Un millón y medio de guatemaltecos vive en el exterior, sobre todo en
los Estados Unidos. Con índices de pobreza todavía altos, la dificultad
de conseguir trabajo digno, sobre todo en los centros rurales, y, en la
capital, acosados por una inseguridad a la que el gobierno no logra
combatir eficazmente, la gente sigue buscando una alternativa fuera del
país.
Por otra parte, las remesas de los guatemaltecos hacen que al país
ingresen 4.000 millones de dólares al año: el principal ingreso de
divisa para la economía de Guatemala. Más que la industria turística o
la del café.
Pero emigrar no es fácil. Del otro lado de la frontera está México,
al que hay que cruzar para llegar a la "tierra prometida": Estados
Unidos.
En lo que va del año más de 27.000 migrantes ilegales fueron
repatriados desde el país del norte. En 2011, los repatriados fueron
casi 31.000. Entre Guatemala y México más de 50.000 personas fueron
deportadas este año.
Para el padre Francisco Pellizzari, director de la Casa del Migrante
de Guatemala, la gente "no sale por situaciones económicas, sino por la
violencia, inseguridad y extorsiones que viven en su país". La Iglesia
local celebró el 2 de setiembre el día del Migrante, un momento de
oración, reflexión y de iniciativas destinadas a sensibilizar a las
autoridades públicas sobre el problema. La vulnerabilidad de quien deja
su país, a menudo en situación de ilegalidad, es grande. Hubo muchas
matanzas de ilegales que jamás llegaron a su destino.
Asimismo, son necesarias leyes y políticas de protección a favor de
los que están en el exterior o de paso en el país, según señala la
Pastoral de la Movilidad Humana guatemalteca. Eso supone un diálogo no
siempre fácil con los gobiernos, pese a que el fenómeno de las
migraciones adquirió importantes proporciones en toda América latina.
También esta materia es un banco de prueba para verificar las políticas
gubernamentales a favor de los derechos humanos. Porque emigrar también
es un derecho.
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