Es muy posible que pocos puedan ubicar en un mapa a Mali. Sin
embargo, este país africano de 1,2 millones de km2, está siendo
observado con preocupación como punto de llegada de numerosos
guerrilleros fundamentalistas vinculados con Al Qaeda que se están
concentrando en el desértico norte del país, para recibir entrenamiento y
luego actuar en diferentes escenarios.
Luego del derrocamiento del régimen de Libia, numerosos tuareg que
habían defendido al líder Muammar Kadafi, regresaron a Mali luego de
hacerse con armas sustraídas de los arsenales. Tan bien pertrechados
estaban los tuareg, que desde hace medio siglo reclaman el derecho a la
autodeterminación, se alzaron contra el gobierno central, sin que el
débil ejército regular pudiera oponérsele. Para peor, sectores de las
fuerzas armadas llevaron a cabo un golpe de Estado. Unos días después,
los tuareg, a comienzos de abril de 2012, proclamaron la independencia
del norte del país, la región de Azawad, cuya superficie es equivalente
a la de Francia.
Pero la situación tuvo un cambio imprevisto: los guerrilleros de
Ansar Dine, una organización radicalizada vinculada a Al Qaeda, rechazó
la independencia de los tuareg y atacó no sólo a los grupos armados,
sino también a la población civil. Ansar Dine rápidamente se hizo con el
control de la región, demostrando una capacidad logística que se
explica sólo con los recursos que llegan a las cajas de los grupos
radicalizados como Al Qaeda. Fue aplicada duramente la ley islámica
(sharia) y más de 400 mil habitantes de la región tuvieron que huir.
Pronto se estuvo al borde de un Estado islámico no reconocido, que
podría contar con una amplia región, cuyas fronteras porosas con Níger,
Argelia y Mauritania, constituyen una zona ideal para todo tipo de
tráfico clandestino, desde las armas a la droga.
La situación inestable del Mali preocupó a los países vecinos y las
diferentes organizaciones de Estados africanos amenazaron con intervenir
para restablecer la legalidad. Cientos de guerrilleros de sectores
radicalizados se estaban concentrando en Azawad donde se podían entrenar
y recibir adoctrinamiento.
La habilidad de los líderes de Al Qaeda consistió en apoyar en un primer momento la lucha de los tuareg, para luego hacerse con el control, aterrorizando a la población con su táctica terrorista y su mensaje supuestamente religioso.
La habilidad de los líderes de Al Qaeda consistió en apoyar en un primer momento la lucha de los tuareg, para luego hacerse con el control, aterrorizando a la población con su táctica terrorista y su mensaje supuestamente religioso.
A comienzos de diciembre hubo un acuerdo entre las partes, tuareg,
Ansar Dine y el gobierno provisional de los golpistas para restablecer
la unidad territorial del país y defender los derechos fundamentales de
sus habitantes.
Pero no debe haber convencido mucho a los observadores de Washington, donde se especula con el apoyo de una intervención militar en Mali por parte de las fuerzas armadas de países africanos aliados de los Estados Unidos.
Pero no debe haber convencido mucho a los observadores de Washington, donde se especula con el apoyo de una intervención militar en Mali por parte de las fuerzas armadas de países africanos aliados de los Estados Unidos.
Subsiste en efecto la preocupación por una extensión de
organizaciones vinculadas a Al Qaeda que, en un primer momento, han
apoyado tanto las protestas civiles conocidas como “primavera árabe”
como la lucha contra los regímenes de Libia y de Siria, para luego
revelar sus verdaderas intenciones. Pero cuando ya habían recibido
incluso el apoyo de los mismos países occidentales que luchan contra el
terrorismo, comenzando por los Estados Unidos.
En medio de este tipo de torpezas, Al Qaeda cosecha resultados al
aprovechar la protesta de algunas poblaciones para insertarse en ese
contexto y luego dominar la situación gracias a los cuantiosos recursos
que reciben por los gobiernos de los Estados petroleros del Golfo
Pérsico, que pretenden difundir las doctrinas radicalizadas de la
versión salafita del Islam.
La primavera árabe corre el riesgo de teñirse de los sombríos colores del terrorismo.
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