domingo, 6 de junio de 2010

Lecturas: Armagedón. La derrota de Alemania, 1944-1945

La Segunda Guerra Mundial no deja de suscitar interés entre los historiadores. Existe una profusión de publicaciones que, si bien no recibe mucha atención por parte del gran público - probablemente también por el elevado precio de estos libros, a menudo, importados -, siguen planteando interrogantes, analizando el fenómeno y los comportamientos individuales y colectivos durante esos años de gigantescas masacres. En el imaginario colectivo de ese conflicto se ha ido formando la idea de una lucha entre buenos y malos, entre ejércitos de héroes y huestes de bellacos, que se enfrentaban en un teatro de guerra donde abundaban las gestas de caballeros. En este sentido, la imagen presentada por la cinematografía de Hollywood ha tenido un papel clave. 
La realidad, como suele suceder, fue bastante más compleja. La historiografía más reciente está enriqueciendo el debate trazando un panorama más preciso acerca de las condiciones políticas y militares en las que se desarrolló la Segunda Guerra Mundial, las mutuas desconfianzas entre los aliados, el rol de lfiguras como Charles de Gaulle quien revestía el rol de jefe militar del resuscitado ejército francés y el pretendido rol de jefe político de Francia, o como el general británico Montgomery, permanente fuente de desencuentros con sus pares estadounidenses. Las cuestiones políticas, sobre todo cuando comenzó a vislumbrarse la derrota nazi y a proyectarse el reordenamiento político de la Europa de la  posguerra. 
No fue fácil la tarea del comandante aliado del frente occidental, el general estadounidense Dwight David "Ike" Eisenhower, cuyo principal mérito consistió en la paciente labor de un liderazgo capaz de conjugar posturas y temperamentos tan disímiles, en un teatro de operaciones en el que cada decisión equivocada, cada error de cálculo, cada incertidumbre que retrasara el fin de esa carnicería podía provocar - y provocó - miles de muertos y espantosos sufrimientos. 
Poco se ha hablado y se habla de lo que acontecía en el frente oriental mientras del lado occidental los aliados seguían con la ofensiva comenzada con el desembarco en Normandía. Sin embargo, la lucha que se llevó a cabo en ese sector fue particularmente encarnizada. Un odio enconado envolvía a los ejércitos que se enfrentaban y eso produjo un número increíble de víctimas. Hitler enrojecía por la ira cuando se enteraba de que un alto oficial nazi no había resistido hasta la muerte en su puesto de combate, y mostraba total desprecio, al punto de mandarlos ante el pelotón de ejecución, por los oficiales sobrevivientes (!). Del lado soviético, no había mejor contemplación por la vida humana. El mínimo error, la mínima esitación, un comentario equivocado podía pagarse con la deportación, el gulag en la remota Siberia, las humillaciones más duras, la tortura y el pelotón de ejecución. Un alto mando de las fuerzas aereas, que luego de alguna copa de más comentó a Stalín: "Nos estás haciendo volar en ataudes", recibió como respuesta un escueto: "No deberías haber dicho esto", por parte de su máximo líder. Al día siguiente fue ejecutado. Pudiendo disponer de un inagotable número de reservas, los soviéticos no repararon prácticamente en las bajas. No importó sino el resultado final de cada operación, el costo humano fue un precio secundario. 
Este es el contexto que describe con eficacia y precisión Max Hastings, autor de Armagedón. La colección Memoria de la editorial española Crítica nos brinda un texto de sumo interés, una vez más fruto del trabajo de un historiógrafo británico que, como el ya conocido Antony Beevor, está contribuyendo a iluminar los pormenores de una época histórica tan dramática. Se trata de un libro que aporta interesantes perspectivas leer junto con dos obras de Beevor, la más reciente - en orden de aparición en nuestras librerías - Dia D sobre la primera etapa del desembarco en Normandía, en el verano de 1944, y con Berlín 1945, la caída. Ambos textos reconstruyen el panorama de los últimos dos años de esa catástrofe con notable precisón, sin perder demasiado de vista que en esas circunstas extremas sale a flote del ánimo humano lo peor y lo mejor.
Hastings, en particular desarrolla una lectura crítica respecto del frente aliado occidental, en el convencimiento que de haber presionado con mayor energía las líneas alemanas, éstas se habrían derrumbado con mayor rapidez acelerando el fin de la guerra. Rencillas políticas y recelos mutuos, indecisión y una menor calidad de los combatientes  y de los generales aliados, comparados con los soldados nazis, fueron factores que influyeron en enlentecer el avance aliado. Además de imperdonables errores, pese a la abrumadora superioridas en hombres y medios (a tener presente, el colapso importante de la aviación nazi, por ejemplo, que en muchos casos dejó los cielos de las batallas en manos de los aviones aliados). 
Una mención inevitable, que constituye un aporte humano al debate interminable sobre las guerras, son las referencias que Hastings, y también Beevor en El día D, dedican al tema del estrés psicológico que entre los aliados provocó cientos de miles de bajas. Mientras que del lado nazi y soviético, el fenómeno cuenta con menos datos, posiblemente por el fervor fanático con el cual los soldados lucharon o fueron obligados a hacerlo, en el bando aliado el fenómeno dio lugar a un seguimiento sanitario, a la creación de hospitales y centros para la curación de este estado y a los primeros estudios al respecto. Hubo casos en que porcentajes importantes, entre el 20 y el 30% de los efectivos, acusaron síntomas de estrés y tuvieron que ser reemplazados. Más de 100 mil luego del desembarco el Normandía. 
Se trata de un dato más, y no secundario, de la realidad, sobre lo repugnante que resulta ser para la persona humana el oficio de matar a su prójimo. Al respecto, una confirmación que no deja de ser escalofriante: se estima en 17 por día el número de suicidios de soldados estadounidenses veteranos retirados de Iraq. También en nuestro país el número de soldados suicidas luego del conflicto por las Malvinas ha superado el número de bajas provocadas por la misma guerra, sin incluir las víctimas del crucero Gral. Belgrano.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario