domingo, 23 de mayo de 2010

El rol de la economía social

En una sociedad postindustrial como la nuestra, el equema económico y democrático con el cual hemos funcionado hasta ahora no tiene futuro y las recurrentes crisis económicos financieras parecen confirmarlo. El análisis del economista italiano Stefano Zamagni en esta entrevista. 

El profesor Stefano Zamagni, uno de los más prestigiosos economistas italianos, ya es una figura harto conocida en la Argentina. Luego de una de sus brillantes disertaciones tuvimos oportunidad de dialogar con él acerca de la dinámica y la interrelación que a futuro podrían tener el Estado, el mercado y las empresas de economía social y solidaria

Usted plantea la crisis de la así llamada Economía Social de Mercado (ESM) y la necesidad de un nuevo esquema de funcionamiento. ¿Por qué?
La ESM es un modelo que ha sido desarrollado sobre todo por los alemanes, luego de la Segunda Guerra Mundial, muy similar al modelo inglés del Welfare State (Estado de bienestar). Es un modelo que dio muy buenos resultados mientras estuvimos en una sociedad industrial. El tema es que hoy este modelo es obsoleto, porque supone la existencia de dos esferas diferentes y separadas entre sí: el mercado, que reune a sujetos o empresas dedicados a la producción de ingresos o de valor agregado; y el Estado, que se dedica a la redistribución del ingreso. Ahora bien, desde hace unos 15 años, este modelo ha entrado en crisis; no funciona más y no puede hacerlo precisamente porque ya no somos más una sociedad industrial, sino una sociedad posindustrial.

¿Qué factores determinaron esta crisis?
Uno es la globalización: el poder de los Estados nacionales ha disminuido. Hoy los Estados no están en condiciones de determinar ejes claves de la economía, como el tipo de cambio, la moneda y los impuestos, ya que éstos son susceptibles de definiciones desde el plano internacional. Tenemos que aceptar que esto ha modificado el poder estatal. En segundo lugar, ha cambiado la naturaleza de las necesidades. Hoy los ciudadanos no aceptan recibir bienes y servicios sin nada a cambio, de un modo que ofenda su dignidad.

Es decir, no se acepta más el asistencialismo...
Hay un estudio del israelí Avishai Margalit, “La sociedad decente”, en el que se afirma que es decente una sociedad en la que los ciudadanos no son humillados. Es por eso que, a largo plazo, el asistencialismo está destinado al fracaso, porque suele humillar a las personas al darle algo sin nada a cambio. Por más que sea una cuestión de justicia. Porque también la aplicación de la justicia puede ser humillante. Luego de un primer momento en que se recurre al asistencialismo, por una cuestión de emergencia y de necesidad, si esa situación se repite indefinidamente, a la larga la persona pierde su autoestima, reacciona, y hasta puede llegar a odiar a sus “benefactores”. La transición de una sociedad industrial a una posindustrial ha provocado el surgimiento de la “sociedad decente”. En este contexto, el Estado de Bienestar, al que la globalización ha quitado recursos, ha entrado en crisis, y no dispone de lo necesario para seguir cumpliendo la función realizada hasta ahora.

¿Cuál es el elemento nuevo en este contexto posindustrial?
El elemento importante que no tiene en cuenta el modelo de ESM, es el de la sociedad civil. De hecho, buena parte de los tratados de economía no hablan de ello. La sociedad civil está compuesta por tres realidades constitutivas. Primero que nada, todo tipo de asociacionismo, de las instituciones culturales, a las ONGs, a las instituciones deportivas, etc. Luego, están los intelectuales, en un sentido amplio. Es decir, personas independientes, dotadas de un espíritu crítico ejercido en forma constructiva, que se animan a correr el riesgo de hacer propuestas, que no se limitan al diagnóstico, sino que también proponen terapias. Un intelectual de la sociedad civil, es alguien que ayuda el proceso de educación en un país. El tercer elemento, son las empresas de la sociedad civil. Empresas de todo tipo, las que podrían aparecer en el futuro, como los modelos conocidos pertenecientes al cooperativismo, o las del proyecto de Economía de Comunión (EdC). Y son empresas verdaderas, porque producen valor agregado, que es lo que califica a la empresa.

