lunes, 31 de mayo de 2010

Presidente de Alemania dimite por decir la verdad


Dijo la verdad. Y las protestas que suscitó en su propio país decir lo que muchos saben, pero que debe permanecer oculto, le valió la renuncia a presidente de la República de Alemania. Semanas atrás, Horst Köhler declaró en una entrevista que el motivo fundamental de la presencia militar de Alemania en Afganistán, junto a los demás aliados, se debe a la defensa de sus intereses comerciales en la región.
Con una sinceridad típicamente anglosajona, el mandatario alemán señaló el 22 de mayo: "Un país de nuestro tamaño, concentrado en las exportaciones debe darse cuenta de que los desarrollos militares son necesarios en una emergencia para proteger nuestros intereses; por ejemplo en lo que concierne las rutas comerciales o para impedir las desestabilizaciones regionales que podrían influir negativamente sobre nuestro comercio, la ocupación y el ingreso".
Algunos medios europeos señalan el episodio como una "gaffe" (una metida de pata). Pero, en realidad, el ya ex presidente alemán tan sólo dijo en voz alta lo que muchos saben y pocos medios se animan a comentar: la guerra en Afganistán es un gran negocio, y es un modo para asegurar esa área del planeta de modo que no afecte los intereses comerciales de Occidente. Desde la invasión, en 2002, Afganistán no es ni más seguro ni más democrático. El poder talibán resiste con virulencia, las corrupción no ha disminuido y no disminuye el comercio de la amapola, necesaria para la preparación de drogas como la heroína. La reconstrucción, los suministros para cientos de miles de soldados respaldados por otros tantos mercenarios, la venta de las armas más exitosas en ese teatro de operaciones, el control de las rutas comerciales, son la razón principal de la presencia de los aliados en una país donde Al Qaeda ha dejado de ser operativo como grupo desde 2002.
Köhler, sólo cometió el error de comentar el voz alta lo que todos susurran. La oleada de protestas suscitada por sus declaraciones motivaron su renuncia. Pero el episodio no deja de señalar a todo el mundo que "el rey está desnudo".

domingo, 23 de mayo de 2010

El rol de la economía social

En una sociedad postindustrial como la nuestra, el equema económico y democrático con el cual hemos funcionado hasta ahora no tiene futuro y las recurrentes crisis económicos financieras parecen confirmarlo. El análisis del economista italiano Stefano Zamagni en esta entrevista. 

El profesor Stefano Zamagni, uno de los más prestigiosos economistas italianos, ya es una figura harto conocida en la Argentina. Luego de una de sus brillantes disertaciones tuvimos oportunidad de dialogar con él acerca de la dinámica y la interrelación que a futuro podrían tener el Estado, el mercado y las empresas de economía social y solidaria

Usted plantea la crisis de la así llamada Economía Social de Mercado (ESM) y la necesidad de un nuevo esquema de funcionamiento. ¿Por qué?
La ESM es un modelo que ha sido desarrollado sobre todo por los alemanes, luego de la Segunda Guerra Mundial, muy similar al modelo inglés del Welfare State (Estado de bienestar). Es un modelo que dio muy buenos resultados mientras estuvimos en una sociedad industrial. El tema es que hoy este modelo es obsoleto, porque supone la existencia de dos esferas diferentes y separadas entre sí: el mercado, que reune a sujetos o empresas dedicados a la producción de ingresos o de valor agregado; y el Estado, que se dedica a la redistribución del ingreso. Ahora bien, desde hace unos 15 años, este modelo ha entrado en crisis; no funciona más y no puede hacerlo precisamente porque ya no somos más una sociedad industrial, sino una sociedad posindustrial.

¿Qué factores determinaron esta crisis?
Uno es la globalización: el poder de los Estados nacionales ha disminuido. Hoy los Estados no están en condiciones de determinar ejes claves de la economía, como el tipo de cambio, la moneda y los impuestos, ya que éstos son susceptibles de definiciones desde el plano internacional. Tenemos que aceptar que esto ha modificado el poder estatal. En segundo lugar, ha cambiado la naturaleza de las necesidades. Hoy los ciudadanos no aceptan recibir bienes y servicios sin nada a cambio, de un modo que ofenda su dignidad.

