El despliegue de un escudo antimisil en la frontera con Rusia, supuestamente con el objetivo de proteger a Europa de un ataque nuclear desde Irán, oculta que estamos en una situación de peligro: Israel ya ha anunciado varias veces que no permitirá que Irán llegue a poseer armas nucleares. Lo cual significa que cuando estime que Irán haya alcanzado ese nivel podría atacar. Putin, que ha retomado en sus manos la política exterior rusa, no es partidario de que Teherán se arme, pero tampoco puede tolerar que en su frontera haya un conflicto nuclear... porque la represalia de Irán sería sin duda de ese tipo en caso de ataque.
Por otro lado, el escudo antimisil ante sus narices modifica el equilibrio de fuerzas perjudicando su capacidad de respuesta y, claramente, el objetivo oculto del escudo es ése y no la "preocupación" de Washington por proteger a Europa. Putin no tiene ninguna intención de aceptar pasivamente que Estados Unidos decida cómo y con qué se tiene que defender Europa. Y tampoco le gusta la ampliación de la OTAN hacia el este del Viejo Continente.
La cuestión es que se está jugando peligrosamente con el fuego: un error, una decisión equivocada, un gesto poco meditado pueden poner el mundo en una situación terrible, que hay que frenar. Precisamente en momentos en que los embates de esta crisis financiera dicen que las prioridades deberían ser totalmente otras. Y, como primer paso, hay que definitivamente superar la idea de la Casa Blanca de querer limitar el crecimiento de cualquier otra potencia que pueda hacerle sombra. Es un derecho que no tiene y que nadie le ha cedido.
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