viernes, 3 de junio de 2011

Bin Laden, un misterio no resuelto


El anuncio de la muerte de la mente de Al Qaeda presentó una versión de los hechos difícil de confirmar. ¿Y si fuera el preludio de un menor compromiso bélico?
por Alberto Barlocci
Publicado en Cn revista de junio,www.ciudadnueva.org.ar

No es infrecuente que una versión oficial de un hecho suscite dudas. Es el caso de los derechos humanos de los que ninguna dictadura admitió la violación.Meses atrás el gobierno francés puso en discusión la versión del gobierno japonés sobre el desastre de la central atómica en Fukushima. Por eso, es una regla fundamental del periodismo que para acreditar una noticia hay que verificar el grado de atendibilidad de la misma. La práxis de algunos medios llega a una triple verificación antes de dar credito a una fuente de información.
El anuncio de la muerte de Osama bin Laden presenta varios aspectos problemáticos. En primer lugar, la única fuente disponible de esta información es el gobierno de los Estados Unidos y muchos detalles del operativo suscitan dudas. Más adelante veremos cuáles. Pero antes recordemos que Bin Laden era el hombre más buscado del planeta, la cabeza de Al Qaeda, una temida organización terrorista, y era acusado de ser la mente de los atentados del 11 de setiembre de 2011 en los Estados Unidos. Precisamente Bin Laden fue la causa última de la ocupación militar de Iraq y Afganistán y de una guerra que ya causó al menos 600.000 muertes y cientos de miles de refugiados. Dos poderosos ejércitos aliados siguen ocupando esos países, con efectivos aportados por decenas de gobiernos. Tan sólo los Estados Unidos tuvieron más de 40.000 heridos, miles de los cuales con secuelas permanentes en su vida, al tiempo que este conflicto supone un gasto valuado en tres millones de millones de dólares (1).
Había entonces muchas razones por las cuales la Casa Blanca tenía un deber de transparencia para con el mundo entero. Sin embargo, los datos sobre el operativo que permitió eliminar a Bin Laden son escasos y no son verificables. No hay cuerpo –ha sido sepultado en el mar–, ni filmación del mismo, ni una autopsia realizada por especialistas de varios países. La Casa Blanca presenta como identificación del terrorista de marras un análisis de ADN.
Pero ¿hay razones para poner en discusión esta noticia? Sí. Porque esta "guerra global contra el terrorismo", que interesa a millones de ciudadanos de todo el mundo, se lleva a cabo con mucha opacidad.
La invasión de Afghanistán, comenzada en octubre de 2001, que cuenta con un mandato de las Naciones Unidas, tuvo por objetivo la captura de Osama Bin Laden, intento que no fue logrado. Además, el entonces gobierno talibán fue acusado de hospedar y ser cómplice del terrorista y de Al Qaeda. Sin embargo, para Alain Chouet, ex dirigente del antiterrorismo y de los servicios de inteligencia (la DGSE) de Francia, en una intervención de enero de 2010 ante la comisión de relaciones exteriores del senado de ese país, Al Qaeda dejó de ser operativa como organización desde 2002. Su desarticulación fue tal que para Chouet ningún atentado sucesivo al 11/S se puede atribuir a Al Qaeda: es decir, ni el de Bali en 2002, ni el de Madrid en 2004, ni el de Londres en 2005, etc. Una afirmación tan grave cuán ignorada por la prensa (2). Por lo tanto, hace mucho tiempo que no sólo no había datos acerca de la presencia de Bin Laden en Afganistán, sino que algunos dirigentes de la región dudaban de que siguiera vivo. Es el caso del presidente afgano Karzai, y en Paquistán de la líder política Benazir Bhutto (3), el ex presidente Musharraf y de Hamid Gul, ex jefe de los servicios de inteligencia.
De todos modos, la neutralización de Al Qaeda y un solo terrorista, por peligroso que sea, no justifica 10 años de ocupación militar de Afganistán. Como no los justifica la intención de derrocar al gobierno talibán, puesto que en su momento la Casa Blanca intentó a toda costa negociar un gasoducto que pasara por ese territorio y sin que el fundamentalismo taliban inquietara la Casa Blanca, tal como relata el periodista Ahmed Rashid (4).
También la invasión de Iraq presenta ribetes preocupantes. En 2003, el ataque contra el régimen de Saddam Hussein se fundó en la presencia de armas de destrucción masivas en manos del dictador iraquí. ¿Quién no recuerda al secretario de Estado Colin Powell en las Naciones Unidas sacudir una probeta como prueba de la presencia de armas químicas en Iraq, cuyo contenido resultó ser un compuesto totalmente inocuo? No sólo, sino que la Casa Blanca dio crédito a un típico cuento del tío: Saddam Hussein estuvo a punto de comprar uranio a Níger. La historia resultó ser un grosero chapuceo de un estafador italiano armado antes de 2003, que no resistió al menor análisis de los servicios de inteligencia británico, francés y alemán (5).
Ningún arma de gran destrucción apareció en los arsenales de Iraq.
Otro motivo para la invasión fue el supuesto vínculo entre Saddam Hussein y Osama Bin Laden, un dato al que ningún servicio de inteligencia dio jamás crédito. La historia siguió con el derrocamiento y ejecución de Saddam Hussein, pero sin que eso asegurara la paz en Iraq donde, por el contrario, han estallado sangrientos enfrentamientos internos.
Tales antecedentes invitan a la prudencia a la hora de aceptar un hecho que, en realidad, es apenas una pieza del rompecabeza de una guerra sobre cuyas reales motivaciones Cn revista ya escribió en varias oportunidades. El tema, entonces, no es el operativo contra Bin Laden sino otro, aunque una acción militar en territorio de un país aliado sin que sus autoridades estén al tanto habla de la consideración de Washington por sus amigos. Es decir, ¿qué significa para el presidente Barack Obama este anuncio, y más aún si se acepta la tesis de que Bin Laden ya había muerto?
La ocupación de Iraq y Afganistán obedece a consideraciones estratégicas y geopolíticas formuladas por influyentes sectores del poder de los Estados Unidos (6). Pero esta guerra supone un despliegue costoso y complejo. El anuncio de este enemigo emblemático, aporta un golpe a efecto útil para el proyecto reeleccionario de Barack Obama, hoy con serios problemas de imagen, y acaso puede ser el preludio de una disminución de este costoso esfuerzo bélico. Un gasto cada vez más difícil de sostener y que realizan también los aliados de Washington en un contexto, además, adverso por los duros efectos de la crisis financiera estallada en 2008. Por lo tanto, la "muerte" de Bin Laden ofrece al presidente norteamericano la posibilidad de reducir ese compromiso sorteando la dura oposición de la derecha.
Hasta aquí los hechos y el realismo. Quedan pendientes los graves problemas suscitados a partir de la guerra desatada a partir del 11/S: la violación del principio de no intervención en los asuntos internos de los Estados y el uso de las Naciones Unidas para tal fin; el uso de prácticas ilegales como el secuestro y la tortura de terroristas o supuestos tales (7); la toma de decisiones unilaterales en lugar de recurrir a herramientas políticas y diplomáticas para afrontar las cuestiones de la comunidad internacional. Problemas que, siguiento la lógica del editorial de este número, podrán ser encarados en modo eficaz a partir del reconocimiento de iguales derechos de todos los pueblos de nuestra aldea global.

