Un llamado telefónico durante una comida zanjó la disputa por la muerte de 9 ciudadanos turcos en 2010. Pero tras el episodio espectacular, aparecen las estrategias de control sobre la región de Medio Oriente.
La visita del presidente de los Estados Unidos Barack Obama a Israel terminó de manera espectacular. Durante la comida de despedida del visitante, el mandatario estadounidense llamó por teléfono al primer ministro turco, Tayyip Erdogan, para saludarlo y luego pasarle a su par israelí, Benjamín Netanyahu, quien de inmediato presentó un pedido de disculpas por la muerte de 9 ciudadanos turcos en oportunidad del incidente de la Freedom Flotilla, en mayo de 2010, cuando un barco de activistas internacionales por la paz, el Mavi Marmara, intentó romper el bloqueo de Israel sobre la Franja de Gaza.
El barco fue asaltado por tropas especiales israelíes, con un duro saldo de muertos y heridos. Desde entonces, las relaciones entre Turquía e Israel, que navegaban por aguas mansas, se enfriaron. El pedido de disculpas ha tenido inmediato efecto, ya que ambos líderes acordaron retomar las relaciones diplomáticas.
Hasta aquí el relato podría hasta confirmar la oportunidad que en su momento el presidente Obama fuera galardonado con el Nobel de la Paz. Pero ¿por qué razón insistió tanto Obama sobre este acercamiento (al que calificó de estratégico) y en un modo tan alevoso, casi como si fuera él el anfitrión y no el jefe de gobierno israelí?
El tema es que Turquía es un elemento clave para la intervención Occidental en Siria, país con el que comparte la frontera. Y es por Turquía que ingresa el armamento que abastece a las tropas rebeldes que intentan derrocar el régimen de Assad, de modo que puedan oponerse a uno de los más preparados ejércitos de Oriente Medio. Es también en Turquía que los rebeldes disponen de bases logísticas y de entrenamiento.
En efecto, pese al “enfriamiento” de las relaciones turco israelí, no había cesado la vente de sistemas de armas a Ánkara por parte del Gobierno de Tel Aviv. En febrero, seguía proveyendo de los sofisticados sistemas electrónicos producidos por la empresa israelí Elta, una empresa subsidiaria de la Israel Aerospace Industries grupo controlado por el gobierno de Jerusalén, sucesivamente armados sobre aviones Boeing 737, una provisión proveniente de los Estados Unidos, por un monto de 200 millones de dólares. El sistema, considerado muy eficiente, es altamente estratégico para el control de los cielos de la región.
Por su parte, Israel ha comenzado a intervenir desde hace tiempo en el conflicto interno sirio, ingresando en el espacio aéreo del país vecino, para realizar bombardeos. A esta altura, el congelamiento de las relaciones diplomáticas bien podía aparecer sólo como un gesto “pour la galerie”, para salvar apariencias. La “buena gestión” del presidente Obama completó el cuadro, al tiempo que dejó entre los palestinos el sabor amargo, ya que no satisfizo las expectativas de una denuncia de la política de ampliación de los asentamientos de colonos israelíes en territorios de la Autoridad Nacional Palestina.
El paso de Obama por la región, lejos de representar un elemento de distensión, en realidad parece confirmar la intención Occidental de redefinir el mapa geográfico sobre la base de intereses ajenos a los pueblos de Medio Oriente.
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