viernes, 3 de junio de 2011

El drama nos enseña

Artículo publicado por Cn revista en el mes de abril de 2011, www.ciudadnueva.org.ar  
por Alberto Barlocci

Mientras se redactan estas líneas, el drama de Japón que comenzó el 11 de marzo sigue vigente. La secuencia catastrófica ha sido sorprendente hasta para un pueblo previsor como el de “la tierra del Sol naciente”: de un terremoto devastador de gran magnitud se pasó a un tsunami con olas de hasta diez metros de altura, para terminar con un incidente nuclear al quedar dañada la central atómica de Fukushima, en el norte del país.

Es temprano para realizar un análisis acabado de lo ocurrido. Pasan los días y todavía no hay un número cierto de víctimas, que crece, ni una evaluación acabada de los daños, que son gigantescos. La lucha se concentra en evitar un mayor desastre nuclear e intentar controlar los reactores dañados, ya que los vientos podrían llevar las radiaciones atómicas hasta la costa americana.


Renacer de las cenizas
Luego de la Segunda Guerra Mundial, y del atroz e injustificado bombardeo nuclear de Hiroshima y Nagasaki, Japón tuvo que reconstruirse y prácticamente renacer. Que en el lapso de pocas décadas se haya transformado en la tercera economía del planeta, dotada de gran solidez, habla claramente del espíritu de un pueblo que, además, habita un territorio que carece de recursos naturales y con múltiples accidentes geográficos.

Los 128 millones de japoneses están repartidos en un archipiélago formado por cuatro islas principales junto a más de seis mil islas menores. La capital, Tokio, es una megalópolis de 34 millones de habitantes. El 73 por ciento de sus 377.835 km2 de superficie –el equivalente a las provincias de Buenos Aires y Formosa juntas– está conformado por montañas que alcanzan los 3.700 metros de altura. Su ubicación cerca de importantes fallas geológicas lo convierte en un territorio de muy elevado riesgo sísmico.

Uno de los principales problemas para los japoneses es el espacio. El costo por metro cuadrado de las construcciones es muy elevado debido a las medidas de prevención antisísmicas y a la escasez de superficie. Por este motivo se suele vivir en ambientes reducidos.

Para alcanzar el nivel de desarrollo actual, el país tuvo que intervenir fuertemente sobre una geografía hoy surcada por una red ferroviaria de alta velocidad e incontables autopistas. La producción de energía eléctrica ha sido clave para la industrialización. Para no depender por completo de la importación de combustible, se construyeron represas hidroeléctricas y centrales nucleares. En materia de represas, luego de China y los Estados Unidos, es el país que más ha construido. En materia nuclear, ocupa el tercer lugar luego de los Estados Unidos y Francia, con 55 centrales atómicas.

La fortaleza alcanzada es enorme. Basta pensar en la decisión del Gobierno de Tokio, a pocos días del desastre, de inyectar en el mercado 122.000 millones de euros (unos 180.000 millones de dólares) tan sólo para tranquilizar las bolsas.


Hasta dónde
La pregunta es: ¿hay un límite razonable para evitar ser víctimas de los peligros que genera nuestro propio desarrollo? ¿Es racional y, sobre todo, respeta criterios sustentables la modificación drástica de un territorio?Dos hechos amplificaron la catástrofe natural en tierra nipona: el colapso de una represa y la destrucción de una central nuclear.

Las reacciones en la comunidad internacional tienen en cuenta que el país devastado es precisamente el mejor preparado en materia de sismos: China puso un freno a su plan de ampliación del parque nuclear de 28 reactores, Alemania tomó la decisión de suspender la actualización de 7 de sus 17 reactores (1), y en España se están revisando todas las centrales. El debate a favor y en contra del desarrollo nuclear ha vuelto a abrirse con particular intensidad, en especial en Europa.

Es comprensible: los efectos del desastre de Chernobyl, en 1986, se propagaron desde Ucrania hasta el resto del Viejo Continente. Allí hay gran concentración de centrales: 195 de los 442 reactores nucleares del planeta están en Europa.
En efecto, para influir sobre la demanda energética se deben realizar muchas centrales, explica el italiano Carlo Rubbia, Nobel de Física. “Cuatro u ocho centrales no resuelven el problema, ¿por qué si no Francia sigue con más de 50?”. Por otro lado, agrega, los tiempos de construcción de una central son largos, “al menos diez años”, por eso se prefiere reestructurar las viejas y no desarrollar nuevas. Rubbia, quien desde hace años apuesta a la energía solar, considera que ésta es una opción valiosa que a largo plazo puede ser una alternativa a la energía nuclear y a los combustibles fósiles.

Por otro lado, en una superficie limitada y muy poblada, los riesgos son mayores: ¿dónde ubicar las centrales? ¿Cómo tratar los residuos radioactivos? ¿Puede un país decidir por su cuenta la instalación de centrales que en caso de catástrofe llegarían a dañar a países vecinos?

El experto considera que el crecimiento de la energía solar es rápido: 40% al año en todo el mundo. “España realizó una central solar importante en 18 meses y tiene en marcha la producción de 14 mil megavatios con este sistema”, sostuvo el físico.

No todo está dicho en este tema. Pero tenemos el deber de aprender de nuestros errores y de nuestras experiencias, aunque dolorosas, como la de Japón, si se quiere construir un desarrollo sustentable.



Energía solar termodinámica
Carlo Rubbia ha innovado en el campo de la energía solar a través de centrales que pueden funcionar también de noche. Los rayos del sol son concentrados por espejos que calientan hasta 550° un fluido a base de sales, que incluso no es dañino en caso de pérdidas. El vapor generado por este calor sirve para producir energía eléctrica. Una extensión de unos 300 metros cuadrados puede producir 4-5 megavatios de energía, sin uso de combustibles.


(1) Más tarde, a fines de mayo, Alemania ha anunciado que para 2022 dejará de producir energía nuclear y todas las centrales, menos una que quedará en stand by, pero sin producir, serán cerradas a partir, en forma inmediata, de las que están en mantenimento. 
 

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