Es decir, no se acepta más el asistencialismo...
Hay un estudio del israelí Avishai Margalit, “La sociedad decente”, en el que se afirma que es decente una sociedad en la que los ciudadanos no son humillados. Es por eso que, a largo plazo, el asistencialismo está destinado al fracaso, porque suele humillar a las personas al darle algo sin nada a cambio. Por más que sea una cuestión de justicia. Porque también la aplicación de la justicia puede ser humillante. Luego de un primer momento en que se recurre al asistencialismo, por una cuestión de emergencia y de necesidad, si esa situación se repite indefinidamente, a la larga la persona pierde su autoestima, reacciona, y hasta puede llegar a odiar a sus “benefactores”. La transición de una sociedad industrial a una posindustrial ha provocado el surgimiento de la “sociedad decente”. En este contexto, el Estado de Bienestar, al que la globalización ha quitado recursos, ha entrado en crisis, y no dispone de lo necesario para seguir cumpliendo la función realizada hasta ahora.

¿Cuál es el elemento nuevo en este contexto posindustrial?
El elemento importante que no tiene en cuenta el modelo de ESM, es el de la sociedad civil. De hecho, buena parte de los tratados de economía no hablan de ello. La sociedad civil está compuesta por tres realidades constitutivas. Primero que nada, todo tipo de asociacionismo, de las instituciones culturales, a las ONGs, a las instituciones deportivas, etc. Luego, están los intelectuales, en un sentido amplio. Es decir, personas independientes, dotadas de un espíritu crítico ejercido en forma constructiva, que se animan a correr el riesgo de hacer propuestas, que no se limitan al diagnóstico, sino que también proponen terapias. Un intelectual de la sociedad civil, es alguien que ayuda el proceso de educación en un país. El tercer elemento, son las empresas de la sociedad civil. Empresas de todo tipo, las que podrían aparecer en el futuro, como los modelos conocidos pertenecientes al cooperativismo, o las del proyecto de Economía de Comunión (EdC). Y son empresas verdaderas, porque producen valor agregado, que es lo que califica a la empresa.

¿Cuál es la diferencia entre estas empresas comunes y corrientes y que son activas en el mercado?
La finalidad de las empresas de la economía privada, es el beneficio económico, la ganancia. Mientras que las de la sociedad civil apuntan principalmente al bien social, como una cooperativa, por ejemplo. Pero que apunten al bien social, no quiere decir que sean menos empresas. Conozco a una empresa, cerca de Bolonia, en Italia, en la que trabajan 270 personas con síndrome de Down. Y es una empresa altamente eficiente y competitiva. Han comprendido de qué manera una persona que padece esta enfermedad puede trabajar, y han aplicado este método facilitando a estas personas el acceso al trabajo. Lo mismo pasa con las empresas de EdC, que son empresas que para aplicar la cultura de la que son expresión están comprometidas a pagar los impuestos, no contaminar, no explotar al trabajador, a ser leales, etc. Esto las hace, diría, más empresas que las otras de la economía privada.
Estos son los tres pilares de la sociedad civil, que el modelo de ESM no considera. Por lo tanto, hay que transitar hacia lo que llamo una “Economía Civil de Mercado”. Para eso, se debe constituir un lugar económico apropiado, que es precisamente la sociedad civil. Si este lugar no se desarrolla, esa sociedad tendrá serios problemas para progresar, para desarrollarse, será una sociedad indecente.


Esto supone un cambio sustancial en la manera de enteder la economía, el mercado y el Estado...
Hay que comprender que el factor de progreso ya no es sólo el capital humano o el capital físico, hay que tomar en consideración la existencia de un capital social. Al expandirse la sociedad civil, naturalmente se reduce el área de intervención del Estado, el cual se limitará a aquellas funciones que le corresponden y que son irrenunciables. Pero también se irá expandiendo la acción de la sociedad civil. Lo cual es lógico, porque la economía civil tiene la capacidad de darle trabajo y dignidad a esos 270 trabajadores del ejemplo, en lugar de que el Estado esté asumiendo el costo de una pensión o un subsidio.
Eso supera la visión del Estado como única fuente de la ética. Creo que la sociedad civil tiene la primacía ante el Estado, más aún es ella la que tiene que controlar tanto el mercado como el Estado. Porque también el mercado debe tener una ética, y ésta se la da la sociedad civil. Por lo tanto, para que una sociedad posindustrial como la nuestra pueda funcionar, hay que desarrollar este tercer elemento, la sociedad civil. Por supuesto, no es simple, pero hay que empezar.

