martes, 4 de mayo de 2010

El problema somos nosotros


Vuelvo a proponer esta entrevista realizada en marzo de 2007 al prof. Sergio Rondinara, docente de Ética ambiental en la Universidad Gregoriana de Roma y publicada en su momento por Cn revista. Sugiero al lector tener en cuenta el tono tajante de algunas respuestas del entrevistado, y la presencia de datos que no suelen aparecer con frecuencia en el común de los medios de comunicación.


En enero de 2007, más de 500 científicos que integran el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) presentaron en París un informe con “evidencias abrumadoras” acerca de la responsabilidad humana por el calentamiento de la atmósfera. Esto significa que la comunidad internacional está frente a la necesidad de urgentes medidas de tipo político, y  también a un proceso de cambio cultural. Sin embargo, pese a que los tiempos apremian estamos lejos de haber encarado a fondo el problema con todo lo que eso significa. 
Acerca de estas cuestiones conversamos en su momento con Sergio Rondinara, docente de Ética Ambiental en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, coordinador de la red EcoOne, que reúne científicos, estudiantes y ciudadanos comprometidos con los temas ambientales.

¿Cuáles son las novedades de este cuarto informe del IPCC?
Son dos: más del 90% de los científicos del IPCC sostiene que es casi seguro que el calentamiento global provocado por el efecto invernadero sea causado por las emisiones de gases contaminantes producidos por la actividad humana. Digo casi, porque nunca hay una seguridad absoluta en el plano científico. Otras actividades que concurren naturalmente producen el efecto invernadero, como las erupciones volcánicas, las zonas húmedas pantanosas, pero en general su influencia no es tanta. La otra novedad es que el aumento del promedio de la temperatura del planeta está teniendo una fuerte aceleración. Los cambios son más acentuados respecto de las previsiones de cinco años atrás. Quiere decir que el fenómeno está fuera de control, y los efectos del daño realizado al planeta se prolongarán al menos por otro milenio.

¿Qué tipo de modificaciones climáticas se están produciendo?
Las proyecciones indican que en este siglo habrá un aumento promedio de entre 1,8 y 4 grados por encima de la media actual. Conviene tener presente que los cálculos del IPCC tienden siempre a ser conservadores. Y si no se reduce la contaminación, no se descarta que la temperatura aumente hasta 6 grados. Como consecuencia, dentro de los diferentes climas tendremos una radicalización de los fenómenos atmosféricos, sobre todo de los fenómenos extremos, como las sequías y los aluviones, o los picos de calor y los de frío intenso.

Para el común de la gente no es fácil imaginar que un grado más o menos de temperatura pueda tener efectos importantes.
Puede parecer un cambio mínimo, pero el planeta en el fondo es un poco como nuestro organismo, que es un sistema con diversos equilibrios muy delicados que se deterioran con facilidad. Cuando en nuestro organismo tenemos un grado más de temperatura no nos sentimos bien, y con dos grados más ya estamos en cama.
En el caso del planeta, un solo grado más de temperatura tiene varios efectos: provoca el derretimiento de glaciares, lo cual amenaza las fuentes de agua potable para decenas de millones de personas. También provoca el regreso de enfermedades como la malaria en zonas donde había desaparecido. El daño mayor lo recibiría el ecosistema marino, con la desaparición del 80% de las barreras coralinas. Dos grados más hacen prever la disminución de entre un 10 y el 30% de las cosechas en varios continentes, con todo lo que esto significa. Habría más enfermedades todavía, subiría el nivel del mar, amenazando  las zonas costeras de mayor rendimiento agrícola. Tres grados más pondrían en peligro de extinción entre el 15 y el 40% de las especies animales. Un aumento de cuatro  grados, que es el escenario que se prevé para los próximos 100 años, supone una perspectiva bastante grave: la cuenca mediterránea comenzaría a sufrir sequías en ciclos de 10 años. La falta de agua podría afectar a otros mil millones de personas. Las corrientes oceánicas, que distribuyen la humedad del aire del planeta, podrían cambiar sustancialmente. Y si se llega a un aumento de cinco grados, realmente el cuadro sería catastrófico, porque desaparecerían los glaciares del Himalaya, es decir: China e India se quedarían sin reservas de agua, el nivel del mar se elevaría provocando la evacuación de ciudades como New York, Tokio o Londres.

Habría que aplicar ya el protocolo de Kyoto...
El protocolo de Kyoto ya es una propuesta inútil, porque plantea reducir en un 5% el nivel de las emisiones del año 1990, cuando hay que reducir a la mitad el nivel de emisiones de hoy. Esta reducción drástica de las emisiones de gases supone apuntar a otro modelo de crecimiento y de desarrollo sustentable, alternativo al actual. El modelo actual se basa en un uso irracional de las fuentes de energía.

¿Quiere decir que llevamos un retraso grave?
Si al final de los años ’50 se hubieran reducido drásticamente las emisiones contaminantes, habríamos podido estabilizar los efectos actuales. El problema es real y serio y lo que más preocupa es el descuido que se nota a nivel de políticas globales.

¿Qué medidas haría falta adoptar?
Creo que es la oportunidad para buscar soluciones que no pueden ser mágicas y deben apuntar a las cuestiones de fondo. La solución a la crisis ambiental somos nosotros. Tenemos que rever nuestros comportamientos, nuestro estilo de vida, redefinir el concepto de desarrollo. Por eso creo que es una crisis antropológica, porque somos nosotros los que nos estamos equivocando; quiero decir que un modelo de desarrollo supone un modelo de hombre para ese desarrollo.

Hay que redefinir entonces qué se entiende por desarrollo
A menudo se habla de un nuevo paradigma de desarrollo sostenible. Pero nadie sabe qué significa eso, porque la sustentabilidad es un objetivo que necesita de la puesta en marcha de soluciones para realizarlo y éstas dependen de un proceso cultural.
Este proceso, y no la racionalidad económica, debe orientar un nuevo estilo de consumo y uso de los recursos naturales. Hoy elaborar un modelo de desarrollo sustentable es uno de los más grandes y urgentes desafíos culturales.
Un ejemplo: en Italia el agua de la canilla posee estándares de seguridad que son mayores que los de las aguas minerales. Sin embargo, la gente prefiere comprar agua mineral, por lo cual hay que transportar en camión toneladas de agua de un lado al otro, de la península con el impacto ambiental que provoca ese consumo de energía, los caños de escape, etc. Estas son las cosas que hay que corregir, y que cada ciudadano puede ayudar a modificar. Por ejemplo, comprando mercadería producida en la propia región o ciudad, sin  traerla desde miles de kilómetros. Esto supone cambios estructurales en la economía mundial.

Otro cambio sería recurrir a fuentes de energía renovables y no contaminantes…
Toda fuente de energía es contaminante. Cuando se habla de fusión nuclear en términos de “energía limpia”, se está haciendo demagogia. La fusión nuclear produce helio y hay que ver qué se hace con ese gas. Hay neutrones veloces que activan todo lo que está alrededor y todo el reactor se transforma en residuo. En la naturaleza, todo lo que hagamos tiene un precio. El tema es minimizar ese precio.
En materia de otras fuentes de energía, como la eólica o la solar, se trata de desarrollar tecnologías que tengan un acceso no demasiado complejo. Lo que a veces retrasa el desarrollo de estas fuentes de energía son más bien los frenos puestos por grupos que a menudo están relacionados con otras fuentes energéticas.

Usted habla de un proceso cultural. Mientras tanto, hacen falta medidas políticas.
Seguramente, tiene que ver con la política. Una buena política será la que preserve en modo global el hábitat terrestre y no sólo la que garantice un desarrollo cuantitativo de la economía. Pero ¿qué medidas aplicaremos sin tener presente que la humanidad compone una única familia global, sin redescubrir valores como el bien común, la fraternidad en ese plano, sin pasar de una óptica individual a otra más global?
Creo que será muy importante el aporte de cada cultura. No habrá una cultura que tenga “su” solución. Es un cambio radical, comparable con la revolución del neolítico o con la Revolución Industrial. Sólo que, en este caso, además de rápida deberá ser una revolución consciente.

¿Cuál es el rol de la sociedad civil?
Creo que la política estará en condiciones de comprender el cambio que hay que producir si hay una sociedad civil conciente de esta necesidad. Es un proceso que supone una gran participación ciudadana. Los ciudadanos son el primer sujeto para la sustentabilidad del territorio en el que viven. Esta participación capilar es la que puede generar soluciones adecuadas para ese territorio, es decir, seguir la conocida frase : “pensar globalmente para actuar localmente”.

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