jueves, 8 de septiembre de 2011

La esperanza de un pueblo

África tiene un estado más. Es el número 54 y su nombre es Sudán del Sur, con capital en Juba. El flamante país compartirá con la Argentina el 9 de julio como fecha patria.
Culmina así el proceso comenzado con los endebles acuerdos de paz que, en 2005, pusieron un alto al conflicto entre el ejército regular y las milicias del sur, principalmente del Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán (Spla, por su sigla en inglés). Los choques habían comenzado en 1983 y dejaron más de dos millones de muertos y cientos de miles de desplazados. A través de un referendo realizado en enero de este año más del 98% de los pobladores del sur votaron a favor de la independencia.
El pasado 9 de julio fue la ceremonia oficial en la que fue arriada la bandera sudanesa e izada la del nuevo Estado, ante la presencia del secretario general de la ONU, el coreano Ban Kii Moon, y el presidente de Sudán, Omar al-Bashir, sobre quien pende un mandato de captura de la Corte Penal Internacional por su responsabilidad por los crímenes contra la humanidad cometidos en Darfur (región occidental de Sudán).
Los discursos fueron conciliadores y auguraron paz y cooperación. También el del astuto al-Bashir fue acorde a las circunstancias, pese a que la situación general dista de poder considerarse pacífica: existen milicias étnicas que siguen actuando, y todavía queda por delimitar la región de Abyei, la más rica en yacimentos petrolíferos. Al Bashir adhiere a esas corrientes radicalizadas de inspiración islámica aparecidas en los años setenta en Sudán y que –en plena contradicción con los principios del Corán– predican un proselitismo violento y la toma del poder en forma absoluta. Por eso comenzó un intento de "arabización" de la población sudanesa, que en el caso de los habitantes del sur (mayoritariamente animistas y cristianos) se transformó en sistemáticas “limpiezas” étnicas y matanzas que dieron origen a una sangrienta guerra civil.
No son pocas las incertidumbres que se ciernen sobre el nuevo Estado. Más del 90% de los habitantes son pobres y el 85%, analfabeto. Y queda por verse el rol que jugarán China, con fuertes intereses petroleros en el país, los Estados Unidos, Francia y Reino Unido, que también se disputan un rol clave en la región subsahariana, moviendo los hilos menos visibles del poder y de muchos de los conflictos en curso, por ejemplo en Chad, Costa de Marfil, la región de los Grandes Lagos.
Por ahora se dio el primer paso de un Sudán del Sur “oyee” (libre, en la lengua local). El augurio de su presidente, Salva Kiir Mayardit, es que su pueblo “jamás vuelva a ser oprimido”.

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