También ha cambiado el mercado laboral...
Hoy las sociedades son cada vez más internamente desiguales, también las del Primer Mundo. En Estados Unidos, la tasa de pobreza relativa es del 22%. En Italia es del 12%, y hace 50 años era del 6%. Antes, la fuerza de trabajo se podía graficar como una pirámide, donde los trabajos mejor remunerados estaban en la punta y los menos remunerados, con menos preparación, eran la base. Hoy el esquema sería una suerte de reloj de arena: tanto la base como la parte superior, concentran una gran cantidad de trabajadores, abajo los que tienen poca especialización, arriba los muy especializados. En la parte angosta se concentra la demanda de los de formación media, a menudo universitaria, que son los que nadie quiere. La mayoría de ese 12% de pobres en Italia son universitarios que trabajan de taximetristas, de obreros, etc. Y hoy el Estado no dispone más de los recursos para lograr una redistribución eficiente que se preocupe de las oportunidades de todos.

¿Y aquí intervienen las empresas de la economía civil?
Sí, porque su fin es el bien social, a través de ellas se puede llegar a dignificar con trabajo a la ciudadanía que hoy no tiene oportunidades. Por supuesto, esto supone muchas cosas, desde un marco legal que reconozca esta función social, a la disponibilidad del crédito para su desarrollo.

Son cambios que implican también una transición hacia otro modelo de democracia...
Es así. Tenemos que pasar de una democracia “elitista-competitiva”, de Weber y Schumpeter –que funcionó bien en la sociedad industrial–, a ser una “democracia deliberativa”. En una democracia deliberativa, que es un sistema más fuerte, la coalición política, el político que busca el consenso debe ofrecer razones para conseguir apoyo. Es decir, debe indicar el estatuto de valores de su propuesta y explicar las consecuencias últimas de las mismas. Esto permite al ciudadano elegir con conocimiento de causa entre diferentes planteos. Creo que la sociedad civil tiene la tarea de formar políticos que, desde su seno, vayan costruyendo la nueva democracia para esta época posindustrial. Tenemos que convencernos de que el esquema anterior pertenece al pasado, y hoy ya no es válido.

viernes, 21 de mayo de 2010

Los desaparecidos de Guantánamo

El presidente George W. Bush y su vice Dick Cheney sabían que buena parte de los 742 presuntos teorristas detenidos en la base de Guantánamo jamás habían visto a un soldado estadounidense antes de ser secuestrados. La guerra mundial contra el terrorismo necesitaba pues de presos, de arrestos, de confesiones. Y para ello los servicios de inteligencia recurrieron a todo tipo de medio, incluso el de comprar prisioneros a los gobiernos de Pakistán o Afganistán. Se llegó a pagar hasta 5.000 dólares por persona (de paso, las edades varían entre los 12 y los 93 años).
La Casa Blanca, por lo tanto, tiene sus desaparecidos. Lo revela Lawrence Wilkerson (1), quien en su momento se desempeñó como consejero de Colin Powel, ex secretario de Estado (canciller), durante el gobierno de Bush. Wilkerson sostiene que pese a estar informados al respecto, tanto el ex presidente como su vice, prefirieron no afectar la imagen de la lucha contra el terrorismo.
No es la primera verdad incómoda de esta extraña guerra. La Comisión Europea, investiga junto con la magistratura italiana un millar de vuelos clandestinos que se han utilizado para trasladar ilegalmente presuntos terroristas en cárceles secretas de Rumania, Polonia, Ucrania y posiblemente Uzbekistán, donde los secuestrados han sido torturados. Y se agrega a las revelaciones - realizadas ante la comisión de asuntos exteriores del parlamento francés - por Alain Chouet, ex dirigente de los servicios de antiterrorismo de Francia acerca de la desarticulación de Al Qaeda, que desde 2002 no estaría en condiciones de operar como organización (2). Para Chouet, Al Qaeda no participó en ningún atentado post 11 de setiembre (Madrid, Londres, etc.). Por otro lado, también las filtraciones acerca del supuesto intento de atentado realizado la semana pasada en Times Square, New York, también comenzan a arrojar sospechas acerca de lo que realmente pasó en esa oportunidad (3).
Cada vez más elementos conducen a dudar de lo que efectivamente está sucediendo en Afganistán y en Iraq. Los intereses privados y comerciales de poderosos lobbys industriales y políticos, por lo visto, están determinando la política exterior de la Casa Blanca. Y para esos intereses, es necesario mantener despierto el temor y el miedo.


