domingo, 1 de mayo de 2016

Una solución no demasiado lejana

La foto de la firma del fin del conflicto entre el Gobierno de Colombia con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) deberá esperar. Sin embargo, todo indica que es cuestión de tiempo. Hasta entre los escépticos hay convencidos de que la paz está a la vista.

Hay objetivos que pueden resultar demasiado lejos. Como ese famoso puente de la ciudad holandesa de Arnhem, que los aliados debían alcanzar, durante la operación Market Garden, para acelerar el fin de la Segunda Guerra Mundial. Hubo un irresponsable exceso de optimismo tras ese fracaso para los aliados. No es la misma situación hoy en Colombia, cuando todo sugiere que es posible llegar a pacificar el país y abrir nuevos horizontes para los colombianos.
Sin duda, el acuerdo resolverá un aspecto importante del problema de la seguridad. Pero ¿la paz habrá resuelto todos los problemas? Se diría que no, pues no es éste el único frente para el Gobierno y la sociedad entera. Bien lo sintetiza Aldo Cívico, experto internacional en resolución de conflictos y profundo conocedor de la realidad colombiana, quien destaca tres prioridades: “La violencia urbana y el control territorial del crimen organizado en las ciudades; la persistencia de grupos armados ilegales que siguen asesinando y desapareciendo a los representantes de asociaciones de víctimas y de derechos humanos; la plaga de uno de los más altos niveles de desigualdad social”.
Conflictos y seguridad
Postergado el acuerdo con las FARC, a fines de marzo se confirmó que el Gobierno abrió negociaciones con la otra principal guerrilla, el Ejército de Liberación Nacional (ELN). En su momento, el Gobierno rechazó unificar las negociaciones para evitar que las dos organizaciones se fortalecieran en sus planteos. El grupo dispone de fuerzas menguadas (entre 1.500 y 2.000 efectivos), y sabe que no tiene chances de acceder al poder por las armas. Su acción es más fragmentada, con sectores más o menos a favor de finalizar el conflicto, lo que explicaría los más de dos años de contactos exploratorios para abrir una mesa de negociaciones. La agenda de los diálogos de paz seguirá temas ya abordados con las FARC, aunque se anuncia una mayor participación de las víctimas del conflicto y de la sociedad civil, siguiendo las características del ELN.
Sin estos conflictos, el principal reto a la pacificación del país pasará a ser las Bandas Criminales Emergentes (Bacrim). Son grupos nacidos entre 2006 y 2012 a partir de la desmovilización de los paramilitares que, lo señala el Alto Comisionado de la ONU por los derechos humanos, siguen atentando contra las personas. Hay organizaciones sociales que han perdido hasta cien miembros asesinados por paramilitares. En 2012 las Bacrim reunían unos 4.800 delincuentes. La treintena de grupos iniciales se redujo, sustancialmente, a un par: los Urabeños y los Rastrojos, activos principalmente en el narcotráfico y la minería ilegal.
Política y sociedad
La transición que comenzará con los acuerdos de paz será compleja en lo político y lo social. No todos aceptan que los ex guerrilleros, varios de ellos acusados de crímenes de guerra, puedan ocupar un cargo político. Siete millones de votos recogió el candidado a la presidencia por el conservador Centro Democrático durante las últimas elecciones, planteando la oposición a los acuerdos tal como han sido anunciados. En marzo, el 38 % de los ciudadanos de las principales ciudades seguía a favor de la solución militar contra la guerrilla, aunque el 54 % apoyaba el proceso de paz.
La aplicación de una justicia transicional supondrá, además, que en muchos casos la admisión de culpa podrá beneficiar a los responsables de crímenes con penas alternativas. También ésta es una idea resistida.
Para el Coordinador Residente de la ONU en Colombia, Fabricio Hochschild, se necesita crear un ambiente propicio para la paz, con gestos audaces de reconciliación y una mayor pedagogía y comunicación dirigida hacia la población. Para el funcionario, se debe transformar la paz en un bien común que debe trascender el debate político y reconstruir el tejido social dañado durante décadas de violencia. Y como todavía no ha sido definido en detalle el andamiaje institucional que deberá sostener los acuerdos, para avanzar es urgente lograr la aceptación de estos acuerdos por parte de la ciudadanía.
Economía y desigualdad
La reparación material a los civiles que perdieron sus bienes con el conflicto supone el empleo de importantes recursos públicos. La pregunta es si habrá suficientes, porque desde la economía llegan noticias poco auspiciosas por la baja de los ingresos a causa de la venta de petróleo y minerales. Pese a que no hay señales de alarma, existe un creciente malestar por la conducción económica del Gobierno.
Se estima que la paz podría incrementar el actual crecimiento (+3 %) en otros dos puntos.
Sin embargo, crecimiento no significa desarrollo ni que todos se beneficien de ello. La desigualdad se extiende por todo el tejido económico-social. El 10 % de la población más rica del país gana 4 veces más que el 40 % más pobre. Pese al retroceso de la pobreza, la desigualdad se mantiene constante y el índice de desarrollo humano de la ONU se reduce cuando se compara el acceso a la salud, la educación y los salarios. Según una investigación de Ana María Ibáñez, decana de Economía de la Universidad de Los Andes, en 2010 un 77,6 % de la tierra estaba en manos de 13,7 % de los propietarios. Aplicando el coeficiente Gini a la distribución de la tierra, esta proporción da uno de los índices más altos de desigualdad (0,86 en una escala de 0 a 1).
Paz, reconciliación, pedagogía e igualdad social serán por tanto factores clave para avanzar hacia la pacificación luego de medio siglo de violencia. Lo perciben los países de la región latinoamericana, que han manifestado su apoyo al proceso de paz; la comunidad internacional, que incluso participará con recursos, y el Papa, que ha prometido una visita en caso de que se logre la firma de los acuerdos de paz.
Más que nunca Colombia no debe vivir este tiempo en soledad.


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