Dijo la verdad. Y las protestas que suscitó en su propio país decir lo que muchos saben, pero que debe permanecer oculto, le valió la renuncia a presidente de la República de Alemania. Semanas atrás, Horst Köhler declaró en una entrevista que el motivo fundamental de la presencia militar de Alemania en Afganistán, junto a los demás aliados, se debe a la defensa de sus intereses comerciales en la región.
Con una sinceridad típicamente anglosajona, el mandatario alemán señaló el 22 de mayo: "Un país de nuestro tamaño, concentrado en las exportaciones debe darse cuenta de que los desarrollos militares son necesarios en una emergencia para proteger nuestros intereses; por ejemplo en lo que concierne las rutas comerciales o para impedir las desestabilizaciones regionales que podrían influir negativamente sobre nuestro comercio, la ocupación y el ingreso".
Algunos medios europeos señalan el episodio como una "gaffe" (una metida de pata). Pero, en realidad, el ya ex presidente alemán tan sólo dijo en voz alta lo que muchos saben y pocos medios se animan a comentar: la guerra en Afganistán es un gran negocio, y es un modo para asegurar esa área del planeta de modo que no afecte los intereses comerciales de Occidente. Desde la invasión, en 2002, Afganistán no es ni más seguro ni más democrático. El poder talibán resiste con virulencia, las corrupción no ha disminuido y no disminuye el comercio de la amapola, necesaria para la preparación de drogas como la heroína. La reconstrucción, los suministros para cientos de miles de soldados respaldados por otros tantos mercenarios, la venta de las armas más exitosas en ese teatro de operaciones, el control de las rutas comerciales, son la razón principal de la presencia de los aliados en una país donde Al Qaeda ha dejado de ser operativo como grupo desde 2002.
Köhler, sólo cometió el error de comentar el voz alta lo que todos susurran. La oleada de protestas suscitada por sus declaraciones motivaron su renuncia. Pero el episodio no deja de señalar a todo el mundo que "el rey está desnudo".
Con una sinceridad típicamente anglosajona, el mandatario alemán señaló el 22 de mayo: "Un país de nuestro tamaño, concentrado en las exportaciones debe darse cuenta de que los desarrollos militares son necesarios en una emergencia para proteger nuestros intereses; por ejemplo en lo que concierne las rutas comerciales o para impedir las desestabilizaciones regionales que podrían influir negativamente sobre nuestro comercio, la ocupación y el ingreso".
Algunos medios europeos señalan el episodio como una "gaffe" (una metida de pata). Pero, en realidad, el ya ex presidente alemán tan sólo dijo en voz alta lo que muchos saben y pocos medios se animan a comentar: la guerra en Afganistán es un gran negocio, y es un modo para asegurar esa área del planeta de modo que no afecte los intereses comerciales de Occidente. Desde la invasión, en 2002, Afganistán no es ni más seguro ni más democrático. El poder talibán resiste con virulencia, las corrupción no ha disminuido y no disminuye el comercio de la amapola, necesaria para la preparación de drogas como la heroína. La reconstrucción, los suministros para cientos de miles de soldados respaldados por otros tantos mercenarios, la venta de las armas más exitosas en ese teatro de operaciones, el control de las rutas comerciales, son la razón principal de la presencia de los aliados en una país donde Al Qaeda ha dejado de ser operativo como grupo desde 2002.
Köhler, sólo cometió el error de comentar el voz alta lo que todos susurran. La oleada de protestas suscitada por sus declaraciones motivaron su renuncia. Pero el episodio no deja de señalar a todo el mundo que "el rey está desnudo".
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