1 http://www.megachipdue.info/finestre/zero-11-settembre/3474-george-w-bush-lsapeva-che-i-prigionieri-di-guantanamo-erano-innocentir.html

2 http://abperiferia.blogspot.com/2010/03/cade-il-mito-al-qaeda.html

3 http://www.megachipdue.info/tematiche/guerra-e-verita/3666-il-bombarolo-di-times-square-legato-a-terroristi-controllati-dalla-cia.html 
 
 
 

miércoles, 19 de mayo de 2010

Recuperar la cordura


Cuando los optimistas pensaban que había pasado lo peor de la crisis financiera estallada en los Estados Unidos a fines de 2008, la debacle de la economía griega junto con los tropiezos de otras economías europeas menos fuertes, como las de España, Portugal e Irlanda, completaron un panorama que no es alentador. Según las autoridades financieras de la Unión Europea (UE), el blindaje de un billón de euros (un millón de millones) aplicado en mayo por la UE y el Fondo Monetario Internacional, sólo permitió ganar tiempo, pues el Viejo Continente se enfrenta la peor crisis en un siglo.
Varios gobiernos, luego de oscilar entre negar la realidad e intentar paliarla con medidas que resultaron insuficientes, comenzando por el de Grecia, terminaron por aplicar un drástico ajuste fiscal: reducción del gasto público (léase gasto social), congelamiento de jubilaciones y salarios estatales, en algunos casos su reducción, más impuestos, etcétera. En fin, recetas que en estas latitudes bien conocemos, aunque sin los amortiguadores sociales a disposición de los países del primer mundo, y sin el respaldo de un bloque como la UE capaz de salir al cruce del desaguisado griego (400 mil millones de dólares de deuda pública y un desorden financiero ocultado a los demás gobiernos de la región) con una ayuda de 140 mil millones de dólares. No será fácil la vida de los europeos en los meses venideros o quizás hasta en un año o más, aunque no se llegará a los niveles generalizados de pobreza y de exclusión social propios de América latina. Y no será fácil evitar los efectos que producirá este vendaval sobre nuestras economías.
Se diría que en el Viejo Continente está tomando consistencia el germen de la desigualdad de un modelo de capitalismo que, al favorecer la acumulación y la libertad de acción de los mercados sin muchos controles, es incapaz de permitir una distribución más equitativa del ingreso. Tal como en los Estados Unidos, el éxito de ciertos sectores coexiste con el crecimiento de la pobreza (35 millones, alrededor del 10% de la población); también en la UE los indicadores de pobreza y de desempleo están en aumento. A los gobiernos de ese bloque se les hace cada vez más difícil aplicar los beneficios del Estado de Bienestar, allí fuertemente arraigado, si bien cada vez más costoso, en un contexto neoliberista para el cual el gasto social, la intervención del Estado y la regulación los mercados son malas palabras.
Sin embargo, la libertad absoluta del mercado ha generado trabajo precario, especulación salvaje, pérdida de empleo. Un problema especial lo constituyen los mercados financieros: de cada 100 pesos que ingresan a diario en el mercado global, apenas 0,50 centavos son fruto de la producción de bienes y servicios, mientras que 99,50 pesos son movilizados en actividades financieras, sean o no especulativas. La mentalidad que se ha instalado entre operadores e inversores es que hay que generar ganancias rápidas y cuantiosas, como si el dinero fuera capaz por sí mismo de generar riqueza. Eso ha llevado a una progresiva sofisticación de ese mercado al punto tal que su comprensión es casi imposible a un lego. Detrás de las burbujas financieras de billones y billones de dólares que estallan estruendosa y periódicamente no hay un solo bien producido, sino papeles y números virtuales.
Una irracionalidad que raya la locura.
Lo paradójico, y lo más injusto, es que cada vez que estalla una crisis los platos rotos los paga la ciudadanía, ajena a las sofisticaciones financieras, y ante la aparente despreocupación de los responsables. El año pasado el presidente Barack Obama reaccionó indignado cuando los que causaron la crisis estadounidense estaban cobrando remuneraciones por 160 millones de dólares.
Más allá de las discusiones académicas o ideológicas sobre el modelo económico que mejor garantice la justicia social, un primer paso consistiría en recuperar la cordura: el mercado, que hoy es global, se ha transformado en una suerte de casino en el que la compulsión al juego dilapida fortunas. Para evitar desastres periódicos, necesitamos recuperar el predominio del intercambio de bienes y servicios fruto del trabajo.


Editorial de Cn revista, junio de 2010.
www.ciudadnueva.org.ar 



Lula tra denuncia e diplomazia

Il presidente brasiliano è stato criticato per non aver stigmatizzato la precaria situazione dei diritti umani a Cuba. Le sue ragioni.

