sábado, 3 de septiembre de 2011

Las minas de Potosí


Dicen que son 15 mil los mineros que trabajan en las minas de Potosí. Están ubicadas en las entrañas de dos cerros, uno más grande que otro, que dominan esta ciudad boliviana. El guía, un joven, posiblemente universitario, nos cuenta que su abuelo y su papá fueron mineros. A medida que nos acercamos a la entrada de la mina, una de las tantas, comenzamos a comprender de qué se trata. Estamos a 4.160 metros de altura. No bien ingresados en la galería, al respirar se percibe el polvo en el aire, el frío, y cierta sensación de claustrofobia. El ancho del túnes por momentos apenas debe superar el metro, cada tanto tenemos que agacharnos para no chocar con caños, dinteles y pilares que sostienen la galería. Llevamos puestas altas botas nos protegen del agua helada que en algunos puntos se acumula en grandes charcos. Seguimos el camino de los rieles que guían las vagonetas en la que se transporta el mineral extraído. Solo la vagoneta pesa 100 kg, adentro lleva una tonelada de material. Cada una es llevada por una cuadrilla de tres hombres, dos empujan y uno la arrastra usando una soga. Tan sólo eso no parece ser una tarea fácil.
Pasamos por el "tío", la divinidad a la que los mineros ofrendan el primero y el último viernes del mes hojas de coca, un cigarro y alcohol puro, para que permita ver el mineral, conceda una vena importante y los proteja de los accidentes. Es un nicho en el que han recabado una forma humana en barro, se ven los ojos, la boca – donde apoyan un cigarro encendido, si lo fuma es que han sido aceptados –, las manos, el sexo – la fertilidad es siempre un elemento clave en los Andes bolivianos –, las piernas. Hay hojas de coca que cubren sus partes, botellitas de alcohol, restos de cigarros y en la pared manchas de sangre de llama ofrendada para que el "Tío" no necesite de la sangre humana. Si el mineral recabado en el mes es escaso, volverán para más ofrendas. "Hay que hacerlas de buena gana", añade el guía.
Retomamos en camino. Nos explican que no siempre es posible cruzarse con los mineros. Hay visitas en las que no apareció ninguno. Justo en ese momento nos cruzamos con una cuadrilla que empuja una vagoneta. Miro los rostros de los mineros y no se qué edad atribuirles. Es como si algo les estuviera chupado las energías vitales. En un costado de la boca se nota el bolo de hojas de coca. "Te da la sensación de fuerza física y te quita el hambre", explica el guía.
A la izquierda se abre otro túnel que nos obliga a avanzar agachados. En una zona de mayor espacio, la temperatura sube de golpe hasta hacer calor. Allí, en la boca de un poco dos hombres suben por una polea una bolsa de mineral que alguien llena treinta metros más abajo. Vacían la bolsa en una carretilla que un tercero lleva más adelante donde otros pasarán el material a la vagoneta. Un par de lámparitas iluminan duras pena el ambiente en el que el movimiento de material llena de polvo. Los hombres eligen en que momento trabajar sus turnos de 8 o 12 horas. Que afuera sea día o noche, allí no hay diferencia. Cuanto más produces, más puedes ganar.
Con ese calor se debe traspirar copiosamente y no puedo imaginarme lo que significará trabajar allí todos los días, por años y años. "La vida útil de un minero no supera los 45 años por lo general", explica el guía. Ganan entre 50 y 80 bolivianos por día. O sea, entre 7 y 12 dólares. "¿Cuántos años me da?" pregunta uno de los muchachos. "35-36 responde uno de nosotros". 40 pienso yo... "Tengo 24", añade el minero con una mueca y sigue en su tarea. Les dejamos la bolsa de coca y la bebida que les trajimos como presente y nos vamos. No puedo evitar de pensar que no resistiría una hora más en ese lugar en el que ese hombres vive desde los 12 años, y se quedará otros diez o quince más, si todo le va bien y si sus pulmones aguantarán ese polvo que desde hace media hora ya me irrita la garganta.
Volvemos al tunel frío y más adentro el guía nos muestra un "ambiente de descanso". Debe ser de un metro por dos, donde es posible no estar agachados. Hay un altarcito con un crucifijo. Es el "Tata" que proteje a los mineros. Una lamparita ilumina la zona, y a los pies del Tata está sentado con la espalda a la pared, descansando, don Mateo. Parece que el guía lo conoce bien. Aparenta al menos 50 años. Quizás por cierto sentido del pudor no le preguntamos la edad, aunque al comentarnos que hace 21 años que trabaja allí calculamos que debe tener 35 o poco más. Nuestra presencia no parece importunarlo. Sigue introduciendo en la boca hojas de coca. "¿Tiene hijos, don Mateo?". Nos mira asombrado por la pregunta y casi ni nos contesta. El guía rápido nos explica que "suelen tener muchos, ¿por qué otra razón, si no, uno trabajaría en la mina?". Le dejamos la última bolsa de coca y bebidas y emprendemos el camino de regreso.
"Vine meses atrás con una amiga – me explica Rocío, nuestra anfitriona en Sucre –. Y nos cruzamos con dos chicos de unos diez años... no pudimos evitar de llorar al ver el estado en que estaban".
Salimos al aire libre y es casi un alivio. Tengo la sensación de haber visto la antesala del infierno. ¿Cuántas habrá en todo el mundo? ¿En cuántos otros lugares como éste se mide la "vida util" de un ser humano? "El gobierno quiere cambiar todo esto, y evitar que la gente pase su vida en la mina – comenta el guía –. Pues me pregunto entones de qué vivrán las familias de estos 15 mil mineros". Pagamos con gusto la tarifa de la visita, de la que una parte va a la cooperativa de mineros que explotan la mina donde se extrae plata, estaño, cobre...
Volvemos a nuestras cosas con un sabor amargo en la boca, y no es por el aire que respiramos. Desde hace 500 años el sistema de extracción no ha cambiado mucho, de no ser por el uso de las vagonetas, la dinamita y, en algún caso, los martillos pneumáticos... Se estima que a lo largo de cinco siglos en Potosí millones de personas han muerto trabajando en la mina.
Vuelve a la memoria "Metrópolis", la película de Fritz Lang, en la que hay una ciudad en la superficie que vive gracias al trabajo casi esclavo de los que están bajo bajo tierra. Si será urgente que ciertas cosas cambien en este mundo...

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