Notas
1 Cfr. J. Stiglitz-Linda J. Bilmes, La guerra de tres billones de dólares, Buenos Aires, 2008.
3 En Youtube es posible encontrar archivos de la entrevista a B. Bhutto sobre la muerte de Bin Laden: http://www.youtube.com/watch?v=UnychOXj9Tg
4 Cfr. Ahmed Rashid, Talibán, Buenos Aires, 2002. Entre 1995 y 1999 varias veces delegaciones del gobierno talibán viajaron a Estados Unidos. "No hay problemas con ellos", declaraba la cancillería.
5 Cfr. la eficaz reconstrucción de C. Bonini y G. D'Avanzo, Il mercato della paura, Roma, 2006.
6 Cfr. Zbigniew Brzezinski, El gran tablero mundial, Buenos Aires, 1997; Cfr. El sitio web del think tank Proyecto para el Nuevo Siglo Americano, www.newamericancentury.org, en especial el documento "Rebuilding America's Defenses".  
7 Cfr. Il mercato della paura, op. Cit., allí se menciona que entre los miles de casos de secuestros clandestinos, figura el de Abu Omar egipcio raptado en Milán y devuelto luego de meses de encarcelamiento clandestino en Egipto y de torturas. La justicia italiana condenó a 23 agentes de la CIA por este delito.

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