Chi ha criticato il presidente del Brasile, Inacio Lula da Silva, ha ragione: avrebbe potuto, e non l'ha fatto, esprimere un giudizio critico in merito alla morte di un oppositore del regime cubano imprigionato da tempo e che le autorità hanno semplicemente lasciato andare durante il suo sciopero della fame. Il che getta un velo di dubbi sulla recente apparizione sullo scenario internazionale del presidente brasiliano in qualità di nuovo e affermato leader. Perché è pur vero che dal rappresentante di un Paese emblema di un Terzo Mondo da sempre emarginato, sfruttato e sottomesso, ci si aspetterebbe una parola nuova e più consona ai valori da sempre sostenuti di giustizia e di solidarietà, con un po’ meno di realpolitik. Lo stesso Lula non avrebbe certo taciuto in quanto dirigente del Partito dei lavoratori, il suo, se un altro presidente brasiliano al suo posto avesse taciuto.
Ma se andiamo un po' più in profondità nella questione dei diritti umani e nella denuncia permanente, mai sufficiente, della loro violazione, allora ci vogliono altre considerazioni. Perché sia chiaro che su questo tema è anche importante stabilire da chi viene la critica. Dall'Europa? In tal caso l'Europa dovrebbe emettere un comunicato alla settimana in merito ai diritti umani ad esempio in Turchia, Paese col quale è in marcia di avvicinamento da tempo, dove la tortura e il sopruso sono ancora di casa. Cito in merito il rapporto del 2009 di Amnesty International che segnala: «Sono aumentate le segnalazioni di tortura e altri maltrattamenti, mentre le voci del dissenso hanno subito persecuzioni e intimidazioni».
Oppure sarebbe il caso di un deciso intervento in appoggio alla magistratura italiana che indaga su un migliaio di voli “clandestini” con presunti terroristi sequestrati e trasportati in carceri dove sono poi stati torturati, in Polonia, Romania, Ucraina e – sembra – anche in Uzbekistan, stando a fonti autorevoli. Per intenderci, hanno subito quelle vessazioni che l'amministrazione di George W. Bush ha preteso addirittura di legalizzare. E già che parliamo di Cuba, possiamo dimenticare l'enclave militare statunitense nell'isola caraibica, chiamata Guantanamo? Dove vengono ancora mantenuti sotto sequestro più di 700 presunti terroristi, in una sorta di terra di nessuno giuridica, senza che ancora si sappia cosa sarà di loro. In America Latina una situazione del genere evoca il caso dei desaparecidos. Li ricordate?
È recente la notizia diffusa dal Times che l'allora presidente Bush e il suo vice Cheney erano al corrente che a Guantanamo erano finiti centinaia di innocenti: ma per non danneggiare l'immagine della guerra globale contro il terrorismo hanno taciuto e mantenuto in prigionia queste persone, tra i 12 ed i 93 anni. Il capo del personale dell'ex segretario di Stato Colin Powell, Laurence Wilkerson, ha rivelato che Bush e Cheney sapevano che gran parte dei 742 sequestrati non solo erano estranei ai fatti, ma che molti erano stati ceduti da Pakistan e Afghanistan per somme fino a 5 mila dollari: in altre parole il Pentagono, pur di dimostrare che la guerra contro il terrorismo era veramente in atto, ha letteralmente “comprato” prigionieri. Wilkerson lasciò il governo Bush, come anche il suo ex superiore Powell, precisamente dopo aver scoperto quante falsità nasconde la guerra globale contro il terrorismo, fonte, non dimentichiamolo, di enormi violazioni dei diritti umani.
 
Ovviamente, una cosa non esclude l'altra. Il regime cubano non è democratico e l'opposizione in quel Paese non ha vita facile. Tutt'altro. E questo va detto. Ma va anche detto che è forse peggio ancora quando certe violazioni sono denunciate ed altre no, quando esiste un doppio standard in questi criteri. Ed è ancor più drammatico che certi soprusi vengano commessi da Paesi democratici, con in più la pretesa di dar ad altri lezioni di democrazia. La prudenza europea nei confronti di alcuni Paesi – abbiamo citato la Turchia – è anche frutto di un processo diplomatico lento, paziente e delicato di inclusione di queste nazioni nel contesto internazionale, che porterà indubbi benefici dal punto di visto del progresso della democrazia. E ciò ci fa comprendere le ragioni di certi silenzi. Non tutto è opportunismo e la diplomazia suggerisce che il senso dell'opportunità (che è altra cosa) può a volte giovare molto più della denuncia ad ogni costo. È il classico cucchiaino di miele, che prende più mosche di un barile di aceto. Ed è chiaro che anche Lula, a capo della migliore diplomazia dell'America latina, conosca molto bene questo detto.
 