¿Cuál es la diferencia entre estas empresas comunes y corrientes y que son activas en el mercado?
La finalidad de las empresas de la economía privada, es el beneficio económico, la ganancia. Mientras que las de la sociedad civil apuntan principalmente al bien social, como una cooperativa, por ejemplo. Pero que apunten al bien social, no quiere decir que sean menos empresas. Conozco a una empresa, cerca de Bolonia, en Italia, en la que trabajan 270 personas con síndrome de Down. Y es una empresa altamente eficiente y competitiva. Han comprendido de qué manera una persona que padece esta enfermedad puede trabajar, y han aplicado este método facilitando a estas personas el acceso al trabajo. Lo mismo pasa con las empresas de EdC, que son empresas que para aplicar la cultura de la que son expresión están comprometidas a pagar los impuestos, no contaminar, no explotar al trabajador, a ser leales, etc. Esto las hace, diría, más empresas que las otras de la economía privada.
Estos son los tres pilares de la sociedad civil, que el modelo de ESM no considera. Por lo tanto, hay que transitar hacia lo que llamo una “Economía Civil de Mercado”. Para eso, se debe constituir un lugar económico apropiado, que es precisamente la sociedad civil. Si este lugar no se desarrolla, esa sociedad tendrá serios problemas para progresar, para desarrollarse, será una sociedad indecente.


Esto supone un cambio sustancial en la manera de enteder la economía, el mercado y el Estado...
Hay que comprender que el factor de progreso ya no es sólo el capital humano o el capital físico, hay que tomar en consideración la existencia de un capital social. Al expandirse la sociedad civil, naturalmente se reduce el área de intervención del Estado, el cual se limitará a aquellas funciones que le corresponden y que son irrenunciables. Pero también se irá expandiendo la acción de la sociedad civil. Lo cual es lógico, porque la economía civil tiene la capacidad de darle trabajo y dignidad a esos 270 trabajadores del ejemplo, en lugar de que el Estado esté asumiendo el costo de una pensión o un subsidio.
Eso supera la visión del Estado como única fuente de la ética. Creo que la sociedad civil tiene la primacía ante el Estado, más aún es ella la que tiene que controlar tanto el mercado como el Estado. Porque también el mercado debe tener una ética, y ésta se la da la sociedad civil. Por lo tanto, para que una sociedad posindustrial como la nuestra pueda funcionar, hay que desarrollar este tercer elemento, la sociedad civil. Por supuesto, no es simple, pero hay que empezar.

También ha cambiado el mercado laboral...
Hoy las sociedades son cada vez más internamente desiguales, también las del Primer Mundo. En Estados Unidos, la tasa de pobreza relativa es del 22%. En Italia es del 12%, y hace 50 años era del 6%. Antes, la fuerza de trabajo se podía graficar como una pirámide, donde los trabajos mejor remunerados estaban en la punta y los menos remunerados, con menos preparación, eran la base. Hoy el esquema sería una suerte de reloj de arena: tanto la base como la parte superior, concentran una gran cantidad de trabajadores, abajo los que tienen poca especialización, arriba los muy especializados. En la parte angosta se concentra la demanda de los de formación media, a menudo universitaria, que son los que nadie quiere. La mayoría de ese 12% de pobres en Italia son universitarios que trabajan de taximetristas, de obreros, etc. Y hoy el Estado no dispone más de los recursos para lograr una redistribución eficiente que se preocupe de las oportunidades de todos.

¿Y aquí intervienen las empresas de la economía civil?
Sí, porque su fin es el bien social, a través de ellas se puede llegar a dignificar con trabajo a la ciudadanía que hoy no tiene oportunidades. Por supuesto, esto supone muchas cosas, desde un marco legal que reconozca esta función social, a la disponibilidad del crédito para su desarrollo.

Son cambios que implican también una transición hacia otro modelo de democracia...
Es así. Tenemos que pasar de una democracia “elitista-competitiva”, de Weber y Schumpeter –que funcionó bien en la sociedad industrial–, a ser una “democracia deliberativa”. En una democracia deliberativa, que es un sistema más fuerte, la coalición política, el político que busca el consenso debe ofrecer razones para conseguir apoyo. Es decir, debe indicar el estatuto de valores de su propuesta y explicar las consecuencias últimas de las mismas. Esto permite al ciudadano elegir con conocimiento de causa entre diferentes planteos. Creo que la sociedad civil tiene la tarea de formar políticos que, desde su seno, vayan costruyendo la nueva democracia para esta época posindustrial. Tenemos que convencernos de que el esquema anterior pertenece al pasado, y hoy ya no es válido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario