El presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahumud Abbas presentó el viernes 23 de setiembre, el pedido formar ante el Consejo de Seguridad de las Naciones para que sea reconocida Palestina como Estado soberano. El anuncio fue realizado durante su discurso ante la Asamblea General de la ONU, en medio de fuertes aplausos.
De esto modo, la ONU vuelve a enfrentarse al dilema de aceptar o denegarle el reconocimiento a Palestina como Estado miembro.
Durante toda la semana las voces a favor y en contra trascendieron los discursos de los mandatarios, destacándose la ponencia de Baraka Obama, quien rechazó la posibilidad del reconocimiento alegando que antes es necesario lograr la paz con Israel mediante negociaciones bilaterales. De hecho, la diplomacia estadounidense ya había anunciado que vetaría esa demanda, y Mahmud Abbas presentó su pedido en pleno conocimiento de que tiene pocas probabilidades de que prospere. Por su parte, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, tan sólo una hora más tarde, rechazó ante la Asamblea General la propuesta palestina alegando que el reconocimiento debe ser fruto de negociaciones entre los vecinos, y principalmente Israel. Y también agregó que los palestinos se han negado negociar.
Para que un estado sea admitido en la ONU debe presentar, por vía diplomática, una solicitud formal al Secretario General de este organismo, que debe pasar por el filtro del Consejo de Seguridad, donde tiene que reunir 9 votos sobre los 15 miembros, y no recibir ningún veto por parte de los cinco países considerados “permanentes” (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido). Sucesivamente, el tema se traslada a la Asamblea General para debatir su aprobación, donde la aprobación debe contar con los dos tercios de los votos a favor, es decir 129, para ser aceptada. En esa sede, la demanda palestina cuenta con entre 120 y 122 votos a favor.
Sin embargo, existe una alternativa diplomática: que la Asamblea General logre una mayoría simple que eleve el rango de Palestina al de “Estado observador no miembro”, lo cual supone un reconocimiento indirecto de dicho país.
De los miembros permanentes Estados Unidos ya ha anunciado su veto, Gran Bretaña y Francia podrían abstenerse o votar en contra, Rusia y China avalan el pedido Palestino.
De los miembros temporarios, votarán a favor Líbano, Sudáfrica, Brasil e India. De todos modos, es muy probable que los tiempos de análisis del tema se alarguen durante la semana que viene en busca de una solución diplomática que incluso evite el costo político de la aplicación del veto por parte de Estados Unidos.
La jugada de Abbas es atrevida y fuerte. Apunta a un pronunciamiento público ante el estancamiento de las negociaciones que el año pasado, con mucho voluntarismo, pero poco realismó, relanzó el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, quien en su momento se anunció a favor de la creación de un Estado Palestino soberano.
El problema de fondo es doble. Ambos países reclaman derecho básicos y legítimos. El pueblo palestino el derecho a su autodeterminación y a vivir en el territorio que le pertenecía. Israel reclama fronteras seguras y mutuo reconocimiento como Estado, es decir una paz duradera que evite vivir en el actual permanente estado de alerta. Eso significa por el lado palestino, aislar y neutralizar los sectores intransigentes que niegan el derecho de Israel a la existencia y alientan el uso del terrorismo como método de lucha. Israel en sustancia está pidiendo no encontrarse ante un hecho consumado a nivel internacional con el reconocimiento de Palestina antes de negociar los puntos mencionados.
El problema reside precisamente en que Israel ha llevado a cabo desde su nacimiento, en 1948-49, una política de hechos consumados que desde 1967 se ha materializado con la ocupación de territorios por la vía militar y con la permanente expansión de los asentamientos de israelíes en esos territorios ocupados (principalmente cisjordania).
El de los territorios ocupado es otro tema lleno de aristas. La propuesta palestina supone volver a la situación previa a la Guerra de los Seis Días de 1967, tal como pidió en su momento la ONU. Es decir, asignando al Estado Palestino los territorios de Cisjordania y Gaza. El problema es que Cisjordania es controlada por Israel desde entonces, y en ella se han asentado miles de israelíes con el aval y el apoyo del gobierno de Tel Aviv.
¿Podrá Israel echar a decenas de miles de colonos que su propio gobierno ayudó a instalar? ¿Podrá Palestina renunciar a más sectores de su escasa superficie a cambio de constituirse como Estado soberano, disponer entonces de leyes, de una justicia, de una admnistración completa de su territorio, de su propia líneas aéreas, etc.?
Ninguna de las dos partes puede salir de un acuerdo de este tipo logrando el 100% de lo que reclama. El tema es que ambas partes sepan elegir a qué aspecto menos esencial les será posible renunciar, en aras de lograr convivir no digo en paz, pero al menos sin violencia.
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