Pubblicato su Cittá Nuova 
www.cittanuova.it
 

domingo, 9 de mayo de 2010

Lecturas: Historia y futuro de las Malvinas

Muy interesante este trabajo de Rodolfo Terragno sobre la cuestión de las islas Malvinas. Terragno es conocido como hombre político y legislador. Fue en varias oportunidad funcionario de Estado, y también es periodista. El texto conserva un estilo ágil, con una redacción eficaz y clara propia del periodista, aunque Historia y futuro de las Malvinas es un trabajo riguroso que manifiesta un valioso aporte desde la historiografía. 
Si bien no se trata de una edición nueva, el libro ha sido publicado en 2006, los últimos acontecimientos relativos al descubrimiento de yacimentos de petróleo en la cuenca malvinense, confieren gran actualidad al tema encarado por Terragno (quien en 2002 publicó otro texto sobre el conflicto de 1982 por las islas).
Este aporte de Terragno es necesario, porque al basarse sobre una rigurosa investigación realizada por el autor sobre documentos históricos, y sobre documentación desclasificada del Foreign Office (la cancillería británica) evita abordar el tema con prejuicios y argumentaciones inconsistentes, o en algunos casos mitológicas - el que escribe ha oído profesionales serios hablar sin el menor asomo de dudas acerca de la masacre de los pobladores originarios de las islas, que en realidad nunca existieron -. 
Hay, además, sectores de la sociedad entre los cuales circula, la idea de que el reclamo sobre las Malvinas por parte de la Argentina sea infundado. Juega al respecto, con toda probabilidad, cierto escepticismo que nace de la postura discontinua y errática de nuestros gobiernos en la presentación las razones de nuestro país. Errores que en 1982 desembocaron en una tragedia que deberíamos y podríamos haber evitado. 
Pero se trata en todo caso de errores políticos, no en cuanto al legítimo derecho argentino de ejercer su soberanía sobre un territorio que le pertenece. 
Terragno analiza puntillosamenteprimero las relaciones  entre España y Portugal en base a las que a fines del siglo XV se establecieron sus respectivas esferas de influencia en el Nuevo Mundo, a través del conocido Tratado de Tordesillas. Es a partir de tales acuerdos y de sucesivas precisiones que en la Europa de ese entonces quedó claro que el Atlantico Sur estaba bajo el imperio español. 
Terragno da indicaciones muy precisas también respecto de los mapas que entre el siglo XV y XVI dieron cuenta de la existencia de las islas Malvinas. El tema no es secundario, porque se ha argumentado para fundamentar la pretensión británica el supuesto descubrimiento de las islas en 1592 en nombre de Su Majestad. Sin embargo,  son casi treinta los mapas anteriores a esa fecha en los que figuran las Malvinas.
Terragno relata los episodios decisivos, es decir, la ocupación de las islas por parte de los franceses (pescadores provenientes del puerto de Saint Malo, es decir, cuyo gentilicio, malouines, será el origen del nombre del archipiélago) quienes reconocieron sin embargo la soberanía española. Y sucesivamente de la llegada británica, ya en el siglo XVIII y la posterior reacción española que envío desde el puerto de Buenos Aires una pequeña flota de la armada para recuperar las islas, en 1770, y echar a sus ocupantes reafirmando sus derechos sobre ese territorio. Cuando al año siguiente, a efectos de mantener las buenas relaciones con la corona británica, el rey de España aceptó devolver las islas a  los ingleses , se aclaró en las negociaciones y la documentación relativa que eso no suponía renunciamiento alguno a la soberanía sobre las islas.
Sería largo relatar, y no es la función de esta breve reseña, la evolución de la historia. El autor , con una mezcla de pragmatismo y de sentido común, propone a nuestra diplomacia recorrer el camino del derecho internacional encontrando una solución razonable a un conflicto sobre el cual, a menudo, las mismas autoridades británicas alimentan serias dudas. 
Con orginalidad y perspicacia, Terragno sugiere avanzar por dos caminos paralelos: por un lado en el restablecimiento de cordiales relaciones de confianza con el gobierno de Su Majestad, y con los habitantes de las islas los cuales, pese a que hoy cuentan con un PBI per capita entre los más altos del mundo, deberán prever la viabilidad económica de ese territorio; por otro, el de seguir el ejemplo de la devolución del territorio de Hong Kong a China. Un episodio que,  pese a las dudas previas, se presenta como un excelente antecedente para éste como los demás ejemplos de pretensiones coloniales para las que ya no hay lugar en el actual contexto internacional. 

martes, 4 de mayo de 2010

El problema somos nosotros


Vuelvo a proponer esta entrevista realizada en marzo de 2007 al prof. Sergio Rondinara, docente de Ética ambiental en la Universidad Gregoriana de Roma y publicada en su momento por Cn revista. Sugiero al lector tener en cuenta el tono tajante de algunas respuestas del entrevistado, y la presencia de datos que no suelen aparecer con frecuencia en el común de los medios de comunicación.


En enero de 2007, más de 500 científicos que integran el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) presentaron en París un informe con “evidencias abrumadoras” acerca de la responsabilidad humana por el calentamiento de la atmósfera. Esto significa que la comunidad internacional está frente a la necesidad de urgentes medidas de tipo político, y  también a un proceso de cambio cultural. Sin embargo, pese a que los tiempos apremian estamos lejos de haber encarado a fondo el problema con todo lo que eso significa. 
Acerca de estas cuestiones conversamos en su momento con Sergio Rondinara, docente de Ética Ambiental en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, coordinador de la red EcoOne, que reúne científicos, estudiantes y ciudadanos comprometidos con los temas ambientales.

¿Cuáles son las novedades de este cuarto informe del IPCC?
Son dos: más del 90% de los científicos del IPCC sostiene que es casi seguro que el calentamiento global provocado por el efecto invernadero sea causado por las emisiones de gases contaminantes producidos por la actividad humana. Digo casi, porque nunca hay una seguridad absoluta en el plano científico. Otras actividades que concurren naturalmente producen el efecto invernadero, como las erupciones volcánicas, las zonas húmedas pantanosas, pero en general su influencia no es tanta. La otra novedad es que el aumento del promedio de la temperatura del planeta está teniendo una fuerte aceleración. Los cambios son más acentuados respecto de las previsiones de cinco años atrás. Quiere decir que el fenómeno está fuera de control, y los efectos del daño realizado al planeta se prolongarán al menos por otro milenio.

¿Qué tipo de modificaciones climáticas se están produciendo?
Las proyecciones indican que en este siglo habrá un aumento promedio de entre 1,8 y 4 grados por encima de la media actual. Conviene tener presente que los cálculos del IPCC tienden siempre a ser conservadores. Y si no se reduce la contaminación, no se descarta que la temperatura aumente hasta 6 grados. Como consecuencia, dentro de los diferentes climas tendremos una radicalización de los fenómenos atmosféricos, sobre todo de los fenómenos extremos, como las sequías y los aluviones, o los picos de calor y los de frío intenso.

Para el común de la gente no es fácil imaginar que un grado más o menos de temperatura pueda tener efectos importantes.
Puede parecer un cambio mínimo, pero el planeta en el fondo es un poco como nuestro organismo, que es un sistema con diversos equilibrios muy delicados que se deterioran con facilidad. Cuando en nuestro organismo tenemos un grado más de temperatura no nos sentimos bien, y con dos grados más ya estamos en cama.
En el caso del planeta, un solo grado más de temperatura tiene varios efectos: provoca el derretimiento de glaciares, lo cual amenaza las fuentes de agua potable para decenas de millones de personas. También provoca el regreso de enfermedades como la malaria en zonas donde había desaparecido. El daño mayor lo recibiría el ecosistema marino, con la desaparición del 80% de las barreras coralinas. Dos grados más hacen prever la disminución de entre un 10 y el 30% de las cosechas en varios continentes, con todo lo que esto significa. Habría más enfermedades todavía, subiría el nivel del mar, amenazando  las zonas costeras de mayor rendimiento agrícola. Tres grados más pondrían en peligro de extinción entre el 15 y el 40% de las especies animales. Un aumento de cuatro  grados, que es el escenario que se prevé para los próximos 100 años, supone una perspectiva bastante grave: la cuenca mediterránea comenzaría a sufrir sequías en ciclos de 10 años. La falta de agua podría afectar a otros mil millones de personas. Las corrientes oceánicas, que distribuyen la humedad del aire del planeta, podrían cambiar sustancialmente. Y si se llega a un aumento de cinco grados, realmente el cuadro sería catastrófico, porque desaparecerían los glaciares del Himalaya, es decir: China e India se quedarían sin reservas de agua, el nivel del mar se elevaría provocando la evacuación de ciudades como New York, Tokio o Londres.

