Ante el veto cruzado de los partidos que impiden la formación del nuevo gobierno, será el presidente de la república el que deberá tomar una decisión clave. Mientras tanto, la crisis política tendrá un alto costo económico para los italianos.
Italia pagará una factura muy cara por la crisis de gobierno de la que no logra salir. Se estima que perderá entre el 0,1 y el 0,2 por ciento de su Producto Bruto Interno (PBI), al tener que contar con el gobierno provisorio dimisionario, encargado estrictamente de la ordinaria administración. El círculo vicioso que acentuará la recesión en la que a caído el país desde mediados de 2011, comportará un aumento del 8 por ciento de la deuda pública que rondaría, de este modo, el 130 por ciento del PBI.
Pero el tema es que no hay acuerdo para lograr un nuevo gobierno. El líder de la izquierda (PD), Pier Luigi Bersani, volvió a dejar en manos del presidente de la república, Giorgio Napolitano, la iniciativa. El sistema constitucional italiano prevé que el presidente elija quien debe formar un nuevo gobierno, el cual deberá contar con el respaldo de las dos cámaras (voto de confianza). De constatar la imposibilidad de proceder a formar un gobierno, el presidente puede disolver una o las dos ramas del Parlamento convocando a nuevas elecciones (que se celebraron a mediados de febrero). El problema es que Napolitano está terminando su mandato, que dura siete años y en esta fase la ley no le permite disolver el Parlamento. La encrucijada es realmente compleja.
Por un lado, los partidos han manifestados un veto cruzado que impide formar una mayoría. Los tres partidos de mayor consistencia, el PD, el ascendente Movimiento de las 5 Estrellas (M5E), y el Partido de las Libertades (PDL) de Silvio Berlusconi se han encerrado en sus posiciones. No hay disponibilidad para un acuerdo, el más natural entre el PD y el M5E, no parece viable un acuerdo entre derecha e izquierda, ya que Berlusconi exigiría seguir protegiendo el conflicto de intereses que ha sido demasiado tolerado en estos años, como no parece viable un acuerdo de Berlusconi con el líder del M5E, Beppe Grillo, este último tenaz fustigador del magnate devenido político.
Napolitano en teoría podría proponer un gobierno formado por una personalidad reconocida por todas las partes que recibiera el apoyo externo de los tres principales partidos. No faltan personalidades que estén a la altura. Pero la finalización de su mandato presidencial privaría pronto el nuevo gobierno del apoyo de quien fue artífice de su nacimiento. La otra carta en manos del presidente es la de renunciar anticipadamente dejando al nuevo mandatario la solución del problema, evitando que el tiempo siga corriendo.
En las próximas horas se conocerá su decisión.
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