nigeria, es equivalente a un desastre al año como el de la Exxon Valdez... ¡desde hace 50 años!
Durante la gestión del presidente norteamericano George W. Bush, el lobby del entonces vicepresidente Dick Chenney, como el del propio Bush y parte de su gabinete, vinculado con la industria petrolera, logró que el Congreso aprobara una ley sobre política energética que prohibe a la Agencia Federal para el Ambiente (EPA) regular el uso del fracking, en base a una normativa anterior. Además, las 490 empresas petroleras que trabajan en este negocio, ya han armado su lobby político que bajo el eslogan: "Vote 4 Energy", que será particulamente activo en la próxima campaña electoral estadounidense. La lógica de la campaña es muy simplista: ¿queremos o no energía?
Sin embargo, sabemos que el problema es otro y debería prescindir del businnes del crudo: ¿cómo producir energía menos contaminante y más renovable? ¿Como concentrar las investigaciones en vista de un futuro relativamente cercano sin petróleo?
Acaso es uno de los problemas que a nivel internacional debería ser al menos afrontado, si no resuelto.

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