viernes, 3 de junio de 2011

Entre el "ya" y el "todvía no"

 Cumple en mayo 20 años el proyecto de Economía de Comunión. Un balance y las perspectivas futura de esta propuesta. Dialogando con algunos de sus economistas. 
Por Alberto Barlocci 
Publicado en Cn revista, mayo de 2011 www.ciudadnueva.org.ar


En mayo se realizará en Brasil un congreso internacional para celebrar los veinte años del proyecto de Economía de Comunión. Fue durante una visita de Chiara Lubich a ese país que brotó la semilla de una idea que apunta a renovar incluso el pensamiento económico.
Corría el año 1991. El muro de Berlín había ingresado en el álbum de los recuerdos. El capitalismo proclamaba su victoria aparente ante el fracaso de la economía planificada por el Estado. Los optimistas de la globalización anunciaban una era de “felicidad”.
En ese contexto, Chiara Lubich emprendió una visita a las comunidades de los Focolares de Brasil. Lo que sucedió es un hecho conocido: luego de varios días de verdadera angustia transcurridos en la reflexión, ante el drama de la pobreza extrema en Brasil y al saber, además, que había muchos de ellos entre los miembros del Movimiento, Chiara intuyó una posible respuesta al problema: fomentar la creación de empresas cuyas utilidades participaran de la comunión de bienes destinada a paliar las necesidades. No sólo eso, sino además afrontar el desafío de la pobreza en general, desarrollar más empresas similares e ir creando una cultura de la solidaridad.
La noticia corrió como reguero de pólvora por el mundo, donde la gente allegada a los Focolares, siempre ávida de participar de cada acontecimiento de esta familia espiritual, seguía la visita de Chiara Lubich a Brasil. Y los ecos a la propuesta fueron inmediatos. En un grupo reunido en Roma precisamente en esos días alguien comentó con entusiasmo que era una manera de poner la economía al servicio de la comunión. En efecto, Economía de Comunión (EdC) fue el nombre del proyecto.
En este mes de mayo en San Pablo, Brasil, cientos de empresarios, estudiantes y estudiosos del fenómeno, economistas y personas con sensibilidad social realizarán un congreso cuyo objetivo no es sólo el de celebrar los veinte años del proyecto, sino abrir una nueva página de la historia de la EdC.
Para Luigino Bruni, docente de economía de la Universidad de Milán, integrante de la comisión central del proyecto: “Pobres, cultura, empresa, no hay que leerlos como si la EdC tuviera tres objetivos sino como tres etapas de un mismo proceso de comunión, para dar su aporte al proyecto carismático de todo el Movimiento de los Focolares: que todos sean una cosa sola1. No habrá un mundo más unido si la economía no es de comunión, no lo habrá mientras haya gente a la que le falta la comida, o que no puede asegurar una educación para sus hijos... mientras haya rascacielos rodeados de pobreza”.
–El proyecto de EdC todavía parece un anuncio profético... –Los carismas siempre muestran algo que es ‘ya’ y, a la vez, ‘todavía no’. Si gracias a la EdC ya hay miles de empresarios que se levantan más temprano por razones que van más allá de las ganancias; si hay trabajadores que se conforman con el salario porque saben que hay un valor agregado que también ellos producen y que sale de la empresa para dar de comer, salud, educación; si hay gente que no descansa hasta que la fraternidad no se traduzca en igualdad de derechos, de oportunidades y capacidad para todos; si tenemos ya y ahora todo esto, podemos esperar que se realicen los muchos ‘todavía no’ que conforman nuestro desafío.
–Hay mucho por hacer.–Sin duda. Como signo de un compromiso mayor y más responsable, la EdC a nivel internacional ha lanzado un ‘proyecto jóvenes’ que ya cumplió dos etapas significativas: dos escuelas de verano realizadas en enero (ver Cn revista Nº 519, p. 21), la primera en la Argentina y la otra en África. Partir de los jóvenes –que no son el futuro sino un modo diferente de entender el presente– es indispensable por los muchos “todavía no”que necesitan transformarse en “ya”.
La internacionalidad del proyecto nos permite una lectura a vuelo de pájaro desde muchos puntos de vista. Dialogamos con el profesor Luca Crivelli, docente de economía en la Universidad de Lugano (Suiza). Casado con una uruguaya, Crivelli, además de hablar el español es un profundo admirador de la vitalidad creativa de la cultura de América Latina.
–Veinte años permiten realizar un balance. La EdC aborda tres dimensiones a la vez: los pobres y la pobreza, la empresa y la formación hacia una cultura más solidaria o cultura del “dar”. ¿Qué se ha ido comprendiendo con respecto a la pobreza durante estos años?
–Hasta fines de los años noventa, hubo un incremento de pobres que fueron ayudados por el proyecto. Luego su número  fue disminuyendo. Esto podría verse como el resultado de un efecto positivo. Es decir, que el proyecto no ha creado dependencia en las personas, que las ayudas no se transformaron en un vínculo asistencialista que las mantiene en situación de pobreza. Por otro lado, también puede indicar que nuestras comunidades han alcanzado una situación de mayor estabilidad económica, pero sin avanzar en los ámbitos más de frontera, donde sigue habiendo una grave situación de pobreza. Esto supone un desafío, porque por un lado era necesario dar un testimonio como Movimiento de los focolares: que no hubiera necesitados entre nosotros. Pero sucesivamente el objetivo de la EdC, Chiara Lubich lo afirmó desde el comienzo, es afrontar la pobreza en general. Lo cual significa que tenemos que ver cómo encarar esta realidad.
