En su segundo mandato
presidencial, Barack Obama intentará cumplir con las asignaturas pendientes.
¿Lo logrará?
La elección del presidente de los
Estados Unidos concita naturalmente la atención mundial. El peso político y
económico de la más grande potencia global y la influencia de su liderazgo en
una comunidad internacional cada vez más interdependiente hace que estas
elecciones tengan una importancia, en muchos casos, casi similar a las
nacionales.
Barack Obama obtuvo un segundo mandato superando a su
adversario Mitt Romney, un triunfo del más progresista partido democrático
sobre el más conservador partido republicano. Romney, en efecto, es un
multimillonario de religión mormona, sostenedor a ultranza del vigente
capitalismo y del liderazgo global de su país a partir de su poderío militar y
económico. Entre sus consejeros hay figuras como John Bolton, quien propone que
los Estados Unidos salga del sistema de las Naciones Unidas, o políticos del “tea
party” cuyo integralismo religioso y moral hizo perder bancas del Senado
consideradas seguras.
Pese a la victoria electoral,
estrecha a nivel de votos generales, nuevamente Obama no controlará la Cámara de Representantes (diputados),
dependiendo de las negociaciones con los duros adversarios republicanos,
mientras que dispondrá de la mayoría entre los senadores. En su primer mandato,
esto supuso una traba importante ya que no pudo contar con los votos necesarios
para aplicar las reformas de la manera deseada, comenzando por el sistema de
salud. Para una gran cantidad de ciudadanos enfermarse sigue siendo un lujo. Un
dato no menor, ya que los pobres son el 14 por ciento de la población: más de
40 millones.
La disputa entre estos dos
partidos refleja un debate en el que se confrontan dos visiones bastante
distintas del rol del Estado en la economía. Los republicanos consideran que
éste rol debe ser nulo. La idea es que cada ciudadano debe valerse por sí
mismo, es el mercado y la capacidad de cada uno que brindará oportunidades a
todos. En un video que se filtró a la prensa, Romney afirmó que el 47 por
ciento del país no paga impuestos, se victimiza y vive a cuesta del Estado. Una
distracción que, más allá de lo políticamente correcto, reveló sus ideas. Para
esta mentalidad la idea de Obama de que el Estado debe intervenir para corregir
las desigualdades producidas por los mercados en algunos sectores es una
verdadera herejía. Al punto de ser calificado de “comunista”. La intención de
Obama de reducir los jugosos beneficios tributarios concedidos al dos por
ciento de los ciudadanos más ricos, sobre todo durante la gestión de George W.
Bush, chocó con la férrea oposición de los republicanos. Aunque también se
hayan levantado voces como la del multimillonario Warren Buffet, quien calificó
de injusto e inmoral pagar, como en su caso, proporcionalmente menos impuestos
que sus empleados.
Con resultados incompletos, Obama
ha intentado modificar este esquema. Pero el problema es que heredó de la
gestión Bush un país súper endeudado y sumergido en la peor crisis
económico-financiera desde la gran depresión de los años '30, con una tasa de
desempleo del 8% y un notable aumento de la pobreza. Las dificultades para
conseguir los votos necesarios en el Congreso mermaron la eficacia de sus
propuestas, muchas de las cuales han quedado en el tintero. Entre ellas la
reforma del sistema inmigratorio, uno de los puntos de su campaña electoral. Un
dato importante, puesto que el voto de los inmigrantes latinos fue clave para
la reelección (obtuvo el 69%), tal como lo fue el de los afroamericanos, el
sector más pobre del país.
En cierto sentido, el primer
mandato de Barack Obama se caracterizó por las promesas incumplidas. Algunas de
éstas tienen que ver con la política exterior. Obama, en este sentido,
desilusionó más al mundo que a su propio país. La llegada del primer
afroamericano a la Casa Blanca, sus anuncios iniciales que le valieron un Nobel
de la Paz, concedido en modo insólito premiando más bien sus intenciones, no
fueron avalados por los hechos. La cárcel militar de Guantánamo, una ofensa a
los derechos humanos, sigue abierta y sigue siendo un limbo jurídico que
concede carta blanca a los carceleros; en Asia central, Medio Oriente y en los
países de la convulsionada primavera árabe, la presidencia de Obama no
significó un cambio sustancial.
Volviendo a los temas internos,
el segundo mandato de Obama comienza con un primer desafío: antes del 31 de
diciembre el presidente quiere lograr un consenso razonable en torno al déficit
fiscal. El objetivo es evitar aprobar un paquete de medidas que permita
recaudar 500.000 millones de dólares. El presidente afirmó que el peso de este
ajuste debe recaer sobre aquellos ciudadanos que ganan más de 250.000 dólares
anuales, y se incluyó expresamente entre ellos. Es precisamente el punto que
defendieron hasta ahora los republicanos con uñas y dientes. De no mediar un
acuerdo, se disparará un mecanismo automático que recortará gastos y aplicará
nuevos impuestos. Un “abismo” en el que nadie quiere caer, pues podría provocar
una caída del PBI del 3-4%. “No he sido elegido para castigar a la clase
media”, ha declarado el presidente. Pero deberá demostrar valerse de las
experiencias de su primer mandato. El resto del mundo seguirá atento este
debate. Un nuevo freno a la economía estadounidense sería una mala noticia para
todos, comenzando por Europa, agobiada por la crisis.
En otras regiones del planeta se
considera que la atención de la Casa Blanca en las cuestiones domésticas hará
que, por ejemplo, América latina no figure entre las prioridades de Obama. Lo
cual reforzará indirectamente el liderazgo de Brasil en la región.
Pero la verdadera prioridad de Obama será la
relación con China. Mientras en Washington se discute cómo evitar que se frene
la economía, la perspectiva de China es que para 2020 su PBI se duplicará.
Aunque el gigante asiático dista mucho de poder asumir un liderazgo parecido al
de los Estados Unidos, es un hecho que pronto será la principal economía del
planeta. Es todo un tema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario