La cumbre que se debería celebrar en Sochi, el próximo mes de junio, se traslada a Bruselas. El presidente Vladimir Putin no se mostró afectado por la decisión y destaca el rol del G20.
La anexión de Crimea le valió a Rusia la exclusión del G8, aunque su presidente Vladimir Putin no pareció preocuparse demasiado por el portazo.
La decisión de volver al G7 fue tomada a instancia de los Estados Unidos, secundado por sus aliados europeos y por Japón, en oportunidad de celebrarse en La Haya la cumbre nuclear. Se hizo mención de ulteriores sanciones contra Moscú, pero ni está claro cuáles serán ni el presidente Vladimir Putin pareció preocupado por la decisión. "El importante es el G20" dijo el ministro de relaciones exteriores ruso, Serguei Lavrov. “Si nuestros socios occidentales creen que el modelo del G8 ya no sirve, no pensamos aferrarnos a ello. No es un problema para nosotros no acudir. Se trata de colaborar, no de capitalizar una relación cuando se necesita, para ignorar luego al otro en nombre de razones de política doméstica”, añadió el ministro, cuando analizó la decisión.
La próxima cumbre del G8 estaba prevista precisamente en Rusia, el próximo mes de junio. La sede habría sido la ciudad de Sochi, la ciudad en la que hace un mese se realizaron las olimpiadas invernales. La reunión se llevará a cabo en el mismo mes pero en Bruselas.
El G8 es el resultado de la ampliación a Rusia del G7, que incluye a los Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón, Francia, Italia, Alemania y Canadá, que ingresó como miembro pleno en 2002, luego de participar desde 1997.
No se trata del grupo de los países más industrializados, ya que en ese caso deberían ser parte de ellos tanto China, como Brasil, respectivamente la segunda y la séptima economía del planeta. De hecho, la instancia propiamente dicha para los países más industrializados y los emergentes, desde 1999 es justamente el G20.
La llegada de Rusia al G8, que no es otra cosa que un ámbito de decisión para los aliados de la política de Washington, supuso un intento para superar definitivamente el enfrentamiento con Moscú propio de la Guerra Fría.
En otro orden de cosas, la aplicación de sanciones a Rusia no será una decisión fácil para los europeos, más allá de que se proteste por la cuestión de Crimea, debido a su dependencia del suministro ruso de energía y las ingentes inversiones realizadas, situación complicada, además, por la reciente crisis económico financiera, que está lejos de ser superada. Alemania, por caso, ha invertido sumas cuantiosas en la modernización del ferrocarril transiberiano, habilitando incluso un ramal que desde Pekín trae mercaderías a Europa en tan sólo 15 días. Otra importante inversión (13 mil millones de dólares) ha sido la del gasoducto Nord Stream, que conecta las terminales alemanas con Rusia, pasando por el mar Báltico. Entre 2006 y 2009 las inversiones alemanas en Rusia crecieron un 132 por ciento. De momento, la canciller germana, Ángela Merkel señaló que el “G8 ya no existe en estos momentos”.
La Asamblea General de la ONU debatirá el próximo jueves 27 de marzo una resolución presentada por Ucrania denunciando la legitimidad del referendum del pasado 16 de marzo. Sin embargo sobran antecedentes como en el caso de Crimea. No es casualidad que los rusos hayan hecho mención de la independencia de Kosovo. Bastaría incluso con mencionar la invasión de Iraq por parte de las tropas anglo norteamericanas.
Se reinstala un clima de guerra fría que parecía haber sido consignado a los archivos de la historia. Pero el motivo de este enfrentamiento ya no es la contraposición ideológica entre el socialismo de cuño soviético y el liberalismo democrático, sino liso y llanamente una guerra comercial por el predominio de la propia hegemonía.
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