A su vez, en estos años hemos ido aprendiendo, y seguiremos haciéndolo, cómo ayudar a los pobres, cómo generar reciprocidad, es decir, cómo ayudar a las personas no sólo a superar la situación de pobreza sino, a su vez, impulsar a que otros salgan de la misma situación. Esto se aprende. No es suficiente tener dinero para superar la pobreza, sino encontrar cómo crecer todos, quien da y quien recibe, hacia una igualdad sustancial.
–¿Y respecto de la dimensión empresaria...?  –Estamos analizando los datos a nuestra disposición. Y respecto de la realidad empresaria, también estamos considerando que si bien en la actualidad hay una 800 empresas que participan del proyecto, son alrededor de 1.700 las que en estos años han participado. Por cierto, los criterios para censar estas empresas han evolucionado. Antes incluíamos actividades informales y esporádicas.... aunque esto no explica la disminución que se registra. Quiere decir que ha habido empresas que en algún momento han cerrado, por ejemplo. O que en otros casos, los que sucedieron al empresario que adhirió al proyecto no siguieron ese camino. Tenemos que analizar por qué motivo se dieron esas situaciones.
–Alguien podría pensar que participar de la EdC, por su dimensión espiritual, asegura prosperidad... –Sí, como en la ética calvinista. La adhesión a la EdC no supone un ‘seguro’ que garantiza éxito. Por lo general, sólo un pequeño porcentaje de empresas supera los primeros cinco años de vida en el mercado, hay un alto nivel de ‘mortalidad’. Pero esto mismo dice que precisamente el talento del empresario es el de saber recomenzar, partiendo de las oportunidades que ofrece el sistema económico. A su vez, el hecho de que la EdC se haya difundido en todo el mundo, supone también una gran diversidad de contextos a los que cada empresario responde de manera diferente. Por ejemplo, hay empresas que comparten muchas utilidades, por ejemplo una constructora  argentina de Paraná. La radicalidad de este empresario en poner en común las utilidades parece acompañar el crecimiento del volumen de negocios que él mismo no se explica. Pero hay otras cuyo aporte de utilidades al proyecto se realiza a través de su misma actividad. Pienso concretamente en el Banco Kabayan de microcrédito, de Filipinas. Sin embargo, la acción de este banco incide altamente en la lucha contra la pobreza en la región. Por lo tanto, encarna un aspecto fundamental del espíritu de la EdC. Hay otras empresas, en cambio, que han procesado mucho el aspecto de la cultura de la comunión dentro de los procesos empresariales, como la toma de decisiones, la participación del trabajador, la relación con los competidores o un modo de producir que sea sustentable a nivel medioambiental. Son perfiles distintos, por lo tanto es difícil cuantificar la riqueza del proyecto de EdC sólo según el valor total de los aportes que anualmente provienen de las empresas, porque ¿cómo se mide la confianza que una empresa genera? ¿Cómo se mide el valor del respeto del medio ambiente? Es difícil establecer un manual de la empresa de EdC. Seguramente hay requisitos para adherir al proyecto, pero el modo de concretarlo cambia según la realidad local y el contexto. Y esto lo fuimos aprendiendo.
–Chiara Lubich siempre sostuvo que para una economía nueva hacen falta también “hombres nuevos”. Esto nos remite a la formación de las personas. –La EdC, como muchas otras expresiones de economía social y solidaria, advierte la necesidad de provocar un cambio cultural. Muhammad Yunus, el fundador del Grameen Bank, cuando concedía un microcrédito a una familia, les hacía firmar un documento de 16 puntos en los cuales esa gente se comprometía concretamente a dar lugar a otra manera de usar el dinero. Y así sucede en el comercio justo y solidario. Sostener por lo tanto estructuras que ayuden a la formación de las personas es sin duda importante. En este tiempo también fuimos comprendiendo cómo ser más eficaces. No es sólo cuestión de ‘ladrillos’, es decir de estructuras sino también de generar cultura. Por ejemplo un compromiso concreto es el apoyo a la Universidad Sophia, donde se forman sobre todo jóvenes en esta nueva cultura.
El recuadro de arriba muestra que 226 empresas de EdC están en América Latina. Acaso en el continente donde es muy fuerte la dimensión social de las realidades humanas, y donde surgió la EdC, era imposible que no se diera un aporte específico.
Para Benedetto Gui, profesor de Economía de la Universidad de Padua (Italia), se trata de un aporte muy claro: “Antes que nada, ha sido cuantitativo y además un testimonio de arrojo, de coraje (hasta demasiado, si se quiere) y de radicalismo en los principios. Me refiero a la elección de crear una economía que sigue una lógica distinta de la que conocemos y que consideramos ‘normal’. Otro elemento es el vínculo que he advertido con obras sociales, que estimo importante”.
–¿Cuál es el desafío en el futuro para la EdC?–Unir capacidad empresarial, orientación a la fraternidad y capacidad de colaboración. Hay que ir más allá del mundo de las empresas, proponiendo diferentes modelos de vida económica inspirada en la fraternidad y mostrando que pueden ser modelos más plenos y satisfactorios que el consumista, atrapado en el individualismo y la irresponsabilidad para con los demás.
(1) Evangelio de Juan 17, 21.
Algunos datos del proyectoLas empresas de EdC en todo el mundo son casi 800, repartidas de este modo: 260 en América, 25 en Asia, 6 en África y 506 en Europa. En conjunto, todo el proyecto anualmente reparte unos 2 millones de dólares, aunque, como se afirma en el texto, el impacto social de algunas empresas es muy superior a las meras utilidades compartidas.


 Para más información consultar:www.edc-online.org

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