Habría que aplicar ya el protocolo de Kyoto...
El protocolo de Kyoto ya es una propuesta inútil, porque plantea reducir en un 5% el nivel de las emisiones del año 1990, cuando hay que reducir a la mitad el nivel de emisiones de hoy. Esta reducción drástica de las emisiones de gases supone apuntar a otro modelo de crecimiento y de desarrollo sustentable, alternativo al actual. El modelo actual se basa en un uso irracional de las fuentes de energía.

¿Quiere decir que llevamos un retraso grave?
Si al final de los años ’50 se hubieran reducido drásticamente las emisiones contaminantes, habríamos podido estabilizar los efectos actuales. El problema es real y serio y lo que más preocupa es el descuido que se nota a nivel de políticas globales.

¿Qué medidas haría falta adoptar?
Creo que es la oportunidad para buscar soluciones que no pueden ser mágicas y deben apuntar a las cuestiones de fondo. La solución a la crisis ambiental somos nosotros. Tenemos que rever nuestros comportamientos, nuestro estilo de vida, redefinir el concepto de desarrollo. Por eso creo que es una crisis antropológica, porque somos nosotros los que nos estamos equivocando; quiero decir que un modelo de desarrollo supone un modelo de hombre para ese desarrollo.

Hay que redefinir entonces qué se entiende por desarrollo
A menudo se habla de un nuevo paradigma de desarrollo sostenible. Pero nadie sabe qué significa eso, porque la sustentabilidad es un objetivo que necesita de la puesta en marcha de soluciones para realizarlo y éstas dependen de un proceso cultural.
Este proceso, y no la racionalidad económica, debe orientar un nuevo estilo de consumo y uso de los recursos naturales. Hoy elaborar un modelo de desarrollo sustentable es uno de los más grandes y urgentes desafíos culturales.
Un ejemplo: en Italia el agua de la canilla posee estándares de seguridad que son mayores que los de las aguas minerales. Sin embargo, la gente prefiere comprar agua mineral, por lo cual hay que transportar en camión toneladas de agua de un lado al otro, de la península con el impacto ambiental que provoca ese consumo de energía, los caños de escape, etc. Estas son las cosas que hay que corregir, y que cada ciudadano puede ayudar a modificar. Por ejemplo, comprando mercadería producida en la propia región o ciudad, sin  traerla desde miles de kilómetros. Esto supone cambios estructurales en la economía mundial.

Otro cambio sería recurrir a fuentes de energía renovables y no contaminantes…
Toda fuente de energía es contaminante. Cuando se habla de fusión nuclear en términos de “energía limpia”, se está haciendo demagogia. La fusión nuclear produce helio y hay que ver qué se hace con ese gas. Hay neutrones veloces que activan todo lo que está alrededor y todo el reactor se transforma en residuo. En la naturaleza, todo lo que hagamos tiene un precio. El tema es minimizar ese precio.
En materia de otras fuentes de energía, como la eólica o la solar, se trata de desarrollar tecnologías que tengan un acceso no demasiado complejo. Lo que a veces retrasa el desarrollo de estas fuentes de energía son más bien los frenos puestos por grupos que a menudo están relacionados con otras fuentes energéticas.

Usted habla de un proceso cultural. Mientras tanto, hacen falta medidas políticas.
Seguramente, tiene que ver con la política. Una buena política será la que preserve en modo global el hábitat terrestre y no sólo la que garantice un desarrollo cuantitativo de la economía. Pero ¿qué medidas aplicaremos sin tener presente que la humanidad compone una única familia global, sin redescubrir valores como el bien común, la fraternidad en ese plano, sin pasar de una óptica individual a otra más global?
Creo que será muy importante el aporte de cada cultura. No habrá una cultura que tenga “su” solución. Es un cambio radical, comparable con la revolución del neolítico o con la Revolución Industrial. Sólo que, en este caso, además de rápida deberá ser una revolución consciente.

¿Cuál es el rol de la sociedad civil?
Creo que la política estará en condiciones de comprender el cambio que hay que producir si hay una sociedad civil conciente de esta necesidad. Es un proceso que supone una gran participación ciudadana. Los ciudadanos son el primer sujeto para la sustentabilidad del territorio en el que viven. Esta participación capilar es la que puede generar soluciones adecuadas para ese territorio, es decir, seguir la conocida frase : “pensar globalmente para actuar localmente”.