lunes, 9 de mayo de 2016

Construir puentes y seguir estrellas

Hoy el Papa Bergoglio fue distinguido con el premio Carlomagno que la ciudad alemana de Aquisgrán entrega a personalidades que se hayan destacado en el tema de la paz, la integración y la unidad europea. 

Entre las autoridades que ya recibieron el premio figuran, entre otros, la actual canciller alemana Ángela Merkel, el ex presidente estadounidense Bill Clinton, la iniciativa del Euro que llevó a unificar la moneda en una quincena de países del bloque europeo. 
La entrega del reconocimiento ocurre en un momento de gran pobreza de ideas en el Viejo Continente que, más que seguir desarrollando la idea de integración como herramienta para la paz y el desarrollo, parece inclinarse a quedar encerrada en su egoísmo bajo la guía de un liderazgo político que mira con un ojo la duración de su mandato y con el otro los sondeos de opinión sobre seguridad y bienestar, supuestamente amenazados por la presión de los migrantes en las fronteras europeas. 
Una migración provocada muy a menudo por los desaciertos políticos europeos (para decirlo en modo muy suave), como en el caso del conflicto libio y sirio. La multiplicación de muros fronterizos en una región que había casi suprimido las fronteras es evidente y un signo de esta miopía política. 
Francisco sostiene que Europa, ante la nueva gran migración, debe seguir construyendo puentes y no muros para seguir su inspiración originaria. El mal europeo es precisamente la pérdida de perspectivas, ha desaparecido el horizonte de los ideales que han supuesto la construcción de una Europa unida. Entre ellos, el de la solidaridad y la fraternidad. Y sin una visión no hay futuro. No lo hay para Europa, no lo hay para el planeta. Ante los desafíos actuales, como el del cambio climático que ya provoca daños graves en todo el planeta, la idea de un mundo sin muros y poblados de puentes es precisamente la que necesitamos para avanzar. 
Dice un proverbio árabe: "Si en tu vida quieres trazar surcos derechos, ata tu arado a una estrella". No es ni utopista, ni una ilusión. Es sabiduría. Pese a los límites y las fallas de sus miembros, la Iglesia sigue el surco de la estrella de Belén. Europa, el mundo, necesita seguir las estrellas de los ideales, como la unidad, la fraternidad. 

Este premio acierta en destacar la labor y la palabra del Papa

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